Un
grupo de famlias pertenecientes al Movimiento de Pioneros, que luchan
por el derecho a la ciudad y a la vivienda, tomaron ayer (domingo 21 de
octubre) un terreno que tiene más de 30 años desocupado en La Urbina,
en el este de Caracas. La toma no tenía vocación de permanencia; es
decir, la intención de los participantes no era invadir para construir
barracas que luego se convirtieran en ranchos que luego se convirtieran
en casas insalubres, sino desarrollar allí una forma de comunidad
construida desde el cogobierno y la autogestión.
Sus demandas son:
abrir el debate sobre el derecho a la ciudad, que el Estado admita la
existencia de suelo ocioso en el municipio Sucre y permita su
recuperación por parte de los ciudadanos organizados; que se les asigne
este espacio a las 160 famlias representadas en el Colectivo, y un
crédito para construir un proyecto integral de vivienda. Este proyecto
fue elaborado por los mismos ciudadanos y su resumen gráfico fue
mostrado en pancartas desplegadas en la Cota Mil.
La
argumentación política y de principios puede leerse en los comunicados
que difundieron durante las aproximadamente ocho horas que duró la
toma.
En síntesis:
Nuestra
lucha no es por una vivienda para quienes hemos decidido tomar esta
acción. Es por el derecho a la ciudad, que por primera vez en la
historia se consagraría en una Constitución, si se aprueba la propuesta
de reforma constitucional que discute la Asamblea Nacional.Esta
acción plantea un debate de fondo: ¿Para quién es la ciudad? ¿Para los
grandes terratenientes urbanos, para los especuladores o para todos los
ciudadanos? Cada terreno ocioso, cada hectárea que se dedique a centros
comerciales o a torres de oficinas es un espacio que se les arrebata a
los ciudadanos.Se tolera
que los pobres ocupemos suelo lejos de la ciudad, o en zonas de alto
riesgo. Nosotros queremos decir que los terrenos estables, ubicado en
las áreas urbanizadas y centrales, como éste que hoy ocupamos, también
pertenecen a la ciudad, que somos todos, y debe ponerse a disposición
de todos.Terrenos
desocupados como este se encuentran en El Marqués, en la Avenida
Francisco de Miranda, Macaracuay, Baruta, incluso en las cercanías de
la propia plaza Bolívar de Caracas. Por eso es una gran contradicción
que diga que no hay lugar en Caracas para sus habitantes. Caracas
podría resolver los problemas de vivienda, servicios e infraestructura
de sus habitantes durante los próximos 10 años con los terrenos
desocupados con que cuenta.No
pretendemos invadir ni construir viviendas precarias. Exigimos que se
nos adjudique el terreno en forma colectiva, y crédito para producir
autogestionariamente una proyecto integral de vivienda y hábitat. Esta toma en custodia
pretende también exigir que el Municipio recupere los terrenos ociosos
y constituya un banco de suelo que se ponga al servicio de la ciudad y
de proyectos autogestionarios de vivienda y hábitat, y abrir un espacio
para discutir el Derecho a la Ciudad, previsto en el artículo 18 de la
propuesta de reforma constitucional.
La
acción del Estado en este corto pero interesantísimo evento fue
reveladora. La gente organizada tomó esos espacios y desde que lo hizo
le fue encasquetada la condición de "invasora". Como tal, fue obligada
a desocupar el terreno (que ya había comenzado a desmalezar) a punta de
bombas lacrimógenas y la brigada canina de PoliSucre. Un funcionario de
la alcaldía gritó que aquello era una orden del alcalde. La gente
exteriorizó sus sospechas: "Papi-Papi quiere hacer negocio con ese
terreno". Ni una cosa ni la otra pudieron ser verificadas. Se propagó
en el tumulto otro dato no confirmado: un proyecto de urbanización de
ese sector en poder de Funvisis. Un dato sí confirmado: en una parte
del terreno los chicos de la Policía de Sucre hace prácticas de tiro al
blanco. Centenares de cartuchos percutados así lo revelan, y también la
excusa de los tombos por haber lanzado las bombas lacrimógenas: como
ellos hacen sus prácticas allí, es probable que el gas que aspiraron
los tomistas haya sido de las bombas lanzadas a manera de
entrenamiento. ¿No te digo yo?
La toma (o
invasión,
pues) tuvo efectiva vigencia entre las 11:00 am hasta las 5:30 de la
tarde, aproximadamente. A esa hora la gente que se había instalado en
el terreno paró el flujo vehicular en la Cota Mil; poco a poco fueron
llegando funcionarios policiales, y lo hicieron en número tal que la
cosa daba como mareos: agentes de PoliSucre y PoliMiranda, la
Metropolitana, la Guardia Nacional, la División de Explosivos de la
Disip. Un idiota de la alcaldía quiso llevarse detenida a una de las
mujeres del grupo y estuvo a microsegundos de llevarse la coñamentazón
de la semana:
La
Guardia Nacional, la Policía Metropolitana y una funcionaria de la
Fiscalía apaciguaron los ánimos y la gente convino en marcharse por las
buenas, cosa que hizo a pie, bordeando la vía que baja a Guarenas y
perdiéndose en Petare entre tambores y consignas.
Observen un
fragmento del discurso de despedida de los compas, dirigido a los
tombos que poco antes los habían encendido a lacrimógenas que
se desplegó allí en forma de docenas y docenas de uniformes, cañones y
patrullas, era un Estado Burgués haciendo lo que sabe hacer:
defendiendo, mediante la disuasión, el privilegio de unos pocos a
mantener a los marginales fuera de su campo visual. Aquel vergueral de
policías no estaba allí defendiendo una vida humana, sino el increíble
"derecho" a la segregación que se han abrogado las clases medias. En La
Vega, Catia y otros sectores populares las ocupaciones o invasiones son
prácticas cotidianas, y el Estado no sube hasta allá para evitarlo.
Basta que un pobre pegue un grito en La Urbina para que aquello
pareciera una zona de guerra.
El territorio reclamado ayer por la
gente permanecerá ocioso un rato más. Hasta que el capitalismo, ese
cáncer que devora al país y a buena parte del planeta, decida que ese
terrenito está bueno para construir un mall. Entonces vendrán
tractores, arquitectos y esclavos contratados, y ya el terreno no será
ocioso:
NEGOCIO es traducción tramposa, desde la etimología, de
NEGación del
OCIO.
La
convención dominante en nuestra cultura ciudadana, moldeada por el
capitalismo y desde las necesidades del capitalismo, ha bautizado a los
grupos de gente que ocupan terrenos como
invasores.
El ser humano se ha apoderado del territorio de distintas maneras,
mediante distintos procedimientos y con mayor o menos violencia, pero
siempre depende de quién se apropie de qué territorio para que proceda
la etiquetación. Hasta finales del siglo XIX, los territorios que van
desde La Candelaria hasta Puente Hierro eran una hacienda perteneciente
a un señor que puso el grito en el cielo apenas vio como una banda de
sabandijas negras y aindiadas comenzaba a construir barracas en sus
linderos. A un reclamo de ese pobre rico el Gobierno desalojó a los
invasores.
Pero los invasores volvieron. Ha transcurrido poco más de un siglo
desde aquellos tristes eventos que afectaban a un respetable señor
propietario, y si usted se para en La Candelaria y le dice a cualquier
habitante actual: "Esto es una invasión", lo más probable es que lo
cacheteen o lo manden a un manicomio. Yo quisiera ver a los bisnietos o
tataranietos de ese señor demostrando, papel en mano, la titularidad de
esa tierra, y solicitando un desalojo para tomar posesión de un terreno
de la familia. Larry, Klaus y sus fans tal vez le devolverían "su"
tierra al propietario, pero por fortuna Larry, Klaus y sus fans no
serán nunca jueces de la República.
El evento histórico que dio
origen a esta ciudad fue violento, caótico y sangriento. Pero lo que
lleva a cabo el hombre europeo, blanco o amoldado a los cánones de una
hegemonía es considerado legal, ordenado, justo y legítimo; lo que hace
el ser humano pobre en ejecución del universal impulso de ocupación de
territorios, de proliferación y diseminación espacial, es invasivo,
informal, ilegal, asqueroso y criminal. La fundación de Altamira fue
una maravilla porque fue dizque planificada por hombres pulcros y
brillantes; las zonas informales de La Vega y Petare son aberraciones
porque fueron construidas por gente con más necesidades que academia.
La ciudad formal se hizo para las familias pudientes capaces de pagar
altos precios por sus pequeños paraísos; la ciudad informal es un
invento de seres oprimidos, improvisadores y semisalvajes.
Ahora,
cuando las divisiones artificiales de la ciudad han perdido su eficacia
segregacionista, los pobres están dispuestos, y además destinados por
dinámicas sociales e históricas irreversibles, a ocupar los espacios
que la clase media cree suyos. Esa convicción y esa tesis
El seudointelectual llamado sociólogo, urbanista o historiador ve con asco
las ganas que les tienen muchos desposeídos a las extensiones ociosas
llamadas campos de golf. Ve con asco también el hecho de que los
ciudadanos pobres sean una presencia cada vez más constante (e
incómoda) en el este político-cultural de Caracas. Para ese sujeto hay
malas noticias: mediante invasiones o adquisición formal de viviendas y
espacios, los pobres ocuparemos toda la franja norte de Caracas,
totalmente, en un proceso que ha de durar varias décadas. Esa ocupación
comenzó; primero ha sido una ocupación cultural, mediante la imposición
de nuestra estética, nuestro lenguaje y nuestras formas; poco a poco
esa ocupación va siendo presencial. "Marginalización" o
"ranchificación", lo llama el sifrino preocupado; estización lo
llamamos otros. Unos pocos. Pero igual va. Pónganle el nombre que
quieran.