A Dayana Mendoza

Por estimarme caballero, no proferiré contra usted ¡Oh Soberana!, ninguno de los epítetos que bien se merece, por haber dicho lo que dijo sobre su “divertido” paseo por la Base Naval de Guantánamo, allá en la mayor de las antillas, nuestra hermana, la República de Cuba. No obstante, como venezolano y por ende como su compatriota o paisano – conmigo puede utilizar el termino que menos la exponga a la urticaria – creo tener el derecho de precisar, a través de esta misiva, algunos conceptos y situaciones que no debió usted obviar al momento de emitir sus opiniones, respecto a ese su viaje, en compañía de la Srta. Stewart, a la sazón Miss Estados Unidos, quien por estar en una instalación militar de su país – que no en su país ojo – seguramente hizo las veces de anfitriona. 

Dayana, desde antes de que usted y yo naciéramos ese maravilloso trozo de isla, con esas “playas increíbles” que de acuerdo a su apreciación es un “lugar tan relajante, tan tranquilo y hermoso”, le fue arrebatado a Cuba, en contra de su voluntad, por los Estados Unidos de Norteamérica, en contravención a toda – oiga bien – a toda la legislación interna de ese país y en contra de todas las normas vigentes del Derecho Internacional. Esa base, esas cercas y esas tropas amiga, constituyen hoy por hoy, una de las muchas afrentas que contra la humanidad, mantienen en el Caribe los yanquis, así como mantienen los muros de la vergüenza, en su frontera con Méjico y en Israel para separarlos de los palestinos, respectivamente.  

Por si esto fuera poco, desde hace unos años a esta parte y a propósito de la guerra ilegal e inmoral que Estados Unidos libra dizque contra el terrorismo, invadiendo a Irak y Afganistán – ¿te suenan esos nombres mi amor? – los que le ha costados a esos pueblos centenares de hombres, mujeres y niños muertos, Guantánamo fue convertido en una prisión que alberga en sus instalaciones a cerca de 240 seres humanos, a quienes de manera ilegal y arbitraria se les privó de su libertad, violándoseles el derecho a ser asistidos por un abogado, a tener un debido proceso, a ser visitados por sus familiares, a comunicarse con ellos y aún con otros prisioneros. Seres humanos Dayanita, si señor, humanos como tú, como yo, como tus padres y hermanos, a quienes durante años se les sometió a los más espantosos vejámenes, abusos y torturas como aquella tristemente célebre “Simulación de Ahogamiento” donde muchos perdieron el conocimiento y la vida. Y digo la vida porque aún el mundo no sabe cuantos de ellos murieron, ni cuantos de ellos podrán seguir viviendo si logran salir al fin de ese infierno, moral y humanamente muertos.  

De tal suerte, que mientras a ti no te daban ganas de irte, allí hay quienes desearían no haber llegado nunca. De manera que mientras a ti te llevaban a “conocer a los perros”, allí se siguen tratando no como a perros sino peor que a los perros a un montón de seres humanos, a quienes se les humilla y se les mancilla su dignidad, en las manos de “todos los chicos del Ejercito” que fueron increíbles contigo. Increíblemente cínicos, increíblemente crueles, increíblemente inmorales e increíblemente inhumanos.  

Así las cosas mi querida reina, habiéndole dicho ya lo que quería y que además era necesario, sin ofenderle, sin calificarla, sin dejar de admitir que sin lugar a dudas es usted una mujer hermosa, es que no aspiro más a que lea usted estas líneas con un poco de atención y guarde prudencia al emitir otra opinión respecto a Guantánamo o a otro pedazo de país despojado por Estados Unidos a algún pueblo del mundo. Porque después de todo Dayana y gracias a Dios usted no es la reina de este mundo, es la reina del Universo, de un Universo que seguramente debe estar a un millón de años luz de este en el que vivimos nosotros.

 

rubenvillafa@hotmail.es



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Ruben Villafañe


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