Para la oreja, Hugo

Hugo, ya pasó el mareo y la marea electoral. De nuevo el país se nos tiñó de rojo, y aunque en algunos estados, poquitos, la torta no vino completa con la guinda de la gobernación, tenemos una mayoría enorme de alcaldías. Si comprendemos que esas instancias más cercanas al pueblo son del PSUV, ello nos permite calificar al 23N como un triunfo rotundo: dependerá ahora de la participación activa el lograr que eso se convierta en más poder para el pueblo.
Pero ahora que hablamos de participación, nos toca hablar de la abstención. Diez años, Hugo, y todavía hay un cuarenta por ciento de la población que no se motiva. Ni pa'cá ni pa'llá. Eso es bien chimbo, camarada: la abstención fue muy alta en los sectores que más necesitan de la revolución, los sectores para los cuales se diseñó esta revolución.
Tú dirás: "Yo me fajé, les consta, me fui pa' todos los estados, hice discursos, hice cadenas, entregué obras a las comunidades, aquí los que me fallaron fueron los patrulleros que no hicieron su trabajo"... y tienes razón, pero no toda la razón.

Tú no puedes pedirle a la gente que vote por carajos ambíguos. Diosdado, por ejemplo. Yo no conozco los detalles, pero a mucha gente (me incluyo) ese tipo no nos cae bien. Dicen que tiene sus propios planes, que te tiene agarrado por las botas, qué se yo... pero tú, que no eres pendejo, debes haber oído algo al respecto y deberías haber hecho algo, porque los camaradas comprometidos como yo y los demás compatriotas que sabemos lo importante que es mantener territorio votamos disciplinadamente por él, pero otros no lo hicieron. Tampoco es que votaron por Radonsky, pero no se animaron a ser cómplices de otros cuatro años de Diosdado, así que por allí se nos fueron los votos que necesitábamos para montar a Aristóbulo en la Mayor, y esa sí que es una pérdida importante, igual que perdimos el chance de tener a Jesse trabajando duro acá en el municipio Sucre, tan abandonado por José Vicente Rangel hijo. Y no sabemos qué le pasó a Barrigueto, el desaparecido sin gloria.

Tampoco puedes ser tan ingenuo como para creer que a punta de consignas vas a lograr convencer a todos. La revolución no es solamente una huracán emocional que reafirma los valores más puros de la humanidad y de la hermandad. La revolución necesita abrirse caminos allá donde más falta hace que llegue: sin ir más lejos, en las vísceras del barrio, en los rincones oscuros en los que se refugian los excluidos, aquellos a quienes el sistema capitalista, de tanto castigarlos, les ha amputado su bién más preciado, la esperanza y la disposición a ser seres humanos con derechos.

Esos ciudadanos, Hugo, no han sido alcanzados por nada que les quite de encima el estigma de haber nacido o haber caído en la marginalidad, y necesitan, más que ningún otro grupo humano, de la luz que los aparte de la apatía, de la oscuridad de la ausencia de valores y de la urgencia de las necesidades básicas que sólo pueden satisfacer rebajándose al atraco, la mendicidad, la venta de drogas o la prostitución, que los apartan aún más de su legítimo derecho a ser ciudadanos que tienen voz Y VOTO.

Llegar hasta ellos, Hugo, es algo que no se logra con la televisión. Nos toca a nosotros, a todos los que sabemos que esa condición de vida subhumana es un peligro para la sociedad en su conjunto, el ir hasta ellos y hablarles cara a cara para darles la mano y la ayuda necesaria para reencontrarse con la esperanza. Algo que tratas de hacer con las misiones. Algo que deberíamos haber logrado tiempo atrás de haber coordinado en su momento la creación de los centros de formación ideológica. Algo que deberíamos haber tratado de solucionar si a los patrulleros, y antes a los que batallamos en la campaña de Santa Inés y en los demás eventos electorales se nos hubiese encomendado la tarea de ser algo más que proselitistas políticos, algo así como misioneros encargados de llevar la antorcha revolucionaria en una mano y el maletín de primeros auxilios sociales en la otra, levantando diagnósticos y detectando las condiciones que mantenían y mantienen a esos venezolanos sumidos en el abismo del olvido y la indiferencia.
Ahora que quieres aprovechar el empuje de esa marea que nos permitió ocupar tantos bastiones de lucha para nuestro proyecto de país y quieres canalizarla para asegurarnos el derecho a reelegir a un presidente cuantas veces nos plazca, te sugiero que vayamos a por esos votos potenciales, que nos harán mucha falta para compensar la merma que pueda producirse en lo que llamamos "voto duro" debido a las campañas de satanización de la derecha y los intereses ocultos de la fracción oportunista del PSUV... pero no podemos ir sólo a pedirles eso.

Aprovecha la ocasión para llevar el evangelio y los logros revolucionarios a los lugares que no lo han recibido. Dedica fondos a capilarizar la formación ideológica y la solución de los problemas de los excluidos.

No les puedes pedir que sólo vayan a votar para algo que a ojos de muchos sólo se puede interpretar como una manera de anclarte al poder. Tienes que asegurarles que hay más que eso, y una de las formas de hacerlo es la de proponer más artículos a ser enmendados.

Por ejemplo, la reducción de la jornada laboral, que abre más puestos de trabajo y ayuda a redistribuir los sueldos entre más trabajadores. Otro ejemplo, modificar el artículo 72 para que los refrenda revocatorios sean automáticos a mitad del período, lo cual obligará a los funcionarios electos (diputados, gobernadores y alcaldes) a trabajar duro desde el principio para pasar con éxito ese examen parcial de desempeño sin la engorrosa recolección de firmas que se ha prestado a ser usada para discriminación política.

Hay otras más a escoger entre las 69 que se sometieron a consulta el 2D, pero eso sí: que se pueda votar artículo por artículo. No vayamos a cometer el mismo error que el año pasado ni a perder la oportunidad de aprobar aunque sea algunas de todas las enmiendas propuestas por meter todos los huevos en una sola cesta.

Tienes que reconocer que no siempre aciertas y que no sabes aceptar la crítica constructiva.

No arrastres a todo el tren ministerial a todas tus alocuciones: ellos necesitan ocupar su tiempo en desarrollar acciones concretas para materializar la revolución, no en aplaudirte. Al pobre le indigna ver a esos asalariados sentados escuchándote en vez de verlos trabajando con la debida autonomía en la solución de los problemas del colectivo. Igual que a muchos cuadros les desagrada que les digas que tú eres el único que garantiza la revolución, en contra de la idea de desarrollar en todos los frentes a los voceros del poder y del saber de ese colectivo que es el que finalmente debe ser el dueño de este proceso.

Recuerda que eres presidente de TODOS los venezolanos, aún de los que te adversan; a pesar de sus insultos, no puedes utilizar expresiones que los hagan sentirse desprotegidos y marginados del proceso. La revolución no sólo debe ser inclusiva, como en efecto lo es: debe también parecerlo.


muninifranco@gmail.com



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Franco Munini


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