La leyenda de Adelardo y el homicidio de Mónica Spear

Sobre la relación entre los homicidios y la debilidad del Estado

Resumen: en este ensayo se establece una analogía entre la situación de la Europa de la Edad Media y la situación actual de países de América Latina con altas tasas de homicidios intencionales a partir de dos relatos propios de cada uno de estos casos, sacando a relucir la relación entre los homicidios y la falta de presencia del Estado.

"Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia; y que las escuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes propias, justas, legítimas y sobre todo útiles." Simón Bolívar

En su viaje de vuelta de Santiago de Compostela el caballero Adelardo, visconde de Flandes, fue alcanzado por la noche mientras atravesaba la meseta de Aubrac cuando Dios le muestra en su camino una cueva en la que podía abrigarse del inclemente clima y esperar el amanecer para continuar su viaje de retorno. Sin embargo, la aparente tranquilidad de la cueva pronto da lugar al horror al advertir Adelardo con la luz de su antorcha la presencia de numerosas cabezas de desafortunados viajeros decapitados por una desalmada banda local de asaltantes. Adelardo funda entonces un monasterio en Aubrac que servirá de refugio para las generaciones futuras de peregrinos.

La antigüedad y lo incierto de esta leyenda contrasta con el todavía reciente homicidio de la actriz Mónica Spear y su ex-esposo, en un asalto a mano armada del que sólo sobrevivió la hija de la pareja, quien resultó herida. Como es bien sabido los tres se desplazaban en carro por la vía de Puerto Cabello a Caracas cuando se quedaron accidentados. Mientras eran auxiliados por una grúa fueron atacados por una banda de asaltantes.

¿Existen analogías entre estas dos historias a pesar de la enorme separación temporal y geográfica? ¿Qué podemos aprender de los problemas del pasado que permita encontrar soluciones a los problemas del presente?

El Estado Nación y el control del territorio

La leyenda de Adelardo en sus diferentes versiones es contada hasta la actualidad por los habitantes de Saint Chély d'Aubrac en Francia, y es un reflejo de la inseguridad reinante en las vías del medioevo europeo en general y en particular en las rutas que llevaban a Santiago de Compostela, conocidas como los Caminos de Santiago y utilizadas por peregrinos de toda Europa para venerar las reliquias del apóstol. De la Europa medieval hasta la Europa actual, la inseguridad de estas rutas disminuyó enormemente pasando de ser endémica a ser anecdótica. Este cambio puede rastrearse hasta el tiempo de gestación de las estructuras que hoy conocemos como el Estado-Nación, asociadas a la transición del feudalismo al capitalismo.

En su acepción más cruda y diciente el Estado puede ser definido, parafraseando a Max Weber, como el ente que monopoliza la violencia en determinado territorio. Al hablar de violencia nos referimos a la capacidad o al uso de la fuerza para causar daño más allá de su carácter legítimo o ilegítimo. Hasta en los países más pacíficos como Islandia, Suiza, Japón, y en el caso Latinoamericano Cuba y Chile, independientemente de su sistema económico o político, existen estructuras del Estado capaces de ejercer la violencia de forma coherente, sin que existan prácticamente otros grupos o estructuras que puedan competir exitosamente en este uso de la violencia. En países en guerra, no existe un monopolio de la violencia en el territorio sino que dos o más grupos se encuentran en competencia para establecerse como detentores únicos de ese poder. En países con tasas de homicidios mayores o similares (según los últimos datos de la ONUDD) a las de países en guerra, como Honduras, El Salvador, Venezuela, Jamaica, Guatemala, Sudáfrica, México, Brasil, si bien el Estado está en control de buena parte del territorio, existen numerosos enclaves (carreteras, barrios, favelas, fronteras, caseríos, costas, selvas, territorio despoblado, terrenos baldíos) en los que la presencia del Estado es en el mejor de los casos intermitente, y en el peor de los casos inexistente. Estos espacios son utilizados por otros entes para ejercer la violencia con sus propios objetivos. Si bien la realidad de nuestros países dista bastante del feudalismo de la Europa medieval, comparten en buena medida los problemas resultantes de un Estado con medios o mecanismos insuficientes para imponerse en todo el territorio que le concierne.

En la Europa medieval en general, y en particular en los territorios en donde se escenifica la leyenda de Adelardo y que conformarían el estado francés, se desarrollaría un proceso en el que el poder central representado por la Monarquía o por una República, iría acumulando paulatinamente poder a costa del poder local y regional representado por los señores feudales y la aristocracia terrateniente. En Japón ocurriría un proceso similar durante la revolución Meijí así como en Estados Unidos con la independencia y más aún durante la Guerra Civil en ese país.

Este proceso pudo desarrollarse gracias a la gran cantidad de recursos materiales de los que empezó a disponer el poder central en comparación con los poderes locales. No es casual que la aparición de los estados nacionales se haya producido en paralelo al crecimiento del poder de la burguesía. Mientras que las armas, los alimentos y las retribuciones de los guerreros de los señores feudales y de las bandas de asaltantes del medioevo (en muchas situaciones puede que no hubiera diferencia entre ambos) eran financiadas con recursos provenientes de la tierra a través de la apropiación de parte de la producción agrícola y en menor medida del comercio y los bancos locales, las armas, los alimentos y las retribuciones a los soldados y mercenarios del rey o del poder central en ascenso, provenían cada vez más del comercio, de los bancos, de las colonias y de la producción industrial, a través de los impuestos. Eventualmente los banqueros, industriales y comerciantes más poderosos (es decir, la burguesía) en muchos de esos Estados desplazó a la monarquía haciéndose directamente los detentores del poder (revoluciones burguesas).

El neoliberalismo atenta contra el Estado Nación

Un ejemplo inverso al surgimiento de los estados nación puede encontrarse en los países del bloque soviético, en los que la existencia de un poderoso Estado es seguida de un proceso de pérdida de poder por parte de éste, a través de las privatizaciones y la descentralización promovida por el neoliberalismo, y la aparición de entes que compiten con el dominio del estado, en forma de rebeldes, mafias y bandas de delincuentes. En este caso vemos también cómo los recursos disponibles en manos de los estados, provenientes de la minería, de industrias y del campo, pasan al control de otros entes a través de privatizaciones. En muchos casos estos nuevos entes o forman parte de mafias criminales o transfieren recursos bajo coerción a esas mafias, a través de extorsiones, secuestros, comisiones, etc.

En el caso de la mayoría de los países latinoamericanos nunca ha existido un estado lo suficientemente poderoso como para monopolizar la violencia en toda el área que le concierne, y esto se debe en general a una insuficiencia de recursos materiales y de mecanismos para ejercer su poder en todo el territorio. Los estados originados con las guerras de independencia y potenciados en algunos casos con gobiernos nacionalistas y/o burguesías nacionales han visto truncado su desarrollo por la injerencia y el dominio de entes transnacionales y potencias extranjeras, en particular a través de políticas neoliberales (privatizaciones, tratados de libre comercio, descentralización de las políticas de Estado) impulsadas por el Fondo Monetario Internacional, lo que se ha traducido en una transferencia de riquezas hacia esas potencias a través de las ganancias repatriadas por empresas extranjeras, pago de deuda, y el intercambio de recursos naturales y trabajo manual por productos de alta tecnología. Mientras que los gastos del estado venezolano son del orden de los 150 millardos de dólares al año, los gastos del estado canadiense (país con una población similar a la de Venezuela) son de unos 700 millardos de dólares. Mientras que los gastos del estado brasileño son del orden de los 800 millardos de dólares al año, los del estado alemán (país con una población de menos de la mitad de la de Brasil) son de unos 1.500 millardos de dólares.

La falta de recursos y lo intermitente de la presencia del Estado en ciertos territorios deja el camino libre para el desarrollo de actividades económicas al margen de la ley (contrabando, narcotráfico, extorsiones, secuestros, robos) y la formación de grupos y entes que utilizan la violencia para sus propios fines. Estos grupos frecuentemente se encuentran en competencia entre ellos, competencia que se traduce en miles de muertos cada año. Grupos como las Águilas Negras, los Urabeños, los Paisas, el ERPAC y los Rastrojos en Colombia, los Zetas, el Cartel Pacífico Sur, el Cartel Sinaloa, el Cartel de Juárez, el Cartel del Golfo, el Cartel de Jalisco Nueva Generación y Los Caballeros Templarios en México, el Primeiro Comando da Capital, el Terceiro Comando da Capital, el Comando Revolucionario Brasileiro do Crime, el Comando Vermelho, el Terceiro Comando, el Amigos dos Amigos y la Liga da Justiça en Brasil, la Mara Salvatrucha y la M-18 en El Salvador, Honduras y Guatemala, la Spangler Posse y la Shower Posse en Jamaica, están constituidos por miles de miembros y tienen capacidad para operar a escala internacional. En paralelo existen innumerables pandillas de pocos miembros y que operan en ámbitos y espacios mucho más reducidos (en determinado barrio, ciudad, carretera). La relación entre estos grupos grandes y pandillas pequeñas también tiene similitudes con el vasallaje propio del feudalismo, en el que pueden existir frágiles alianzas entre grupos a diferentes niveles (entre pandillas pequeñas y grandes organizaciones por ejemplo) así como deserciones, divisiones y luchas internas. La ausencia del Estado se traduce en la suplantación de sus funciones por parte de estos grupos. En muchos barrios pueden existir bandas que si bien extorsionan y mantienen dominada a la mayoría de los habitantes, también ejercen una función de defensa de la comunidad frente a bandas de otros barrios, o incluso pueden brindar ciertos servicios a esa comunidad, lo cual potencia su dominio y su aceptación entre la población local.

En nuestros países se ha creado un intrincado entramado entre los diferentes grupos que actúan fuera de la ley, entramado que incluye instituciones del Estado en diferentes niveles. Como cualquier organización, estos grupos requieren para su funcionamiento de recursos materiales y humanos, los cuales son gestionados por una administración más o menos jerarquizada, dependiendo del tamaño y el ámbito de acción del grupo. De estos tres requisitos (fuentes de ingreso, personal y administración) el Estado generalmente ha apuntado y ha sido relativamente exitoso en atacar a las administraciones de los grupos delictivos (líderes, capos), lo que la prensa y las instituciones del Estado llaman desmantelar o desarticular una banda delictiva. Pero la persistencia de las fuentes de ingreso y de las fuentes de captación y reclutamiento propicia el surgimiento de nuevas administraciones en muy corto tiempo. La difícil tarea de ejercer un control sobre las fuentes de ingreso y sobre la captación de nuevos miembros requiere de un Estado organizado y con recursos suficientes.

Si bien durante la Edad Media en Europa existieron líderes militares capaces de vencer o someter a los señores feudales, no fue sino al existir un gran desequilibrio en las fuentes de ingreso del poder central y del poder local que el primero pudo someter de manera efectiva a los poderes locales. En Venezuela y otros países de América Latina se han dado pasos para fortalecer el poder del Estado, asegurando el control sobre los recursos naturales y nacionalizando industrias estratégicas. En un país en el que la prevención del delito está a cargo de numerosas policías estadales y municipales sin coordinación entre ellas, se están creando mecanismos para homologar y coordinar estas policías.

Fortalecer al Estado ¿pero cuál Estado?

Los planteamientos realizados parecieran apoyar la conformación de un poderoso Estado-Nación en nuestro país y en países con problemas similares de delincuencia. Sin embargo, al referirnos al estado de manera cruda como al ente que monopoliza la violencia, hemos querido resaltar el peligroso poder del Estado y los riesgos que ese poder implica. La creación del Estado-Nación en países como Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, España, se produjo al precio de una terrible represión en la que un grupo sometió e incluso exterminó a aquellos grupos considerados enemigos de su nación. Los nacionalismos exacerbados del siglo XX condujeron a mortíferas guerras mundiales. Muchas luchas de libertad y justicia social han sido impulsadas combatiendo contra poderosos estados. Tal es el ejemplo de las Guerras de Independencia de las colonias de nuestro continente en contra de las potencias europeas, tal es el ejemplo de las luchas de liberación nacional y en contra de sistemas discriminatorios libradas durante el siglo XX en países de Asia y África (Vietnam, Angola, Sudáfrica, China, Zimbabue, Filipinas, por nombrar algunos). No es cualquier estado el que debe fortalecerse, sino que debe tratarse de un Estado democrático y con objetivos de justicia social.

Acentuar el desequilibrio a favor del Estado

Una estrategia a mediano plazo para disminuir los homicidios en nuestro país debería apuntar por un lado al fortalecimiento del Estado dentro del marco democrático, socialista y respetuoso de los derechos humanos que es apoyado por cada vez más personas en Venezuela y en el continente, diversificando y potenciando sus fuentes de ingreso con una reforma fiscal con mayores impuestos progresivos, la aplicación de multas progresivas (proporcionales a los ingresos y a la reincidencia del infractor), y con la creación y expropiación de empresas estratégicas, extendiendo su presencia en mayor parte del territorio nacional. Con mayores recursos es que el Estado puede potenciar a las instituciones relacionadas con la seguridad: desde las escuelas que forman a los ciudadanos del país hasta la policía, la fiscalía, la defensoría, la contraloría y el sistema judicial encargados de persuadir a posibles infractores y castigar a infractores comprobados. Por otro lado se debe apuntar a restringir progresivamente las fuentes de ingresos de los grupos y bandas delictivas, y no enfocarse únicamente en su desarticulación. Para esto se deben establecer las principales fuentes de ingreso (narcotráfico, contrabando, extorsión, robo, secuestro) y promulgar leyes y establecer mecanismos que apunten específicamente a eliminarlas o a bloquear el acceso a estas.

Los países que tenemos un Estado construido con apoyo popular en la búsqueda de justicia tenemos la suerte de poder respaldar su fortalecimiento, aprovechémosla.



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