¿Cuál es nuestra diferencia con los Reformistas? Que nosotros fungimos de memoria histórica de la clase trabajadora y masas explotadas en general; las educamos para que eleven sus conciencias cotidianas al plano de conciencias Revolucionarias…; en cambio, los Reformistas practican el doble juego: simulan ser defensores de los principios Revolucionarios, pero se comportan como verdaderos oportunistas, defendiendo a toda costa políticas gatopardianas: ideas Reformistas. No son más que agentes de la burguesía en el seno del pueblo, porque cumplen la misión (consciente o no) de castrar la memoria de las clases explotadas, creándoles ilusiones Constitucionalistas.
La memoria constituye el mejor antídoto para combatir las desviaciones ideológicas: Carlos Marx, padre del Socialismo científico, combatió tenazmente una de ellas, el Reformismo.
Recordemos aquella famosa batalla histórica librada por Marx contra los Reformistas Lasseallanos (discípulos de Lassalle), que intentaban escamotear a toda costa los principios Revolucionarios: abrir camino al Reformismo; hipotecar la conciencia Revolucionaria de la clase obrera Alemana y lanzarla al Reformismo. Fue cuando Marx lanzó su centellazo, su famosa “Crítica del Programa de Gotha”.
Aquel momento histórico (Alemania, año 1875) sirvió de escenario para acordar la “unificación”; la conformación de un Partido único: “unificando” la tendencia Revolucionaria, el “Partido Obrero Social Demócrata Alemán” con la tendencia Reformista de los Lassalleanos: “Asociación General de Obreros Alemanes”. Dicho acuerdo consumado en el congreso de Gotha, del 22 al 27 de Mayo de 1875, acogió y aprobó el programa Reformista presentado por los Lassalleanos. De allí surgió el partido único: el Partido Obrero “Socialista” de Alemania.
Marx, consciente que dicha “unificación” se fundamentaba en un programa que vulneraba con creces los fundamentales principios Revolucionarios, intentó advertir infructuosamente a la dirigencia del “Partido Obrero Social Demócrata Alemán” del craso error en que incurrían... Además, dicho programa jamás fue debatido en el seno del Partido Revolucionario: el “Partido Obrero Social Demócrata Alemán”. Sabia Marx que una alianza consumada en esos términos significaría la bancarrota para el Partido; dicha alianza lo conllevaría directo al Reformismo; y, así ocurrió.
De nada valió la advertencia que hizo Marx a los fundamentales dirigentes del “Partido Social Demócrata Alemán”: “…Tengo el deber de no reconocer, ni siquiera mediante un silencio diplomático, un programa que es, mi convicción, absolutamente inadmisible y desmoralizador para el partido…”.
Hoy, transcurridos 136 años, vuelve a renacer la batalla entre Revolución y Reformismo; entre quienes sabemos que la instauración del nuevo Estado Socialista pasa indefectiblemente por la previa “destrucción” del viejo Estado capitalista y quienes propugnan la instauración del nuevo Estado basados en la anacrónica tesis de la “extinción” paulatina de la vieja máquina Estatal: adelantando Reformas legales e institucionales; cambiando personas e instituciones...; ¡algo como pretender matar un burro a pellizcos! Olvidan o ignoran estos señores que el Estado capitalista debe ser “destruirlo”; es el Estado Socialista el que se “extingue” (más bien se esfuma en sus propias funciones, en el tránsito hacia la sociedad sin clases).
No pensamos regatear lo que a nuestro juicio constituye responsabilidad de todo revolucionario: promover la crítica revolucionaria y el debate científico; por ello diremos que la propuesta “Socialista” esbozada por el presidente Chávez es anticientífica: utópica, religiosa, metafísica e idealista; y deja intacta la estructura del “gran” capital; contraria a la máxima Leninista según la cual: “…el Socialismo desde que se hizo ciencia merece que se le trate como tal…”.
Para nadie es un secreto la conducta ambivalente del presidente Chávez: por un lado “levanta” las banderas del “Socialismo” y por el otro se empantana cada vez más en los suburbios de la diplomacia burguesa; de allí surgen sus alianzas convencionales y pragmáticas, incluso, con gobiernos reaccionarios, como el del fascista Juan Manuel Santos.
Si estamos dispuestos a dar el debate, sugiero incorporar al mismo dos clásicos del Marxismo: “El Estado y la Revolución”, de Lenin, y “La Crítica del Programa de Gotha”, de Marx. Fuentes vivas para comprender la verdadera esencia de todo Estado; sin comprender esto jamás podríamos avanzar en firme hacia una verdadera Revolución…
Históricamente se nos ha dicho que el Estado representa los intereses de toda la sociedad, pero no es verdad: el Estado representa solamente los intereses de la clase dominante. Así el Estado esclavista representó los intereses de los esclavistas; el Estado feudalista los de los señores feudales; y obviamente, el Estado capitalista representa los intereses de los señores burgueses… De ello se infiere que la clase obrera y demás masas explotadas requieren de un Estado a la medida de sus intereses: el Estado Socialista. Pero deben “destruir” previamente el viejo Estado capitalista. Pues, según Marx: “…La clase obrera debe destruir, romper, la máquina Estatal existente y no limitarse simplemente a apoderarse de ella…”.
Nadie podría negar que el gobierno del presidente Chávez supera con creces a sus predecesores; nadie podría negar que dicho gobierno ha hecho un esfuerzo importante en materia de salud, alimentación, educación… Pero lo ha hecho ceñido al viejo marco Estatal burgués, que estamos llamados a “destruir”.
¿Qué hacer? Obviamente, luchar hasta destruir el viejo Estado liberal burgués; aprovechando hasta donde nos sea posible las libertades Democráticas (más bien plutocráticas) que nos proporciona ese Estado. Así nos lo sugieren las enseñanzas del maestro Lenin: “Nosotros somos partidarios de la república democrática, como la mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo, pero no tenemos ningún derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el destino del pueblo, incluso bajo la república burguesa más democrática”. Sí, de esas libertades debemos aprovecharnos para fundirnos entre las masas explotadas y ganar su confianza; persuadirlas y educarlas, bajo una perspectiva ético/Socialista. Hasta acumular las fuerzas necesarias. En ese preciso momento estaremos en capacidad de establecer, conjuntamente, un programa y una perspectiva adecuada para la toma del poder.
Urge transformar las vigentes relaciones de poder capitalistas, el dominio del capital sobre el trabajo: la Dictadura del capital, para establecer el Estado Socialista. Las relaciones sociales capitalistas no solamente arrastran y trasgreden la naturaleza, entendida como medio ambiente, sino que atropellan y oprimen la propia naturaleza humana: explotando la fuerza de trabajo de los trabajadores; sumiéndolos en la esclavitud asalariada.
La tragedia acaecida en Japón -y en otras partes del mundo-, es la respuesta de la naturaleza ante la agresión continua y permanente de la mano del hombre (capitalista), que en su afán desmedido de acumulación de capital ha hecho uso indiscriminado de la misma, explotándola irracionalmente. Por eso, el Socialismo constituye la única garantía de que el género humano entre con vida al siglo XXII.
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