Se cumplen 188 años del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre

Antonio José de Sucre

Antonio José de Sucre

Caracas, junio 4 - Hace 188 años, el 4 de junio de 1830 el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre murió asesinado en Colombia, en la montaña de Berruecos, por el sendero a Cabuyal, donde lo esperaban los asesinos Apolinar Morillo, José Erazo, Juan Gregorio Sarria y tres acompañantes. Estos habían sido contratados por el general José María Obando, comandante de las tropas del Cauca.

Prócer militar, político y estadista venezolano, fue figura fundamental de nuestra independencia y uno de los más leales y consecuentes compañeros de armas e ideas del Libertador, Simón Bolívar.


Antonio José de Sucre y Alcalá había nacido en Cumaná, estado Sucre, el 3 de febrero de 1795. Participó en la campaña de Miranda (1812) contra los realistas, y en 1818 marchó a Angostura, convirtiéndose en uno de los mejores lugartenientes del Libertador, Simón Bolívar, cuya amistad y respeto mantuvo de manera firme hasta el fin de sus días. Obtuvo decisivas victorias en Pichincha (24-5-1822) y Ayacucho (6-12-1824), acción que significó el fin del dominio español en el continente sudamericano.

Nombrado por el parlamento peruano Gran Mariscal y General en Jefe de los Ejércitos, proclamó la República de Bolivia, de la cual fue designado presidente vitalicio, pero renunció a tal cargo en 1828, a raíz de los motines en la nueva nación y la oposición del Perú a la independencia boliviana. El 4 de junio de 1830 regresaba a Ecuador con el propósito de mantener la unión grancolombiana, que ya se encontraba en proceso de disolución, pero fue asesinado en la sierra de Berruecos, víctima de una emboscada, cuando apenas tenía 35 años de edad.

El asesinato de Sucre fue como una “Crónica de una muerte anunciada”, ya que el mismo fue planificado y ejecutado en las Montañas de Berruecos- Arboleda (Nariño) Colombia, con alevosía, ensañamiento, ventaja y premeditación. Tras la cobarde acción, allí permaneció su cadáver por más de 24 horas hasta que los pobladores de las localidades cercanas le dieran cristiana sepultura. Si el mariscal se hubiese ido por Buenaventura, allí lo esperaba el general Pedro Murgueitio para darle muerte; si optaba por la vía de Panamá lo acechaba el general Tomás Herrera, y desde Neiva lo vigilaba el general José Hilario López.

Tres días antes de su muerte, el periódico “El Demócrata” de Bogotá publicó el siguiente artículo:

“Acabamos de saber con asombro, por cartas que hemos recibido por el correo del Sur, que el general Antonio José de Sucre ha salido de Bogotá… Las Cartas del Sur aseguran también que ya este general marchaba sobre la provincia de Pasto para atacarla; pero el valeroso general José María Obando, amigo y sostenedor firme del Gobierno y de la libertad, corría igualmente al encuentro de aquel caudillo y en auxilio de los invencibles pastusos. Puede que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar…”.

Fue una macabra conspiración política de gran audacia y magnitud, todavía en vida de Bolívar, a quien asumían ya sin poder ni salud para vengar su muerte. Con el asesinato de Sucre, lograron sus detractores lo que no pudieron materializar ni culminar con éxito 20 meses antes, en el atentado contra Bolívar en Bogotá, en la fría noche del 25 de septiembre de 1828.




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