Es frecuente que a cualquiera le hagan la consabida pregunta ¿tú eres chavista?. Ante esa pregunta, y sabiendo qué es lo que en el fondo quieren decir, uno responde que si. Pero ¿realmente es uno chavista? Si uno responde que es chavista, eso pudiera significar que antes del año 1992 uno no tenía ningún tipo de identificación o afiliación ideológica o política. Cuando uno explica eso, algunos señalan que entonces uno es oficialista, o gobiernero, o emeverrista, etc.
Pues bien, quienes militamos desde hace años en el proceso revolucionario debemos identificarnos con claridad. Somos REVOLUCIONARIOS, y así hemos sido siempre. Algunos militaron en movimientos progresistas y revolucionarios de los 60 y de los 70, otros, más jóvenes, incursionamos en la política desde los años 80. Son muchas las experiencias de quienes se dieron por entero a la construcción de la Revolución, desde antes de que apareciera Chávez en la palestra pública.
En los años 80 se vivió el proceso de enfrentamiento contra el gobierno de Luis Herrera y su famoso viernes negro, luego contra el nefasto gobierno de Jaime Lusinchi, su detestable Ministro del Interior, José Ángel Ciliberto y su famosa barragana. En esa década, quienes éramos estudiantes tuvimos que sufrir las muertes de muchos compañeros que dieron su vida por luchar contra esa falsa democracia. Fue la década de las masacres de Cantaura, de Yumare y del Amparo. Personajes como López Sisco y Posada Carriles eran los ídolos del fascismo y la ultraderecha. Por el contrario, en los recintos universitarios, semillero de muchos bolivarianos de hoy, se difundían conceptos como el de la Democracia Participativa, la horizontalidad, las decisiones por asambleas, y consignas como Todo el Poder para el Pueblo. Los numerosos asesinatos y allanamientos a universidades y casas de activistas estudiantiles curtieron el espíritu y prepararon lo que serían las batallas posteriores. A nivel nacional, y durante el Gobierno de Lusinchi, el movimiento estudiantil logró arrancarle las estructuras de organización gremial a los partidos políticos, sentando las bases para la construcción de un movimiento de corte independiente, progresista, antiimperialista y revolucionario a nivel nacional. El movimiento campesino, con los Cañizos como emblema, el incipiente movimiento sindical, y las organizaciones y grupos culturales de base, también se hicieron sentir.
El estallido social del 27 de febrero encontró a los revolucionarios desprotegidos y sin ningún tipo de articulación que permitiera lograr saldos organizativos de esa jornada espontánea del pueblo. El Gobierno de Pérez logró desarticular el movimiento revolucionario, pero sólo de forma temporal. El intento de Golpe de Estado de 1992 se venía gestando y una nueva época comenzaría para Venezuela.
Quienes participamos en esas jornadas de lucha no éramos, por tanto, chavistas, ni mucho menos oficialistas o gobierneros. Aunque reconocemos que el Presidente es quien comanda, muy merecidamente, este proceso revolucionario, eso no nos hacía, por razones incluso hasta temporales, chavistas. El mismo Presidente se ha autodefinido como un instrumento del pueblo, como una brizna de paja en el huracán de la revolución. Él no se ha definido asimismo como Chavista sino como Revolucionario. Hoy en día tampoco somos oficialistas. Ni mucho menos gobierneros. Precisamente, lo que buscan los auténticos revolucionarios de hoy es convertir a todos en el Estado, diluir el poder en el pueblo, aplanar las estructuras, darle vigencia al planteamiento de la horizontalidad y construir la participación popular. Señalamos todo eso reconociendo al Presidente Chávez como el auténtico y legítimo líder de la revolución, incluso insistiendo en la necesidad de votar por el NO este 15 de agosto.

Por eso concluimos reiterando, que no somos chavistas.
Somos REVOLUCIONARIOS.

ofgomez@espacioautogestionario.com
www.espacioautogestionario.com