Comerciantes versus consumidores

Durante varios años les expliqué a diversos alumnos una de las leyes de Newton, "el principio de acción y reacción". Según esta, a cada acción (una fuerza), le corresponde una reacción. Otra fuerza de la misma intensidad y dirección pero de sentido contrario, con la certeza que las fuerzas en cuestión (la acción y la reacción) siempre actúan en cuerpos diferentes.

No pretendo dar un curso de mecánica en este artículo, dado que no es la razón de ser, mi interés es extrapolar tales leyes a las acciones y los movimientos de las clases sociales, cuando uno de ellas actúa sobre otra, en este caso, los comerciantes contra los consumidores.

Desde que apareció el uso de la moneda para realizar los intercambios comerciales, es decir, el negocio de la compra y de la venta para adquirir un producto, algunos comerciantes inescrupulosos siempre han intentado obtener elevadas ganancias de la comercialización de sus mercancías, adquiridas a un determinado precio. Por lo general, los onerosos beneficios provienen de la especulación. Es decir, las exorbitantes ganancias económicas ilícitas se avienen cuando el propietario decide vender el bien que adquirió, basándose exclusivamente en aumentos de precios en el tiempo.

En el intercambio de la comprar-venta actúan dos sujetos, el vendedor y el comprador. Este último, el consumidor que necesita el producto, cuando hay una acción, la del ofertante y una reacción, la del consumidor. Este intercambio podría ser normal, siempre y cuando el primero se condujera de manera prudente, cuando las guanacias obtenidas en su venta no agredan el bolsillo del otro. En caso contrario, podría cavilar sobre esto, la reacción en tales actuaciones, en muchos casos, desataría algo inusitado.

Sin pretensiones de filólogo la especulación económica es sinónimo de negocio, de lucro, de beneficio, de ganancia, de abuso, de usura, de estraperlo, de encarecimiento, de acaparamiento, de agio, de inflación, de reventa, de usura o de otros términos cuyos significados están vinculados a dividendos exorbitantes, por lo general, obtenidos por vías no convencionales o ilícitas.

La acción deshumanizada de una gran mayoría de comerciantes venezolanos y extranjeros no tiene explicación alguna. Para aclararla no sirve ninguna teoría económica, ni la macroeconomía, ni la microeconomía, tampoco la leyes del mercado. Ni Adam Smith, tampoco John Keynes y mucho menos Milton Friedman tendrían una justificación racional sobre lo que está ocurriendo en Venezuela en materia de precios, sobre todo en los renglones de alimentos, medicinas, pagos de servicios como colegios, reparación de autos, costos clínicos, servicios funerarios, entre tantas de las acciones que vinculan a quien cobra con quien paga. Lo único que ronda sobre este tema es una cruel, criminal, devastadora, canallesca e indigna especulación que atenta contra la salud física y mental de todos los venezolanos, víctimas de unos seres con fines desestabilizadores para generar una inflación inducida y de otros, quienes se aprovechan de la situación con objetivos crematísticos.

No hay ninguna teoría económica que explique el por qué un colegio privado cobre cien millones de bolívares mensuales para brindar una educación mediocre a los educandos; que una barra pequeña de chocolate en cuestión de una semana pase de costar 110.000 Bs hasta llegar 370.000 Bs. Tengo una hermana con un problema en de un tumor cerebral que la mantiene incapacitada en una cama y los médicos, sin vergüenza alguna, le piden, como parte del tratamiento 700 millones de bolívares, sin contar que el precio de un antibiótico es del orden de los tres millones de bolívares. El sueldo promedio de un profesor universitario, no pasa de cuatro millones de bolívares mensuales. ¿Qué se puede hacer con tal monto, si mi modesto mercado semanal, para dos personas, ronda en los cinco millones de bolívares. Los portugueses dueños de los supermercados de la zona de la hoya de El cafetal no obedecen a las leyes del mercado sino a las de la maldad de la especulación. Pareciera que el triunfo del presidente MM les dio una carta aval a los lusitanos para especular y los precios aumentaron de manera desproporcionada y desorbitante, ante la mirada complaciente de sus dueños e impasible de los funcionarios responsables del control de los precios de los artículos de primera necesidad.

Los consumidores no tenemos alternativa, los precios de las proteína subieron de manera exagerada con respecto a los salarios, los sueldos y las pensiones de la venezolanos. Es increíble que por un huevo de deba pagar Bs. 100.000, dado que un cartón cuesta en ciertos negocios tres millones de bolívares. Así mismo, los mercados municipales tampoco son alternativa, dado que sus precios compiten, en lo caro, con los de los supermercados. A esto debo agregar, una modalidad extraña entre el precio por punto y el precio en efectivo, la diferencia entre uno y otro es abismal, en algunos casos el doble. Parece que el billete se convirtió en una mercancía. Los buhoneros de Petare y Pérez Bonalde exhiben en sus manos, descaradamente, los fajos de billetes que ni los bancos lo poseen. De igual forma, como el efectivo es una mercadería, existen funcionarios bancarios que de los ahorros del cliente le facilitan billetes a cambio de un elevado porcentaje.

La especulación en Venezuela es una verdadera locura que no tiene pie ni cabeza, nadie puede presupuestar un mercado dado que es imposible conocer los precios de los alimentos. Estos dependen del vendedor, de si vas a cancelar efectivo o con tarjeta de débito, de la estrategia especulativa de la dueña(o) del supermercado. Por ejemplo: en un día aumentan todos los renglones que tienen que ver con los productos de lavar y se remarcan los precios, de tal manera que no se pueda escoger entre una panela de jabón de 1.500.000 Bs, hasta una bolsa jabón el polvo de 2.700.000 Bs. ¿Quién podría pensar que un kilogramo de alas de pollo puede tener el mismo valor que un kilogramo de muslo? Sinceramente, los comerciantes se asociaron para delinquir ante la mirada impasible de los funcionarios responsables, a pesar de los esfuerzos que hace el presidente MM para controlar la inflación inducida por estos malandros especuladores.

No tengo duda que los fenómenos sociales no se comportan como los fenómenos físicos y no podemos aplicarle las leyes de Newton. Ante la acción especulativa de los abusadores no existe una reacción de los consumidores de igual magnitud y de sentido contrario, pero si puede suceder una reacción impredecible. Para esto voy a tomar las palabras de María Sol Pérez Schael, tomadas del libro "Alba Sudaca vs. ocaso capitalista" del economista e investigador Francisco Mieres: "…En Venezuela se ha perdido la fe en todo, pero también se le teme a la muerte, y aunque es natural temblar ante el filo de tales extremos de desconfianza que amenazan y vulneran la tranquilidad del ciudadano, no cabe duda de que la sobreabundancia de contradicciones tarde o temprano despertará el letargo la mente adormecida del ciudadano". No es una amenaza hacia los comerciantes, pero no esperen que esa mente anestesiada despierte de la pesadilla y aquel sueño especulativo acabe de alguna forma de la cual será tardío arrepentirse.

Señores comerciantes, no esperen que los venezolanos tengamos que vender un riñón o negociar la sangre para mantener a la familia, piensen en el derecho que tiene la gente a alimentarse y disfrutar de un servicio médico tal como ustedes lo hacen con los suyos. Basta de especulación y del abuso, permitan que los venezolanos puedan disfrutar de una vida digna. Bien lo refirió Simón en la carta dirigida a J. A, Páez en 1828: "Para que un pueblo se libre debe tener un gobierno fuerte, que posea medios suficientes para liberarlo de la anarquía y del abuso de los grandes". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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