“Voy a vender esta vaina”



Allí estaba y era toda una imagen en papel de regalo. Olegario no dejaba de admirarla. Salió de su cuartico hasta el chorro del patio; en cuclillas y manguera en mano, se lavaba la vagina. Olegario sintió una punzada de celos, pero no podía protestar; ese era su trabajo. Igual él. Diferían en labor y solo compartían el horario. Ella, puta del burdel Saratoga, y él un simple vigilante nocturno. "Verónica" - le dijo alguna vez que se llamaba. Olegario no quiso preguntar si era realmente su nombre. Pero le calzaba el bendito nombre; sonaba exuberante el bendito nombre; Olegario repetía el bendito nombre.

Hace dos semanas le regaló una sonrisa. El enrojeció tanto, que tuvo miedo de no tener sangre en el alma. Pasó a su lado y no le faltaba nada, ni un diente, a esa sonrisa. Tenía una falda muy corta, demasiado corta, con una franelita que se convertía en piel. Piernas largas, morenas sin mácula y el pecho erguido, desafiante. Olegario no creía en milagros, pero esa sonrisa le borró algunas canas. Se creía curado contra espejismos y luces nocturnas. Había dedicado muchos años a la cortesía y la respuesta impersonal a gritos y borracheras. Madame Jeannette lo había empleado hace veintisiete años y nunca le había fallado. Era una puta francesa que vino huyendo de Martinica, luego de cortarle las bolas a un sargento de la policía; hizo lo que sabía hacer hasta que el cuerpo se llenó de arrugas. Le compró al marico Roberto el Burdel Saratoga. Roberto no solo era marico; también era jugador. Le perdonaban lo de maricón, pero una puñalada acabaría con su carta española. Olegario lo conoció cuando ya había vendido a Madame Jeannette; era solo el barman del burdel. Olegario recuerda la puñalada y se le erizan los pelos cada vez que su memoria lo jode con ese recuerdo. Tenía solo un bastón de guayabo en la mano, una pistola en la cabeza y una voz que le decía: "Tranquilo, panita... este huevón está pagando la deuda... contigo no es la vaina..." Olegario no pudo hacer nada mientras le sacaban la última cena al marico Roberto. Madame Jeannette, tampoco quiso armar alboroto. Estaba muy vieja para huir de nuevo.

Cuando Verónica le regaló esa sonrisa, le preguntó con la voz bajita de un cómplice - "Olegario ¿No te cansas de estar cuidando putas...?" Olegario trató de controlar el rubor y la tembladera en las manos. "Esa palabra se ve muy fea en su boca, señorita Verónica...". "¿Señorita?" - sonrió divertida Verónica - "Ay Olegario, usted como que olvidó en donde trabaja..." - sentenció con una broma. Olegario balbuceó algunas disculpas y se perdió en explicaciones sobre la prostitución y las causas que la originaban. Le dio recomendaciones que solo un cura podía regalar y a una mirada bondadosa de Verónica, creyó prudente retirarse a la silla que ocupaba desde hacía veintisiete años. Esa noche se la robó a la rutina y dio rienda suelta a sus sueños. Olegario en un parque de hierba muy verde y con el frío de El Junquito; Verónica que corre con su faldita corta y la franela hecha piel; descalza y flotando; en cámara lenta avanzando hacia él; la misma sonrisa que le robó el alma y una película que se va alargando por voluntad del Olegario soñador; Verónica que cae encima y un fuerte tirón en el brazo... "¡Bueno, Olegario! ¿Que mariquera es?" - se rompe el sueño con la cara de Madame Jeannette - "¿Y a tí que coño te pasa? ¿Tú como que estás apendejeado con la novata? No parecen vainas tuyas, Olegario... Ve a ver que coño pasa con el tanque... No está saliendo el agua y la negra se quiere lavar la cuchara pa' seguir trabajando" - Olegario se aleja hacia el tanque - "Uhm... este coño después de viejo, becerrero...". Olegario que mienta la madre en silencio y la negra que espera al lado del chorro. Le echaron a perder el sueño y le importa un coño si la negra se lava o no con la manguera. Primera vez que Olegario se arrecha. Primera vez que la cortesía se le va de paseo – “Ahí tienes tu agua, puta el coño…” – La negra que se asombra; la negra que lo insulta – “Bueno, pues ¿Y que bicho le picó al pendejo este…?

Olegario arregla la silla contra la pared y la rabia no lo deja rescatar el sueño. Ve a Verónica que sale para uno de los cuartos con un coño enorme y la arrechera aumenta. Regresa el sueño con fuerza. Ahora está frente al burdel y parece de madrugada. Está cansado de tanto borracho y putas desquiciadas. Dos luces por la carretera de tierra, le anuncian la llegada de un cliente. Le da igual. A fin de cuentas, nadie lo saluda. Pero este carro es diferente. Es muy lujoso para este burdel; tiene seis puertas. Sale un chofer con uniforme y abre la puerta. Primero una pierna, la reconoce, y la otra, ¡coño! Es Verónica. Le sonríe con esa sonrisa que le desbarata la rutina. “Olegario, ven… Sube conmigo…” – le sisean en la oreja y él se deja llevar…

Madame Jeannette, tiene veintisiete años haciendo la misma rutina. Se levanta primero que sus subalternas y le hieden las axilas, la boca, el pelo y la ropa de lentejuelas. Solo el chorro y la brisa de la mañana con un trago de Cardenal Mendoza, le desvían el olor a mierda. Todas las mañanas piensa lo mismo: “Voy a vender esta vaina y me voy bien lejos…” Pero, el trago de brandy, acompañado de otro y ese otro que llaman el del estribo, la vuelve a vestir de lentejuelas y a sonreírle a la clientela. Mañana dirá lo mismo y el brandy le irá alargando la sentencia. Camina hacia el chorro arrastrando las chancletas, mientras toma un sorbo de su amigo El Cardenal. “Voy a vender esta vaina y me voy bien lejos…” Olegario no responde y Madame Jeannette se acerca al chorro. Alza la voz y repite “VOY A VENDER ESTA VAINA Y ME VOY BIEN LEJOS…” Madame Jeannette se lava la boca con brandy y se atreve a pelear con el agua fría para desaparecer el olor a mierda que desaparece con El Cardenal. Pero algo no está bien esa mañana. Olegario no responde desde su silla y Madame Jeannette voltea. No necesita adivinarlo. Su soledad ahora es enorme, le tiemblan los labios, y ya no hay lágrimas para recordar que, ahora si, “voy a vender esta vaina y me voy bien lejos…”


msilvaga@yahoo.com




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Mario Silva García

Comunicador social. Ex-miembro y caricaturista de Aporrea.org. Revolucionó el periodismo de opinión y denuncia contra la derecha con la publicación de su columna "La Hojilla" en Aporrea a partir de 2004, para luego llevarla a mayores audiencias y con nuevo empuje, a través de VTV con "La Hojilla en TV".

 mariosilvagarcia1959@gmail.com      @LaHojillaenTV

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