Los Waraos de la Casa Indígena Yakariyene esperan alternativas para mejorar su calidad de vda


El Delta del Orinoco, ubicado al noroeste de Venezuela, posee una superficie de 20 mil kilómetros cuadrados, que constituyen más de 70 brazos y canales que vierten sus aguas en el Océano Atlántico y cuyo vértice se encuentra en la bifurcación del Río Orinoco, en Río Grande y Caño Mañamo. El Delta del Orinoco ocupa la mitad del territorio del Delta Amacuro.

Debido a que las típicas precipitaciones anuales aumentaban el nivel del las crecidas del río Orinoco y sus caños, que inundaban las tierras fértiles y causaban destrucción de pueblos y cultivos, en 1966, la Corporación Venezolana de Guayana CVG, inició la construcción un sistema de diques, constituido por una estructura de control que regula el paso del agua de varios de los caños del Delta.

De esta manera, se rescataron de las inundaciones unas 390 mil hectáreas aledañas a los caños, pues la regulación de la aguas, y la recuperación de estas mejoraría en gran medida la calidad de vida de los habitantes de las zona, los Waraos.

Eso fue lo que creyeron los empresarios en aquel entonces, ya que nunca se tomaron la molestia de preguntar si el cierre de los caños sería verdaderamente beneficioso para los indígenas residentes.

Relató Carmen Felisa Bastardo, una de las Waraos afectada que en aquel entonces, debido a la escasez de enseres y a hermanos enfermos de tuberculosis, varios de ellos tuvieron que trasladarse a Tucupita, y cuando regresaron y trataron de atravesar el Orinoco con sus curiaras para llegar directo a sus hogares en caño Manamo, se encontraron con aquellos grandes muros de concreto.

“Tuvimos que montarnos en carro. Fue la primera vez, (...) y el susto fue tan impresionante que empezamos a gritar. Pensamos que el Orinoco ya no era el mismo, los Waraos ya no podían andar con sus curiaras.

A raíz de esas magnas construcciones, “el agua ya no corría y los peces se morían. Todos morían por culpa del caño, por haber cerrado el caño. En vista de que no teníamos que comer, nos regresamos nuevamente a Tucupita. Ahora allá no crece nada, todo se inunda de agua sucia, salada, que no se puede beber”.

Desde entonces se han asentado en la Casa Indígena Yakariyene, construida en 1983 con el fin de servir como centro de refugio temporal para aquellos indígenas Waraos que requerían asilo temporal, debido a que provenían de lugares remotos del Delta. Explicó Fátima Salazar, Directora del Instituto Regional de Atención al Indígena.

Ahora, la Casa Indígena se encuentra en una situación de hacinamiento y falta de salubridad e higiene, y a los Waraos que la habitan, les ha tocado deambular y pedir dinero en las avenidas y en las esquinas para subsistir.

Además, su cambio de vida ha llegado a desvirtuar su propia cultura e idiosincrasia, los más jóvenes adoptan el comportamiento del “jotarao”, (criollo), saliéndose así del control de sus padres.

Es decir, la forzosa emigración de más de 300 familias les ha causado problemas, no sólo de índole económico, sino también de índole familiar y social.

Inconformes, Fundavivienda, departamento adscrito a la Alcaldía del Municipio, conjuntamente con el Servicio Autónomo de Vivienda Rural SAVIR, han impulsado en los últimos años la ejecución de un programa de etno - desarrollo habitacional para los integrantes de la Casa.

Sin embargo, la complejo habitacional no satisface en nada a los que lo habitarán. Primero, las 63 viviendas muy pequeñas y escuetas, que no se parecen si quiera a sus añorados palafitos, y segundo, el proceso de construcción de las mismas ha sido muy lento, las obras las paralizan frecuentemente, y eso ha causado que sus fachadas no sean uniformes.

Al parecer, a finales de Agosto debían estar listas, pero según René Hernández, Ingeniero encargado de Fundavivienda, las obras se habían paralizado mientras bajaba la época de lluvia. Sin embargo, a estas fecha aún no se ha reanudado la construcción.

Mientras tanto, los indígenas siguen a la espera de alternativas que les ayuden verdaderamente a mejorar su calidad de vida.
“Bueno esas son las cosas que hacen los jotaraos, y no los waraos”. Comentó Francisco Navera, uno de los Waraos afectados.



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