Confesión de un Verde Libertad



Hoy estoy recordando las montañas del Andes verde, del verde que me sumía en pensamientos generosos; del verde que inspiró alguna ilusión tardía. Me encontré allí un día por error; querían regalarme el Puente Angostura y ese Orinoco natal y le huí al obsequio. Habían muchos recuerdos encontrados, absurdos y hasta crueles ¿Para qué aceptarlo? Acudí a mis influencias y a cierta dote histriónica para evitarlo. Poco después me encontré aterrizando en el verdor de una ciudad cálida a las faldas de la cordillera andina. No importó el nuevo destino; hasta reí por la brecha que se abría con oriente. Cosas de la vida, me repetía en la habitación de un hotel. No importa, mientras más lejos de ese destino rechazado, mis apuestas me convertían en conquistador. Una nueva vida, un nuevo lugar, nuevas esperanza y las ganas de joder. Me convertía en uno de los dieciséis favoritos del imperio de la prensa. Buen sueldo y el sentimiento silenciado por un cargo importante; mi soledad se abría paso en cuatro paredes de madera. Ahora, patrón e intermediario explotador con camisa Polo almidonada y zapatos Rossi, pretendí hacerle el juego a la mierda. Carro asignado, viático excelente que ni rozaba mis ingresos. El poder sobre el subalterno – este no me gusta, ¡fuera!; este se queda, los números lo califican – simple y elemental matemática que oculta el efecto dominó. Uno menos para mis objetivos, aquel que sustituye a este, otro que sube de cargo por orden mía y la melodiosa sinfonía destructiva de familias que veían cerrar sus ingresos. Para eso me entrenaron y respondía como mercenario ¿Qué más daba? Ellos o yo. También podría ser reemplazado y la lógica no se rebate. Hipócrita cadena de azares y consecuencias.

Pero el verde andino me reservaba una sorpresa. Podía vivir como quisiera y hasta lograr nuevas propiedades; hacer un excelente papel de cancerbero, pero con ese verde no se juega. Comenzó como una visión repleta de paz y luego una duda se abrió paso en mis decisiones. Acaso un niño con los cachetitos quemados y una flor para vender, recitando La Loca Luz Caraballo ó pudiera haber comenzado en una central azucarera cambiando el trabajo por un costal de cambures. La miseria oculta detrás del verde andino no se convierte en un panfleto de turismo cuando hurgamos en sus montañas. Se evidencia, está allí y es imposible justificarla. Ahora el dolor suave de la paz, laceraba el alma y no escaparía al embrujo de un tema político, de una discusión ideológica y de algún sentimiento de culpa enraizado en verdades que no se pueden rebatir. Un cuento, otro más, alguna reflexión humana, otras apologías a la muerte que invitaban a exorcisarla; la matriz de un hilo que me amarraba a mis propias deducciones. La soledad se hizo gigante y por algún lado explotarían las convicciones. Realmente ignoraba que estaba inflamando antiguos recovecos marxistas. Mi difunto antecesor, un ignorado poeta del Gallo Pelón y algunos cuentos olvidados en una caja, molestaron mi ego. Me sorprendió encontrarme indefenso ante los escritos de un guerrero domesticado; era mi espejo y desprecié mi imagen reflejada. La familia lejos y un cheque que resolvía prioridades, no alcanzaba a curar mis pensamientos. Me llené de escritos sin publicar; un millón de ideas encerradas en una carpeta y el Dr. Jeckill and Hyde funcionando a plenitud. Lealtad a mi estabilidad económica o lealtad a mis principios ¿Qué hacer? El verde paisaje había ingresado por mis ojos y se había instalado en mi ánimo. Ya no ocupaban mis sentimientos la visita a un cliente o el apuro por cobrar un crédito tardío. Cada vez se hacían más frecuentes mis escapes a la montaña; el verde se convertía en mi amante fatal. Uno solo de mis escritos y ¡Dios, como me arrepiento!, vio la luz ¡Que bolas!... con pseudónimo incluido. Vergüenza aún hoy no dominada.

Una mañana, un golpe, una esperanza. Todavía puedo sentir mi temblor emotivo y la oportunidad bonita. Un carajo vestido con uniforme verde y boina roja calada, después sellará esa oportunidad con una simple frase. Quizás nunca sabrá que nos convirtió en predicadores de un proceso que se empezó a dibujar a punta de susurros y discusiones veladas; un secreto a voces que se iba regando, no solo en aquellas montañas verdes; también por campos, tepuyes y playas ¿Cómo negarse a ese grito libertario? ¿Cómo olvidar mi cuna marxista? ¿Cómo olvidar un allanamiento y el fusil fascista de la democracia que estaba muriendo? Había cambiado oro por el espejismo de una sociedad que se derrumbaba a pedazos. La verde montaña, ese verde andino se revolvió en matices hermosos y la pintura que ha de ser famosa, necesita de una paleta con más matices. Mi soledad no me preocuparía; en realidad se movían muchas sombras haciendo camino. Estas asustaban a la oligarquía y la satisfacción por ver ese miedo a los cambios, son el faro que nos entregaría la esperanza en las manos. El uniforme y la boina roja se convirtió en marea; las sombras tomaron forma y el pueblo se alzó radiante iluminando la geografía nacional.

Por eso viene hoy ese recuerdo verde andino, alguna rebelión personal posterior; un ¡no me jodas! que me aflojó el cuello almidonado y una diarrea de letras para hacer pública y permanente mi esperanza. Un marxismo que ya no está encerrado en el pecho y la hermosura de las caras lindas de mi tierra; el bahareque y el peltre de nuestro origen incierto que se organiza como hormigas en torno al fascismo, amenazante, y con ganas de lograr un victoria final.

Quisiera escalarte montaña verde andina. No en búsqueda de una estadística de la carroña o para ubicar un puesto de venta que enriquecerá al oligarca; más bien para besar tus intenciones y el amor que me regalaste con tu silencio. El suelo patrio no está allí para ser vendido ni para disfrute del invasor. Está allí ¡Carajo! para recordarle al fascismo que no es bienvenido. Está allí para invadirnos de pueblo y para que sus colores nos pinten la bandera de libertad.

msilvaga@yahoo.com




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Mario Silva García

Comunicador social. Ex-miembro y caricaturista de Aporrea.org. Revolucionó el periodismo de opinión y denuncia contra la derecha con la publicación de su columna "La Hojilla" en Aporrea a partir de 2004, para luego llevarla a mayores audiencias y con nuevo empuje, a través de VTV con "La Hojilla en TV".

 mariosilvagarcia1959@gmail.com      @LaHojillaenTV

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