¡Mamá!... ¡Quiero ser Gobernador!

Su padre que tomaba su café sentado tranquilamente en la mesa de la cocina, a pesar de intentar apretar los dientes, convirtió sin quererlo su boca en regadera.

Se ensució toda la ropa, ante la queja de su mujer.

No era para menos, ante la ocurrencia de su hijo.

¡Tú estás loco muchacho!, le contestó la madre.

-Pero mamá, si nuestro presidente nos dice que todo revolucionario, puede ser Gobernador o Alcalde, si logra que lo voten.

¡Aja!, vamos a ver... y para que quieres ser Gobernador.

¡¡Para ayudar a nuestro comandante!!

¡¡Para ayudar a nuestro presidente!!, le dice su madre..

¿Y cómo crees tú, que lo ayudarías?, incrédula le pregunta.

Con mi esfuerzo mamá, y con el mismo amor que él nos regala día a día.

Gobernaría para los mas pobres, atendería sus reclamos y cumpliría mis promesas.

Al terminar mi tarea, regresaría para nuestro rancho con la misma bicicleta que comencé mi mandato, para lograr que nuestro pueblo de vivas a nuestro comandante.

Con la ayuda de mis compañeros, caminaríamos por todos esos caminos de tierra para asegurarnos que no quede un solo niño sin ir a la escuela.

Apuntaríamos en nuestros cuadernos, los muchachitos que tengan sus alpargatas rotas, los que tengan sus padres sin trabajo, para poder ayudarlos.

Asegurarnos con nuestro esfuerzo, que no haya un solo niño, sin su tres comidas diarias.

Hablarles de la solidaridad, de lo necesario para la patria de nuestro compromiso de estudiar.

¡Construiría mas colegios mamá!, un bojote de canchas deportivas, para tratar de enseñar a todos los carajitos lo imprescindible de hacer deporte.

Y si todos trabajamos con fundamento, la patria se regocijará y nuestro presidente tendrá menos trabajo y podrá descansar...

Si papá, con nuestra desinteresada ayuda, quizás quede tiempo para decirle un fin de semana:

“¡¡Disfrázate comandante!! y vente con nosotros al río a pescar, conocerás el secreto de la carnada de mi padre...

¡¡Disfrázate presidente!! Para que conozcas la exquisita sazón de mi madre, en unos pescados fritos sin igual”

Vamos padre que el tiempo pasa, los niños dejamos de ser niños cuando la patria nos llama.

“Llévame a la Plaza Bolívar de nuestro pueblo”

Su madre, sintió que las piernas se le aflojaron, los labios le temblaron...

Y si su marido le preguntara, por el mareo repentino, ni sabría que contestar.

Tal vez, fue el tono en la voz de su hijo, el culpable del cosquilleo que recorrió todo su cuerpo...

jovarela33@cantv.net


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José Varela


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