Dolor, lágrimas, pésame y un lastimoso acontecer

Una familia enlutada. Dos víctimas más de la violencia diaria en el
país. Un amanecer triste. Los artistas a la calle envueltos por la
acción que generalmente desarrollan en películas y novelas en busca de
la fama. Un despliegue de banderas negras. Una niña huérfana de madre
y padre con un futuro incierto. Un manto de lágrimas como tristeza
acumulada. Un despliegue de ira que cubre rostros. Amor y paz. Una
despedida sin adiós. Un crimen que nos delata ante el mundo. Un
rosario de ruego nos aflige.

Cuántos más caerán en ese sin fin de desconocidos que nadie recuerda
con una flor de lágrimas. El teatro de las acusaciones se sensibilizó
de dolor. Amaos los unos a los otros en una acción-reacción de
protesta. Un país enlutado muere de rabia. Mientras los asesinos se
drogan a diario y, en su afán de rencor apuntan hasta matar.

Una pesadilla hecha realidad. Un calvario que nos aguarda. Un “poder”
que vive de sus muertos. La rencilla de nunca acabar. Cárceles
atestadas de criminales. Y las armas asesinas de todo tipo y calibre
llueven de las tinieblas como la tempestad que nos arrasará sin darnos
cuenta. El clamor popular pide clemencia. La violencia asusta sin
razón. El verdugo nos tiene en su mira. El asesino no descansa.

La AN parpadea con sus leyes. Leyes que no desmantelan un peligro
inminente. Una diputada opositora que juega con la inocencia de
atrapar voluntades. Un policía que no sabe para qué es policía ni
resguarda ni atrapa ni cumple y más bien convive con el delincuente.
Un anochecer en qué no se sabe quién es quién y, al voltear se
descansa fríamente en una morgue. Los muertos se cuentan y la prensa,
la gran prensa, se rebosa de un amarillismo sin límite e incrimina. Lo
importante para ellos es culpar no importa ni cómo se ha perdido la
vida de eso viven y de eso han vivido. Se congratulan con la muerte y
la sacuden en primera plana.

La prevención del delito es un grito que ensordece a Venezuela. Y con
un despliegue de fetidez publicitaria una desde afuera dice que no
volverá por estos lares. Se encierra en la pasión de estar lejana con
su petulancia de apática. Quizás quiere vivir de su deslealtad con
caprichos. El que ama y padece muere en cualquier parte. Lo ideal:
morir peleando sin descanso. Y, la muerte es la sombra que nos
persigue y, quien le teme, muere de inocencia.

El clamor popular: vivir en paz. La droga y el alcohol como rutina se
abren paso en la ruina moral de nuestro pueblo que trata de sacudirse
con desvelo el sufrimiento de sus causas. Combatir el hampa es un
quehacer que debe estar al orden del día con tanto policía ocioso como
enemigo indirecto que descuida su accionar vigilante y se pliega como
uno más a nuestros enemigos.

Que Dios nos agarre confesados con una plegaria humanitaria que
ilumine a Venezuela y la cubra de bendiciones en que su iglesia no se
atreve afrontar con humildad sin caer en antagonismos políticos.

Una ex miss que en vida fue, Mónica Spear, –alabada por su gran pasión
interna por su país- vino a disfrutar sus navidades con los suyos,
acompañada de su esposo e hija y salvo ésta, ella y él, quedaron
sembrados como historia dentro de una página abierta que arrastra una
felonía despiadada que no aquieta un dolor que involucra un crimen e
intimida un sentir que se arraiga con desprecio y, que nos aparta del
justo acontecer de vivir en paz con nuestros sueños colmados de unión.

Venezuela debe despertar y buscar el camino ancho y venturoso en que
el miedo deje de ser una angustia y, el país como un todo a reclamar
sus derechos y los gobernantes a cumplir y hacer cumplir todos los
estamentos legales y, que no sea un adiós a un mal recuerdo que
arrancó rabia.



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Esteban Rojas


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