Sólo las iniciativas productivas eficientes pueden levantarnos de la crisis estructural que vive nuestra economía. Entrampados en una serie de políticas con pretensiones socialistas pero con una sostenida condición de libre mercado, amparado ante una Constitución que impulsa abiertamente la iniciativa privada, aún más que la Constitución del 61, que potenciaba el capitalismo de Estado, por cierto, tan amparado por Antonio Ponte en la columna de opinión “Un Grano de Maíz”, la situación económica de nuestro país cada día más se sumerge en una diatriba ideológica y práctica: socialismo, capitalismo de Estado o libre mercado.

Es irónico pensar que en la actualidad, las políticas sociales están sumergidas bajo el accionar de una empresa, como lo es PDVSA, recargándole las misiones a una empresa que aunque se quiera que sea de producción social está sujeta al merado internacional, ya que la ineficiencia del aparato burocrático no ha podido mejorarse en 10 años, generando una fuerte disminución de la capacidad de inversión en nuestra principal industria. En la actualidad lo que mantiene a nuestra economía es el gasto público, en razón de la disminución paulatina de la retención de impuestos del sector productivo privado, por su disminución en la inversión, lo que incide radicalmente en la mayor dependencia del sector petrolero.

En contraposición a esto, el sector privado, irónicamente, es el sector que permitiría, en una condición de libre mercado y en un contexto globalizado del que no podemos escapar, el reflotar la economía, y es por ello que se moviliza toda la estrategia gubernamental actual a potenciar los microcréditos y los créditos a las PyMES para hacer reflotar la economía de nuestro país, muy a pesar de Antonio Ponte.

Existen dos opciones posibles: “o nos entregamos o nos lanzamos”, esto quiere decir: o transitoriamente seguimos potenciando el libre mercado en el marco del fracaso del capitalismo de Estado; profundizamos el capitalismo de Estado con el aparato burocrático existente; o transformamos la economía para dar pie a la capacitación real de las comunidades en el sector productivo.

El Producto Interno Bruto en los últimos 9 años ha tenido un promedio de crecimiento del 3,4% apenas superior al crecimiento de la población y objetivamente insuficiente en relación con los cuantiosos recursos de que se ha dispuesto. El crecimiento ha sido inorgánico, los servicios han crecido mucho más que los bienes, damos pasos agigantados en telecomunicaciones y finanzas, pero la producción material se queda atrás e incluso la industria petrolera se estanca en su potencial físico de producción, y aumenta el consumo interno financiado por el Estado como consecuencia del crecimiento del parque automotor.

La solución, después de 10 años aún es a mediano o largo plazo, nuestra condición económica actual pareciera no superar el trienio de bonanza de 1975 a 1978, ya que aún cuando el precio del petróleo ha aumentado considerablemente, la producción de los barriles de petróleo sólo a aumentando en un 6% aproximadamente. Lo que implica una dependencia total del libre mercado petrolero internacional.

Es posible que la solución radique en una mayor inversión de las ganancias del petróleo en otras áreas productivas, el dilema es si se invierte desde el Estado ahora ineficiente o se le otorga al sector privado para garantizar el aumento de la productividad en desmedro de las condiciones sociales de los trabajadores. Pareciera que una solución parcial es invertir en este sector empresarial privado, mientras se reacondiciona el sector público productivo para hacerlo realmente productivo, en miras a la potenciación de un sector de propiedad social colectiva que esté capacitado para lograr el objetivo. Pero el papel aguanta todo, mientras tanto la crisis económica mundial nos frena en el avance a una economía socialista real en red con otras economías similares que garanticen el desarrollo de un proyecto socialista.



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