Alianzas y Guerra Fría: cuando el imperio se repliega

I. Del Medio Oriente a América Latina

La conformación de alianzas de poder a escala planetaria, como en el típico esquema de la guerra fría, comporta el apiñamiento -digámoslo así- de una serie de países con importancia económica, militar o estratégica (y todos con una motivación defensiva común), en torno a una gran potencia que por sí sola tiene una capacidad destructiva letal para la humanidad. El propósito, en la medida en que más y más países se ensamblan en un bando u otro, es una especie de equilibrio respetable, fundado en la intimidación armamentista del uno para con el otro. Se trata de una competencia silenciosa por la supremacía, donde las cabezas de cada bando no escatiman gastos para, de modo indirecto, por lo general a través de segundos países, incidir en el debilitamiento o rezago del contrario en la carrera del poder, sea ya restándole zonas de influencias, aliados, posibles aliados o sumándole un enemigo.

Demás está decir que cada bando maneja y cultiva su zona de influencias, y de antemano, como la simple previsión de un juego, procuran tener una idea adelantada de cómo estallaría una conflagración, no descartando ningún matiz del incendio. En cada zona de influencia habría aliados, plataformas, mercados y suministros, a la vez que la misma zona de influencia constituiría un punto de estrategia intocable, de honor, contexto y justificación -a veces vital- de la alianza misma. Cada bando presume a ratos de ser más dueño del mundo.

Es una guerra por granos, tensa, y con todo lo que de seria tiene semeja esas infantiles peleas donde un pequeño quiere intimidar a su rival mostrándole una gran piedra, a lo cual el otro responde con otra más grande, y así sucesivamente.

Es, pues, la II Guerra Fría -como una II Guerra Mundial- ya en curso nuevamente. Después de la gran depresión rusa como polo indicativo de poder en el mundo, fase durante la cual la unipolaridad "occidental", estadounidense, copó el mundo, sembrándolo de plagas y estragos, emerge nuevamente el coloso para equilibrar la balanza mundial, obligado prácticamente por la audacia del imperialismo norteamericano de pretender instalarle unas plataformas misilísticas en sus mismas fronteras, hecho que es un colmo. Después de tan largos años, cuando mucho país ante el abuso gringo añoró aquella vieja bipolaridad amparante o defensora, hablan nuevamente los generales con un lenguaje propio de quienes están lanzados a la pelea.

El jefe de las Fuerzas Armadas, el general Yuri Baluyevsky, dijo lo siguiente hace tres días apenas:

“Nosotros [los rusos] no planeamos atacar a nadie, pero consideramos necesario que todos nuestros socios en la comunidad internacional entiendan claramente (...) que para defender la integridad territorial y la soberanía de Rusia y sus aliados, se usarán fuerzas militares, incluyendo preventivamente el uso de armas nucleares”

Sin duda unas palabras que cubren la preocupación rusa por la locura de los EEUU de fijarle unas bases en sus fronteras con el cuento de la intercepción de los misiles iraníes disparables contra el suelo norteamericano. El argumento, con el mismo peso específico de las supuestas armas de destrucción masiva de Irak, se cae por sí solo, porque los calculo militares no prevén un desarrollo de un misil iraní con un alcance tal hasta entrada la década de los años 20. De modo que la ávida torpeza beligerante gringa, como en el pasado cuando ellos mismo despertaron como un gigante a la guerra con el capítulo de Pearl Harbor, lo que ha hecho es despertar al otro coloso, en manejo de un lenguaje contundente, provocador, que hace uso frecuente de la palabra "aliados", en franca retrospección histórica, lo que equivale a decir en franco reto. Esto apoyado con la reciente ostentación de novedades armamentistas, como cuando presentó su "sistema defensivo aeroespacial sin parangón en el mundo, el S-400, capaz de derribar de manera simultánea 12 objetivos aéreos de cualquier tipo desde una altura e 10 metros hasta los 30 kilómetros" (Jorge Petinaud Martínez: "Rusia fortalece sus defensas estratégicas" en Diario Vea. - (2.007) sep. 12; p. [23-4]. Tomado de El Renacimiento de la Guerra Fría. )

En la comprensión de que el escenario de los poderíos y estrategias se gestan en el Medio Oriente, ambos representantes de los polos se desplazaron hasta el mismo terreno de operaciones, uno, Vladimir Putin, hasta Irán, donde finiquitó los cabos últimos de una alianza, y el otro hasta Israel, donde fue convencido de la imposibilidad de dominar, imperialmente, el terreno. Sobre espaldas del presidente norteamericano, George Bush, pesaba un fardo que le quitaba cualquier aura inspiradora de confianza y seguridad: su desastre en Irak, donde no ha podido conjurar la molestia de unos aldeanos que impiden la supremacía y el bombeo del petróleo; al espaldas del premier ruso, Vladimir Putin, la clara presión de sus generales: ¿hasta dónde habrá de dejarse galopar al caballo? Urgente es la reconstrucción y refundación del mecanismo de las alianzas, que no es más un retorno al pasado cuando el futuro, hecho presente, luce inhóspito e inhabitable.

Las consecuencias fueron inmediatas. El sueño imperial de tomar los campos petroleros de la antigua Persia, para sumarlo al desorden iraquí y al caos con los precios del barril en los mercados, rodaron por el suelo, teniendo los EEUU que retirar sus planes obstinados de invasión, quedándole no más la carta desestabilizadora de Israel en la región, quien hace lo suyo con los palestinos, a título de provocador mundial, como quien pesca en río revuelto con la esperanza de cambiar el rostro provisional del destino que los vuelva a poner en situación establecer un dominio. Pero los acontecimientos tomaron otro rumbo, y ahora los rusos, temiblemente, suministran el uranio para los reactores iraníes, y los iraníes se dan el lujo de atacar con lanchas "avispas" la flota naval norteamericana en el Golfo Pérsico, amenazándola con ataques suicidas.

Así, en virtud del padrinaje de ruso, concretado en una alianza, los iraníes ganan la primera batalla a los estadounidenses sin disparar un tiro. Naturalmente los extremos beligerantes se reacomodan en una situación de sopesada, configurándose en el Medio Oriente una zona de influencia equilibradamente en disputa por las grandes potencias. Los adláteres de bando y bando quedan como cabezas de playa en la región, en sus propios territorios, cada cual portando el estandarte de los jugadores mayores, verdaderos movedores de piezas en el tablero. De modo que un país como Irán, en la necesidad de defender su soberanía y dignidad nacionales, se ve precisado a sobrevivir pagando el precio menor del tutelaje extranjero, lo cual necesariamente le resta autonomía de acción y lo sumerge en la relatividad del equilibrio, en en la relatividad del interés de los dueños del tablero que coincide con la propia, como es expresión Israel, a quien los EEUU le dosifica sus incursiones guerreras en el área, a ratos excediéndose, pero siempre dentro de la teoría de los daños colaterales del dominio, de las alianzas y de la guerra. En el fondo, las grandes potencias dictan la pautan de acuerdo con sus intereses y en función de la vicisitud local o estratégica que configuren sus aliados.


II. De América Latina al Medio Oriente


Un capítulo esclarecedor en este sentido fue la decisión unilateral de la URSS de retirar los "36 proyectiles estratégicos de alcance medio y otras armas tácticas nucleares" de Cuba, su aliado, una vez que en alta instancia Jruschov y Kennedy pactan el retiro de los amenazantes cohetes Júpiter norteamericanos emplazados en Turquía, con cercano alcance a tierra soviética. El terror norteamericano de tener sembrados en su propia zona de influencia (para ellos más precisamente "patio trasero") los temibles cohetes estratégicos SS-4 -había 21 instalados- fue el detonante de una negociación apremiante que dejó a Cuba fuera del juego de las condiciones, lográndose nomás hacérsele entender a los gringos que era un aliado ruso y que no debía ser atacado, sin precisar nada sobre el bloqueo que ya había cobrado forma en términos operativos y que persistió en el tiempo en su versión de cerco económico y toma monitoreante de la isla de Guantánamo. (Véase Eduardo Yasells Ferrer y Ernesto Pérez Shelton: "La crisis de Octubre" en Orbe. - (2.007)oct 28-nov 3; p. 4)).

Como sea que el integrante de una alianza pierde potestades de alto nivel decisor, eclipsado por el interés estratégico del "socio mayor", toda alianza rinde el fruto de la autonomía relativa, la inviolabilidad del territorio, el aseguramiento de los recursos naturales para peculio propio y, especialmente, el libre curso de las identidades nacionales, por lo menos no transculturadas por fuerzas imperiales con las que cultural, económica o militarmente hay una relación de enemistad, hostigación o pleito.. Es la relatividad del equilibrio. En mano yanqui, la suerte cubana sería hoy un monumento al oprobio asolador de pueblos, salteador de dignidades, al genocidio, pedazo de tierra del planeta arrebatado a una nación, como suele ser práctica de los grandes imperios unipolares. Estaría hoy en su santo lugar, como la tenía Fulgencio Batista: cuasi estado de la unión estadounidense, colonia cuasi portorriqueña, o costeño burdel imperial.

A todas estas, resta labrar la idea de la inserción de nuestros países latinoamericanos en el contexto de las alianzas equilibrantes, a modo de defensa de la agresión de uno de sus polos: Los Estados Unidos de América. Tanto más urgente cuanto más nuestras tierras están conceptualizadas como "patio trasero", según Doctrina Monroe, y terreno de experimento y aplicación de recetas imperiales y económicas, respectivamente, según dictámenes del neoimperial Consenso de Washington. La reciente derrota estratégica gringa ante Irán y su repliegue de planes invasores, su fracaso flagrante en Irak, con la consecuencia de un precio petrolero inimaginable para ellos, hace presumir que el belicista gabinete de George Bush en su último año de gobierno buscará países más débiles pero igualmente con petróleo para compensar el descalabro energético mundial y la debacle económica propia. Nada más fácil que yendo a orinar al baño de su patio trasero, de segura propiedad secular y por lo tanto "desasistida" desde el punto de vista de la toma de un refrescante aire imperial de guerra, donde Venezuela, full de reservas, es el ojo del huracán, pero una pulga más fácil de aplastar al mismo tiempo que ofrece la posibilidad de reivindicar el fusil ante pasadas derrotas.

El Plan Colombia, el argumento del narcotráfico y la guerrilla, la oposición interna traidora y la misma actitud trapacera del gobierno Colombiano -perro de guerra gringo-, junto a las últimas e intimidantes maniobras de la armada de los EEUU en el Caribe, apuntan a un fortalecimiento de la convicción de que en América Latina se puede conseguir lo que ha resultado en extremo duro en el Medio Oriente. ¡Para que ir tan lejos! De paso que la acción conjuraría molestos comportamientos de “sudacas” locales como Hugo Chávez, Daniel Ortega, Evo Morales, los Kirchner y, hasta cierto grado, Lula Da Silva, todos ruidosos promotores de una presunta unidad continental revolucionaria, independentista casi, como si ellos estuvieran facultados para tomar como suyo lo que tradicionalmente es de tutela militar estadounidense.

El reto mayor es terminar la obra iniciada por la Revolución Cubana en cuanto a sacar a América Latina de la bolsa conceptual de patio trasero del país norteño, por un lado, y por el otro, culminar el sueño independentistas de nuestros próceres y pensadores americanos, frustrada en su cabalidad por las podridas castas de poder neocoloniales vendidas al interés extranjero y hechas con el poder desde antaño. Se trata de ir por la segunda independencia, como bien reza una estrofa de Alí Primera en su pertinente canción "La guerra del petróleo", de irresistible cita en este artículo por la actualidad que comporta, dado el eje bélico Venezuela-Colombia-EEUU.

Ven, amigo colombiano
vamos juntos a cantar
por segunda independencia
vamos juntos a luchar

Conviene que nuestro país, en una contundente demostración de resistencia a ser un objeto perteneciente a nadie, mueva sus pasos más audazmente hacia la alineación con el otro polo de poder en el mundo, a título defensivo, por ahora, pero de modo urgente, de manera que nuestra geografía y geopolítica continentales adquieran la dimensión de zona de influencia mundial donde las fuerzas del poder se contrarresten y equilibren. Ello en lo inmediato dificultaría sueños de invasiones y haría que intereses y conceptos de estrategia armonicen -si así se puede expresar- en el equilibrante juego de los opuestos.

Pero se debe reconocer, sin embargo, que la propuesta echa mano bastante de situaciones idealizadas, para no decir utópicas, porque los mercados, las relaciones centenarias, el hábito, la transculturación y otros conceptos de la tradición, tienen su peso específico en la mayor o menor dificultad para crear o desacralizar zonas de influencias de la fuerza de las costumbres. América Latina no es a Rusia lo que el Medio Oriente, como el Medio Oriente no era para EEUU lo que es América Latina. Es un largo camino, un cultivado clisé, un embrollo de amarres coloniales, cuyo intento de desenvoltura casi genera una guerra nuclear.

Mas, de lo que no debe quedar dudas es que el planteamiento de la "segunda independencia" latinoamericana es y debe ser, por historia, patria y tradición, un hecho irrenunciable. La unidad continental que gesta el socialismo del siglo XXI en América Latina es un poderoso paso.


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Oscar Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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