Democracia participativa del siglo XXI

El tema de la democracia participativa requiere de una enorme divulgación en estos precisos momentos, por supuesto no sin antes compenetrarse en la teorización para su comprensión y posterior traslado del manejo de esta categoría hacia las mayorías populares, porque son en sí las responsables de respaldar y poner en práctica ese modelo democrático. Es tarea de los genuinos revolucionarios empaparnos del contenido de este esquema de participación ciudadana -al cual las oligarquías le tienen pavor- y después trasladárselo a las masas.

Los grandes politólogos de renombre acuden a los añejos manuales sobre política para iniciar el tema de la democracia en general, iniciando con el abordaje de la democracia en la Grecia antigua como el lugar donde se puso en práctica la misma; aunque hay quienes afirman que los griegos sencillamente fueron los primeros en escribir y sistematizar las ideas sobre la democracia, pero que anteriormente ya habían culturas prehistóricas –me refiero a la historia no escrita- que practicaban este tipo de ejercicio de participación en las organizaciones y decisiones importantes de los grupos sociales de esos tiempos.

Con el tiempo surgen las teorías relativas a la democracia, como la democracia directa, participativa y representativa. Pero se ha ido demostrando que ésta última ha entrado en crisis y no es viable que siga teniendo vigencia teórica ni positivada en las leyes, por cuanto la población en esencia no participa en las decisiones de su interés. En la democracia representativa el pueblo únicamente el día de la elección lo que hace es delegar su voluntad a otros ciudadanos y después de ese evento no es tomado en cuenta en los asuntos trascendentales. Por esa razón ese modelo de democracia ha perdido toda legitimidad y credibilidad, porque la tradicional clase política está totalmente desprestigiada y es de urgencia necesidad entrar en una fase transicional que permita la participación concreta del pueblo. A este tipo de democracia se le conoce como democracia participativa, y más específicamente nos referimos aquí a la del siglo XXI, a la experimentada en Venezuela, Bolivia y Ecuador. En la antigua Grecia, en efecto sí se puso en práctica la democracia directa y participativa, pero con la gran limitante que únicamente los “ciudadanos” tenían el derecho de participar en política, puesto que la gente “corriente” y los esclavos eran excluidos de esa forma de ejercicio político.

En tiempos de la Revolución Francesa también existió su propio modelo de democracia. Y algo rescatable de ese modelo de democracia era que el pueblo observaba in situ las deliberaciones de sus elegidos en la Asamblea Nacional. El partido de “la montaña”, o sea el de los radicales jacobinos y el de los moderados –los girondinos de “la llanura”-, conformaban los dos motores de la democracia francesa; Roberspierre, Danton y Marat eran fieles compañeros, y en el lado de los moderados teníamos a un Desmoulins como líder; pero había un tal José Fouché, era el más temible de todos, el partido al cual siempre apoyaba era aquel que necesariamente siempre al final salía como vencedor, siempre se hacía al lado de los que triunfaban. De esos hay muchos dentro de la izquierda de hoy en día, como los hay mayoritariamente en la derecha.

Antes de entrar al tema de la democracia participativa del siglo XXI, es preciso al menos mencionar que en el siglo pasado, la democracia representativa tuvo su mayor esplendor, pero con la instauración del modelo socialista en la Europa del Este se logró comparar la viabilidad o no de ambas democracias. El modelo socialista tuvo sus desaciertos por el exceso de burocratización en las instituciones del Estado, lo cual sirvió para corromper a militantes y dirigentes de los partidos de izquierda. Hoy en día, como ya se ha dicho, la democracia representativa ha entrado en crisis porque ésta ha venido a favorecer a las elites políticas y económicas, empobreciendo en gran manera a la población porque en este tipo de democracia a los funcionarios se les conceden poderes ilimitados que les permite imponer leyes que benefician a los grupos de poder económico en detrimento de la clase trabajadora. Afortunadamente, con la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela, se logró implementar un modelo de participación ciudadana en donde al pueblo se le consultan las decisiones más trascendentales a tomar, prueba de ello es que Chávez ha ganado más de 10 elecciones consecutivas (Referendos y Consultas Populares) con la mirada ensimismada de la comunidad internacional. Posteriormente Bolivia y Ecuador han seguido ese ejemplo de participación ciudadana.

Establecer la democracia participa en El Salvador requiere de un enorme esfuerzo de la Dirigencia del partido FMLN, porque este país es uno de los que cuenta con unas derechas política y económica más ortodoxas y fieles sirvientas del imperialismo yanqui en América Latina. Además, sabemos a la perfección que este es un gobierno de “unidad nacional”, el cual al menos yo lo percibo como una especie de transición hacia la democratización del país y posterior advenimiento de una sociedad socialista. Ello requiere de organización y educación política del pueblo. Hay que comenzar educando a los militantes del FMLN, porque deben comprender qué es el socialismo científico para que después se lo expliquen con palabras comprensibles a la ciudadanía. Hay que nutrirse de las ideas de Marx. Esto implica comprender aunque sea mínimamente algunos postulados del marxismo, sobre todo de las tres vertientes que oxigenaron las neuronas de Marx.

El joven Marx tuvo que leer primero todo el compendio de la filosofía clásica alemana, devoró los libros de Feuerbach y George Hegel; después de ser exiliado en Francia estudia a los utópicos socialistas, para después enclaustrarse en la biblioteca de Londres a estudiar a Adam Smith y David Ricardo; es decir, el estudio de la filosofía clásica alemana, el socialismo utópico francés y la economía política inglesa, fueron los insumos de Marx para la creación del Materialismo Histórico y Dialéctico -éste último con la ayuda de Federico Engels-, dando como resultado la creación del Socialismo Científico, una vez comprendido esto en líneas generales tendremos nociones y las suficientes credenciales para llamarnos militantes de izquierda; por supuesto que esto pasa por trabajar en el terreno de la concientización popular. Quien ignore esto no puede llamarse revolucionario. El camarada José Luis Merino (Ramiro Vásquez) ha anunciado últimamente que este año es clave para el FMLN, porque debe demostrar que es el partido que lleva la hegemonía en el país. Esto requiere de mucha educación política de los militantes y de más organización popular.

Pero habrá algunos “revolucionarios” que tratarán de obviar ese sinuoso camino de la lectura revolucionaria, aduciendo que no queda tiempo para esa tarea o que esa idea ya fracasó y que hay que avanzar porque el pueblo quiere respuestas ahora mismo; incluso algunos se quedarán al nivel abstracto de la lectura y no harán trabajo político con el pueblo. Habrá otros que dirán que un esfuerzo de esta naturaleza conllevará al fracaso. Estas diversas posiciones simplistas de ver las cosas por adelantado calzan con una idea que imperó en la edad media, el calvinismo laceró las iniciativas de la gente pensante de esa época con la teoría de la predeterminación, Juan Calvino le dio vida a esas posturas celestiales. Y hay otros “revolucionarios” que militan en el Partido cuyo fin es sobrevivir a expensas de alguna entidad pública o beneficiarse de prebendas. Este tipo de “revolucionarios” deben ser aislados dentro del Partido, porque serán la maleza que ahogará la puesta en práctica de la democracia participativa. Como diría Lenin: “estas personas prestan un flaco servicio a la revolución, al no saber qué es una revolución”. Un verdadero revolucionario no debe desconectarse del pueblo, más que un cuadro, debe ser un militante de cuadra, multiplicando y transmitiendo el pensamiento revolucionario. Un verdadero revolucionario debe ser solidario con el más necesitado, debe abrazar la lucha del noble pueblo cubano, de la Revolución Bolivariana, ecuatoriana y boliviana. Deben tener clara la necesidad de apoyar las diversas luchas populares, deben comprender la legitimidad de la lucha del EZLN en México y de las FARC en Colombia.

Un revolucionario debe sumarse a las luchas populares reivindicativas, no debe “sudar la camiseta” como dicen por ahí, únicamente por alcanzar un puesto dentro del gobierno, escalar si ya lo está, o en el peor de los casos ayudar para que gente de derecha forme parte del actual gobierno. Así no transitaremos hacia la Democracia Participativa del Siglo XXI. Este tipo de democracia se construye trabajando a la par del pueblo en cuanto a su organización y educación política. Esto es clave porque al concientizar al pueblo, se logrará obtener un mayor número de diputados en la Asamblea Legislativa para darle vida a esos mecanismos de participación ciudadana como el Referendo, Plebiscito y Consulta Popular. Al tener estas herramientas tendremos la oportunidad de que se nos consulte sobre temas de gran importancia para el país. Para el caso, imaginémonos que ya tuviéramos esas herramientas y se nos preguntara si estamos de acuerdo o no sobre el incremento o eliminación de la tarifa fija de telefonía, o si el gobierno de Francisco Flores hubiese preguntado si estábamos de acuerdo en la dolarización de la economía. No me cabe la menor duda que el pueblo en ambos casos hubiese dicho que no. A este tipo de democracia es al que le teme la oligarquía, pero le favorece en gran manera a las mayorías populares su implementación.   



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