Revolución temprana

Del último “ideario” político venezolano, resumido en cuarenta tristes años, con cuarenta tristes tigres incluidos, desapareció –con cierta dosis de premeditación y alevosía-- la palabra revolución. Nosotros, nacidos a comienzos de aquella década del 60--siglo XX, pocas veces pudimos reconocerla en los textos históricos oficiales, pensados por quienes pretendieron someter nuestros espíritus a su propia conveniencia. La revolución fue siempre una cosa vaga, inalcanzable, extraña, ajena. Había sido francesa, industrial y moderna. Cuba, Rusia y China eran eslabones perdidos. El socialismo, una utopía.
La intención –“sano” propósito de los amos del valle-- estuvo resumida en escribir otra historia, con capítulos falsos y héroes de tarantín. Borrar lo realmente acontecido -costase lo que costase- fue su consigna. Antes de desdibujar la verdadera realidad, cubrieron la revolución con cualquier carga posible de pesimismo; algunos, inclusive, agotando todas sus posibilidades mentales, relacionaron revolución con comunismo (ofrecieron, a cambio, democracia y capital.) Creímos en ellos.
Y reinaron durante largas décadas. Por ahí andan todavía. Parecen pesadillas. Pero van a desaparecer, porque a cada persona, institución, sistema o gobierno le llega irremediablemente su hora para rendir cuentas. Su juicio final (democracia y capital son especies en extinción; son términos antagónicos.)
Los “demócratas” nuestros, cual locos arrebatados, pregonaban: por ahí vienen los comunistas. Rojos y, pa’más ñapa, ateos. Comen niños y queman iglesias. Vienen a quitarnos nuestras propiedades. A secuestrar nuestro abolengo. ¡Cuídense! exclamaban. Reunieron –y reúnen todavía-- sindicaleros, curas, intelectuales de cafetín, ciegos militantes, militares sátrapas, sagaces empresarios y politiqueros al son de una sola cantaleta. Y aún pretenden convencernos con tamaña perorata. Les falta imaginación, si acaso alguna vez tuvieron. La revolución aparece en momentos cruciales.
La revolución es sentimiento personal, conciencia colectiva, razón social, convencimiento comunitario, esperanza, fraternidad, compromiso, conducta, corazón, alma, sacrificio, solidaridad... entrega total. La revolución es o no es. Jamás será neutral. Todo o nada. Nunca podrá ser acomodaticia ni hipócrita ni egoísta. No puede vanagloriarse.
Se ofrece sin esperar algo a cambio. Es amiga sincera. Desinteresada. Fiel. No traiciona. No especula. No estafa. No levanta falsos testimonios. No oculta. No miente. No descalifica. No pronuncia el nombre de Dios en vano. No somete. No trafica bajas pasiones. No chantajea. No aparece resumida en carnet político alguno.
No es oportunista. No excluye. No tiene meritocráticos en sus filas. No es retórica. Es acción. Es luz y futuro. Oxígeno y libertad. Cambio. Desafío. Rebelión. Pregona justicia. Promete distribución equitativa de la riqueza. Es una patria para todos. No es partido único. Es participativa y protagónica. Es evolución. Suma y no resta. Multiplica y no divide.
No es Chávez exclusivamente. Somos todos. De todos. Para todos. Para niños, jóvenes, mujeres, ancianos, analfabetas e ilustrados. Representa un nuevo amanecer. Nuevo día. Nuevo sol. Es risa y alegría. Pan casero. No tiene edad. No permite disfraces, máscaras ni disimulos. Es el camino hacia otra República. Soñada. Ansiada. Esperada. Acariciada. Necesaria y obligatoria. Donde quepamos todos los venezolanos, sin distinción de color, sexo, religión o ideología. La revolución es una patria grande como el corazón latinoamericano de Bolívar, Artigas y San Martín. Todavía falta mucho tiempo para sentirla a plenitud.


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Giandomenico Puliti

Nació en Mérida el 10 de abril de 1961. Hijo de inmigrantes italianos, de 43 años de edad para el momento de su deceso. Casado y con dos hijos. Al cumplir un año, su familia se traslada a Tovar. Su padre, Arnaldo Puliti, junto a Giustino Sciamanna y Cósimo Salvemini, funda el ?Taller Roma?; empresa metalúrgica familiar de reconocida trayectoria en el Valle del Mocotíes. Cursó todos sus estudios en Tovar. En el Ciclo Diversificado José Nucete Sardi obtuvo el título de Bachiller en Ciencias. Formó parte de la Selección Nacional Juvenil en Campeonatos Panamericanos y Mundiales de Ciclismo. Estuvo compitiendo en Italia, Colombia, República Dominicana, Uruguay y Norteamérica. En la Universidad de Los Andes obtuvo el título de Licenciado en Letras. Cursó estudios de postgrado en Literatura Iberoamericana.


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