Gasolina: ¿combustible de la droga?

"No debe haber sectarismo posible cuando se trata de un esfuerzo como el que estamos haciendo, en el cual lo importante es el colectivo mucho más que el protagonismo de alguien".

Hugo Rafael Chávez Frías (Cambio de ministros en Miraflores, 24 de febrero de 2006)

Luego del esfuerzo titánico realizado por el Gobierno Bolivariano del Presidente Nicolás Maduro para estabilizar el suministro de gasolina en el país para el parque automotor - con la colaboración del Gobierno de la República de Irán - el proceso tiende a normalizarse.

Las expectativas creadas por el Vicepresidente y ministro del Poder Popular del Petróleo Tarek El Aissami, al hacer el anuncio sobre los mecanismos para la distribución de gasolina después de dos meses de restricciones en el suministro, se han cumplido en las diferentes estaciones de servicio del combustible en todo el país.

En muchos de los casos los dispositivos y sistemas electrónicos dispuestos para la venta de la gasolina han funcionado, especialmente en el área metropolitana y en los estados centrales del país, mientras que en otros estados del interior la distribución y el suministro se ha realizado de manera manual y con los métodos tradicionales de pago, para los días asignados de acuerdo al terminal de la placa de los vehículos.

Lo que ya se ha hecho una costumbre entre los venezolanos como lo son las tradicionales colas, florecieron automáticamente y los conductores salieron de sus casas con sus vehículos, luego de varias semanas pernotando a causa de la pandemia y también debido a la escasez de combustible (diésel y gasolina).

Las medidas se concretaron con un aumento del precio de la gasolina en dos modalidades. La primera basada en un subsidio, el cual siempre ha favorecido a la mayoría de la población venezolana y que en esta ocasión se fijó a un precio de 5 mil bolívares por litro.

La segunda modalidad - sin restricciones en la venta - consistió en el suministro de la gasolina al precio de 5 centavos de dólar por litro. Esta medida, en las primeras de cambio, mostró también sus colas; en parte, por la restricción en la distribución y luego por la paralización de las refinerías del país (Complejo Refinador Paraguaná, Refinería El Palito-Morón y la Refinería de Puerto La Cruz).

Muchas son las causas atribuidas a la paralización de los procesos de refinación en Venezuela. En la mayoría de los casos las mismas se debieron al bloqueo y a las sanciones impuestas a Venezuela por el gobierno del Presidente Donald Trump en los Estados Unidos.

Igualmente existen otros elementos considerados como causas y son las acciones aplicadas durante la gestión en Pdvsa de Rafael Ramírez Carreño, quién descuidó el mantenimiento de los procesos de refinación para dar luz verde a negocios – bajo la mesa – para la compra de combustible en el exterior, por parte de algunos "enchufados" y grupos de sus amigos privilegiados.

El asunto es que a través de los años los patrones de refinación en Venezuela se construyeron a imagen y semejanza de la tecnología norteamericana, creando así una dependencia la cual gracias al bloqueo desembocó en una paralización de las refinerías.

A ello se sumó también la falta en el mercado de los insumos y catalizadores para procesar la gasolina, los cuales eran suministrados por empresas y proveedores norteamericanos.

A la par de la actual situación económica que vive el país, se destapó la eterna discusión bajo el criterio de que en Venezuela se vende la gasolina "más barata del mundo". Este hecho - según muchos "analistas" - se mantiene a pesar del último aumento decretado por el Presidente Nicolás Maduro y al cual también se suma, el tradicional contrabando de combustible hacia Colombia.

Si bien muchos sostienen que con el último aumento de la gasolina se acabará la fuga hacia el vecino país, es un hecho que allí existe un nudo gordiano para el Estado venezolano desde hace muchos años.

Detrás del proceso de suministro de gasolina en el país existe todo un submundo y un cartel que se alimenta - en las fronteras - gracias al contrabando de la gasolina.

Las mafias han echado raíces y se necesitan medidas muy valientes y de alto nivel político para acabar definitivamente con el contrabando de combustible hacia Colombia, un enemigo que nos acecha.

No es solamente la diferencia de precio lo que motiva la extracción de combustible para el vecino país a través de los más variados métodos del contrabando. Se trata de un asunto de vida o muerte para un sistema que sirve de soporte a la oligarquía colombiana.

En el vecino país - gobernado desde hace muchos años por una "chula oligarquía" - se sabe que cualquier medida o política que se instrumente en Venezuela con relación a la gasolina, acabará no sólo con la movilidad de su parque automotor sino con toda una economía narco-paramilitar que impera en la tierra de Santander.

Las cifras oficiales demuestran como en Colombia se produce más del 70 por ciento de la droga que se consume en el mundo y no son sólo es una excusa o un slogan político del Gobierno Bolivariano de Venezuela; ¡no!, son una realidad que ha sido demostrada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y por todos los organismos de control de estupefacientes del mundo.

Cifras recientes citadas por el Protector del estado Táchira Freddy Bernal revelan que "para la producción de un kilo de cocaína en Colombia se requieren por lo menos unos 30 litros de gasolina" - además de la acetona, ácido sulfúrico, acetato de etilo, carbonato de sodio y otros ingredientes más domésticos como la cal y el cemento.

Detrás del negocio de la gasolina "la procesión va por dentro". Desde los gobiernos de la IV República nadie se ha atrevido a enfrentarlo. Detrás de las bravuconadas de Iván Duque y de su mentor Álvaro Uribe Vélez, por justificar una guerra no deseada entre Colombia y Venezuela, está el negocio de la droga.

La presencia de nueve bases militares norteamericanas en la vecina República y la reciente llegada de tropas del Comando Sur a la Guajira colombiana (en los 2.019 kilómetros de frontera) no son una simple casualidad.

Detrás de la intención alimentada por la tradicional envidia de la oligarquía colombiana y sus lacayos contra Venezuela, está la idea de robarse la riqueza de nuestro subsuelo y su tradicional cultura de la guerra.

Si antes - cómo lo señala la historia - privaron los deseos separatistas de Francisco de Paula Santander y su complejo por revivir el Virreinato de la Nueva Granada para la separación de Venezuela en 1830 con la Cosiata de José Antonio Páez, ahora los motivos resucitan su espíritu lacayo hacia el Norte y su apetito por mantener el negocio de la droga, asesorados desde luego por la DEA de Donald Trump.

Si bien los venezolanos pagamos una penitencia en las colas para poder abastecer nuestros vehículos de gasolina, también sufrimos, a la vez, la impotencia de ver el atropello de quienes abusan del poder y chapean con el mayor descaro, para poder equipar sus vehículos de combustible.

En la frontera colombo – venezolana, especialmente en el Táchira, algunos "chapeadores" vestidos de verde oliva (de los cuales muchos han sido detenidos) actúan junto a una mafia paramilitar y de narcotraficantes en el negocio del contrabando de combustible; ya que como todos sabemos, necesitan de nuestra gasolina para alimentar sus privilegios y además, para sostener la economía narco-dependiente de la oligarquía colombiana.

Todo el mundo se pregunta: ¿Por qué habrá tanto contrabando de gasolina para Colombia? ¿No será que es el combustible de la droga?

¡Amanecerá y veremos!



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Marco Tulio Arellano

Jubilado en Pdvsa

 arellanomt@hotmail.com      @Homugria

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