La historia, aprendimos al caletre en el colegio, es importante para conocernos a nosotros mismos. Por medio de ella sabemos de dónde venimos, qué somos y a dónde podemos llegar. Muy bonito todo esto, saqué veinte cuando lo puse en el examen, pero ahora, cuarentona, sin moñitos con lazos azules y uniforme planchadito, ahora que soy grande y no necesito un veinte ni una estrellita dorada, pienso en la historia de Venezuela que me enseñaron en el cole y me doy cuenta que, en lugar de historia, me dieron un rompecabezas que, para colmo, le faltaban muchas piezas.
Hago un breve repaso de lo que mis maestras demoraron seis largos años en enseñarme, breve digo, no por sintetizar, breve, porque es todo lo me dijeron una y otra vez hasta grabarlo en mi memoria:
12 de Octubre de 1492: Colón descubrió a América. Que se llamó así gracias a Américo de Vespucio. Cosa que me hacía pensar que los indios que habitaban estos lares o eran muy flojos o poco creativos, ¿Qué trabajo les costaba a nuestros ‘’primitivos habitantes’’ ponerle un nombre al suelo que pisaban?
1498: En el tercer viaje descubren a Venezuela. Alonso de Ojeda al ver los palafitos en el Lago de Maracaibo, se recordó de la lejana Venecia. Venezuela, la pequeña Venecia. Y yo pensaba mientras veía fotos de la Plaza de San Marcos que Ojeda, o era muy romántico, o era miope.
Supimos que los indios no eran civilizados, no creían en Dios, y adoraban a unos ídolos de barro que no podían hacer milagros. Eran tan salvajes que les llamaba salvajes, y es que solo usaban guayucos cuando en el mundo existían camisas, pantalones y brillantes armaduras. Pero eso no es nada comparado con sus mujeres: unas facilongas topless que apenas vieron a los conquistadores, se lanzaron a sus brazos peludos coronando con un par de cuernos las cabezas de sus abatidos Toros Sentados.
Los conquistadores nos hicieron el favor de construir las ciudades que hoy habitamos, nos salvaron de vivir en chozas, porque los salvajes vivían en chozas de paja como el cochinito más flojo del cuento, eran flojos sin duda alguna. También nos enseñaron que el oro no eran solo pepitas brillantes, se lo llevaron a España en sus barcos y allá lo transformaron en joyas, monedas, coronas, maravillas que hoy se llaman antigüedades.
Luego no pasó nada, por siglos no paso nada de nada...
24 de julio de 1783: Nació en Caracas Simón Bolívar. Su papá se llamaba Juan Vicente de Bolívar y su mamá Concepción Palacios y Blanco. Los pobres como que eran viejitos ya que murieron pocos años después. Se quedaron a cargo del huérfano sus hermanos, la negra Hipólita y la negra Matea. Más tarde vino un hombre bueno que se llamaba Andrés Bello y fue maestro de niño Simón. Después como que lo despidieron, porque vino otro que resultó ser tocayo del futuro libertador. ¿Qué le enseñaron sus maestros? Mis maestras no me lo enseñaron…
Décadas de absoluto silencio, aunque me sospecho que la cosa como que no iba muy bien…
19 de abril de 1810: declaración de la independencia. El pueblo se reunió en frente de el ayuntamiento ese día, al parecer estaban hartos de un señor llamado Vicente Emparan, que era el representante de España. O a lo mejor no estaban hartos sino que a Emparan le dio por preguntarle a la gente allí reunida, por quien sabe que motivo, si querían que el los siguiera gobernando. Salió por detrás del incauto preguntón, el dedo malicioso de Madariaga, de un cura heroico que, agitándolo de izquierda a derecha, indicó al pueblo, que nunca ha sabido lo que quiere, que debían decir que no. ¡Nooooo! gritaron todos y Emparan, herido en su orgullo, dijo que de mejores sitios lo habían botado y se fue.
Silencio…
5 de julio de 1811: Firma del acta de independencia. Al parecer el acta era muy larga y difícil de escribir ya que las rúbricas se estamparon casi un año y tres meses después aquel suceso del dedo. De la firma del acta nos mostraron un cuadro de un reconocido pintor que no conocí. Había varios patriotas, porque ahora habían patriotas en la historia, alrededor de una mesa en poses muy heroicas y estudiadas, como si supieran que les iban a tomar una foto al óleo para la posteridad. Luego vino una guerra porque, al parecer, los españoles dijeron que se limpiaban el trasero con el acta, cosa que enfureció a los patriotas ya que les había costado mucho redactar y firmar el documento emancipador, y ni hablar de las dolorosas poses que tuvieron que mantener durante horas y horas mientras les hacían la foto.
Silencio... Batallas: la naval del lago de Maracaibo, unas en los llanos... Silencio… El congreso de Angostura… Silencio… Memorizamos y olvidamos fechas y lugares de nacimiento de los próceres, nombres de sus padres, fecha y lugar de su muerte, pero ¿por qué eran próceres?... Silencio…
24 de junio de 1821: La Batalla De Carabobo. Tras diez años en guerra con ‘’ La Madre Patria’’ los bandos en conflicto se dieron cita en Carabobo. Fue una batalla sangrienta en la cual murió Negro Primero, el único prócer negro en un país donde no habían casi blancos. Conocimos a Negro Primero ese día, lo conocimos para verlo morir con las alpargatas puestas. Ganamos la batalla y la independencia. ¿Para qué? Para ser libres, me dijo la maestra, a la vez que me pidió que dejara la preguntadera ya que solo eso salía en el libro que le dieron.
Silencio… Batallas al caletre: Boyacá, Pichincha, Ayacucho. Victorias aplastantes que se dieron en algún lugar de aquel territorio que jamás sería La Gran Colombia. Liberamos a Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú… Silencio...
17 de Diciembre de 1830: Simón Bolívar murió en la Quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta, Colombia. Y ¿Por qué murió en Colombia? Porque así lo quiso Dios, eso me dijeron.
Silencio…
Como era buena alumna y me gustaba mucho la historia, en sexto grado me nombraron Presidenta de la Sociedad Bolivariana. Además de emocionada, me sentí aturdida por la responsabilidad que supuse acarrearía semejante distinción.
Aprendí en ese año de ‘’mandato’’ con que los presidentes de entonces no tenían responsabilidades. Mi misión durante ese periodo se limitó a copiar de una enciclopedia la biografía de Bolívar y escoger a dedo a dos niños cada día para que izaran y arriaran la bandera al son de Himno Nacional.
Comprendí también que el poder embarra, y yo Carola Chávez, a diferencia de mi tocayo Hugo, me convertí en una tirana que disfrutaba de la adulación: Todos los niños querían tener el privilegio de quedarse fuera del salón un ratico más, aunque fuera para izar la bandera, tiesos, allí paraditos, sin respirar, sin parpadear, tal como yo se los ordenaba.
Al final de mi reinado fui distinguida con un diploma y un agradecimiento al cual yo respondí con un sincero ‘’de nada’’, ya que durante todo ese año, de Bolívar, por Bolívar no había hecho nada.
Salí de sexto grado de primaria con mi diploma de honor y una boleta llena de estrellitas doradas, una por cada veinte, un veinte por cada examen.
Luego en bachillerato, una lista de presidentes en orden cronológico, que lógicamente olvidé.
Boleta preciosa, padres orgullosos, diploma de Bachiller.
Mi carísima educación privada fue un fraude cocinado a fuego lento. Doce años de historias incompletas, y solo les hablé de la historia, pero la geografía que estudié me dejó la sensación de que mas que un continente, éramos islas pobladas de amnésicos enemigos irreconciliables, qué no podían recordar qué carajo se habían hecho para tenerse tanta rabia. Ni hablar de lengua y literatura, ésta es una pesadilla que merece un capitulo aparte.
Todo lo que nos permitiera vernos hacia adentro, reflexionar acerca de lo que somos y desde ese conocimiento fortalecernos como pueblo, como país, como continente, todo eso nos fue negado. Al mismo tiempo nos inculcaron una especie de servilismo, veneración y agradecimiento hacia otros países con culturas ajenas y lejanas, aquellos que nos explotaban, aquellos que nos despojaban de nuestro autoestima colectivo.
Al fraccionar la historia y la geografía, al hacernos aborrecer a García Márquez, (no se pierda el próximo capítulo) nos estaban aislando, nos estaban fragmentando. Al hacernos repetir dos frases de Bolívar fuera de contexto, nos estaban robando nuestra herencia, todo esto mientras nuestros incautos papás pagaban para que nos castraran intelectual y culturalmente.
Aquí es cuando yo grito furiosa y con razón: ¡Frrrrraude! Y me pregunto: ¿Al servicio de quién estaba nuestra educación chucuta? Y me respondo: al nuestro no, evidentemente…
Menos mal que algunos teníamos padres inquietos, que trataban de complementar nuestros conocimientos y, en lugar de llevarnos a Disney, nos regalaban una biblioteca y nos alentaban a leer. Algunos tuvimos la suerte de poder ver más allá de nuestra arrogancia. Algunos descubrimos que, por muy bilingües que fuéramos, éramos unos ignorantes. Algunos decidimos buscar información, y no creer en todo lo que nos decían. Algunos descubrimos que nunca se deja de aprender.
Menos mal que ahora nos cuentan toda la historia, que ahora podemos atar cabos y comprender. Quienes mutilaron nuestro derecho de saber, quienes mintieron por omisión, quieren ahora explicarnos su historia, justificar lo injustificable. Callaron la palabra de Bolívar y ahora que las escuchamos y comprendemos, pretenden decirnos que son solo ideas caducas. Los mismos apátridas que construyeron un sistema educativo al servicio de intereses depredadores y ajenos, pretenden desde sus butacas de la academia nacional de historia hacernos creer que el cuento no fue así sino asá.
"Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción"
Eso lo supieron ellos siempre y lo usaron en nuestra contra.
Eso lo dijo Bolívar y ahora nosotros lo sabemos, porque cada día somos menos como ellos necesitaban que fuéramos, ya no somos un pueblo ignorante.
Que se queden ellos con sus títulos huecos colgados en la pared: el de su cole, cuyo lema era excelencia educativa, el de ‘’la universidad de hoy para el hombre de mañana’’. Que se sienten sobre su arrogancia y pataleen de rabia, si quieren, porque nuestro ‘’hoy’’ es muy distinto a ese mañana chucuto que quisieron construir.
Ese es su problema. Su problema es que no entienden nada, su problema es que no quieren entender, su problema es que no volverán.
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