La noticia más vieja de Palestina





Por Modesto Emilio Guerrero. Especial para Argenpress



De los conflictos emblemáticos de la segunda mitad del siglo XX, es difícil encontrar otro más irresoluble, intrincado y crónico, como el que enfrenta al pueblo palestino con el Estado de Israel.

Nació el 14 de mayo de 1948 cuando “expiró el mandato del Reino Unido sobre Palestina y se proclamó un Estado judío con el nombre de Israel. Al día siguiente los Estados árabes emprendieron una acción armada en Palestina” (Las Naciones Unidas, orígenes y realizaciones, XX, Tercera Edición, ONU-NY, 1969, pág. 104)

Desde entonces, 56 años atrás, esa “acción armada” no ha parado. Es su primera y su última noticia. Tomó formas imprevistas. Mutó sin solución de continuidad como una de las resistencias nacionalistas más viejas del mundo contemporáneo, similar a la irlandesa, la vasca, la afgana, la colombiana o la tibetana.

Tendrá fin, el día que se arregle el disparate contra natura de encajar un aparato estatal armado hasta los dientes y poblado artificialmente, dentro del cuerpo de una nación milenaria. Es uno de los casos en que la prótesis usada fue rechazada por el organismo. La reacción tenía que ser violenta e inmediata, con el obvio resultado de dolores, convulsiones y sangrías permanentes.



El único acuerdo es la guerra


Uno de los signos reveladores de la incompatibilidad del Estado de Israel en Palestina, es la naturalidad con la que todos, absolutamente todos los acuerdos y planes de paz fracasaron casi al nacer.

Los “planes de paz” y las “hojas de ruta”, son utilizados como pretexto para continuar la resistencia, y la inmediata respuesta del ejercito israelí, Sin duda, algo muy extraño en Estados y países “normales”. Recuerda los repetidos “altos al fuego” entre Serbia y Bosnia, a mediados de los noventa, que eran más “fuego” que “alto”, porque significaba la destrucción del pueblo bosnio o la negación del Estado multinacional serbio.

No se conoce un solo acuerdo, plan o protocolo, que haya sobrevivido más de una semana sin la explosión de un mártir en Israel, o de misiles y tanques en tierras palestinas.

El que más duró fue el firmado en Camp David, por Yasser Arafat y Ytzak Rabin, con el resultado conocido. Un judío ortodoxo mató a Rabín en Tel Aviv, por considerar que “traicionaba los principios de fundación del Estado de Israel”. El asesino de Rabín tenía razón: En su memoria (sólo en su memoria), y en su sentido común, como ciudadano formado por el sionismo en la idea de un Estado, Israel, y un pueblo bárbaro, Palestina. Es la razón del ciego.

Desde la firma de los “Acuerdos de Oslo”, realizada en la capital de Noruega en 1993, hasta la rúbrica de la “Hoja de ruta”, hace tres semanas en Jordania, hemos visto pasar no menos de 25 planes de pacificación (aunque se habla de varios más, pero secretos).

A cada acuerdo ha correspondido una reacción de la resistencia palestina, con o sin los grupos fundamentalistas. Del otro lado, los enfurecidos ortodoxos y “colonos” del Estado de Israel, exigen más misiles sobre Gaza, o llegan al magnicidio, como hicieron con el ex premier Rabín.

Allí radica el “secreto” de la artificialidad de un Estado enclavado con la fuerza de una Resolución, en tierras palestinas. Cada ciudadano de religión judía fue llevado, o criado, en Israel, con una sola idea: “Palestina es nuestra”. Ha sido así por más de cien años.

Por eso la guerra es la noticia más viejas de este conflicto, junto con los planes de paz. Cuenta la historia oficial relatada por las Naciones Unidas, que entre 1947 y 1948, cuando se confeccionaba la “Resolución N° 181” que fundaría el Estado de Israel, las comisiones consulares y los intermediarios no tenían tiempo de terminar la redacción de una resolución, porque entre el alto al fuego y la firma estallaba otro enfrentamiento.

No hay remedio que valga. Es una enfermedad muy “extraña” dentro de un organismo que no se reconoce a sí mismo.



Los costos de un Estado “batustán”


Los “Acuerdos de Aqaba”, en Jordania, y de Egipto, ambos firmados a finales de mayo 2003, son (eran) más ambiciosos que los de Oslo, Madrid o el de Camp David. Se apoya en el triunfo logrado en Irak para marcarle al Estado de Israel y a la Autoridad Palestina, el camino que deben seguir para alcanzar “una era de paz, equilibrio y colaboración para el desarrollo” (Acuerdos de Aqaba, página 3). “Es la hoja de ruta de la paz”, pontificó Donald Rumsfeld, el Secretario de Estado de EEUU.

Todos estos pactos fueron celebrados por la prensa mundial con titulares rimbombantes. En este último, hasta el presidente Bush se extralimitó en emociones y llegó a decir que eran “los resultados concretos del correcto camino emprendido en Irak” (CNN, 2 de junio 2003). La misma cadena de noticias, tuvo que informar, el miércoles 11 de junio, que “el presidente norteamericano se ha visto obligado a pronunciarse en tres oportunidades seguidas contra los ataques a la “hoja de ruta” para el Medio Oriente”.

El objetivo es borrar del Medio Oriente toda resistencia palestina (la Intifada, los grupos terroristas islámicos y el eventual apoyo árabe). Pero vistos los 56 años de resistencia irreductibles de los palestinos, van a tolerar dos licencias que antes eran inadmisibles, por lo menos oficialmente.

Una, permitir la existencia de un mini “Estado Palestino”, asociado, desarmado y estrechamente sujetado en lo económico, político y militar, al Estado de Israel y EE.UU. Algo parecido a los “batustán” creados en Sudáfrica durante el Apartheid, confinamientos donde arrumaban a los negros haciéndoles creer que se autogobernaban.

Otra, erradicar de la Franja de Gaza y los altos del Golam, a más de 300 mil colonos, que ocupan más de 300 asentamientos sobre casi el 45% de la tierra. A todos ellos los instalaron con la Guerra de los Seis Días, en 1967, asegurándoles dos cosas: que era su “derecho divino” y que vivirían para siempre en Gaza y el Golam, la “tierra prometida”.

Ahora, con los “Acuerdos de Aqaba”, el Estado de Israel se vio obligado a informarles lo contrario. Lo menos que puede pensar un “colono” es que su Estado se volvió loco.

Al Estado de Israel le va a salir cara esta “recomendación” de la “Hoja de ruta”. Pero mucho más caro es lo que revela esta propuesta. Muestra el grado de artificialidad de un Estado, cuyo situado territorial y poblacional se determina según las guerras de ocupación y los intentos de acuerdo diplomático.



¿Es posible la paz en Medio Oriente?



Como en la telenovelas, la respuesta sólo podrá verla en el ultimo capítulo. Pero en los tramos anteriores al último, tendrán que resolver una incógnita. Sólo así se sabrá a quién beneficiará el final de esta tragedia inventada en las Naciones Unidas en 1948 con la “Resolución N° 181”.

Resolver el problema de Palestina significa, en concreto, darle solución a la existencia de su población. O sea, resolver “el secreto” de todas las colonizaciones imperialistas: ¿Qué hacer con la población del territorio ocupado?.

La Resistencia Palestina se apoya en unos dos millones de ciudadanos y campesinos estables. A pesar de las masacres, genocidios y desplazamientos que barrieron con casi 1 millón 800 mil personas, se han negado a desaparecer como pueblo. Sobreviven como nación sin Estado, o pueblo sin territorio, en Gaza, Cisjordania, Jerusalem, Líbano, Siria y otros lugares del mundo árabe. Otros pueblos, en situación similar, tuvieron peor destino, como se sabe.

Para resolver ese “pequeño problema”, los imperios coloniales del pasado y los imperialismo del siglo XX, acudieron a tres recursos. El exterminio, usado en Norteamérica y parte de Sudamérica, y se aplicó a la propia población judía europea durante el nazismo.

El desplazamiento, política muy aplicada en África antes de 1950 y se practicó con nativos australianos. Y finalmente, el sojuzgamiento interior, una forma de esclavización directa, apoyados en una casta de los mismos sojuzgados.

Desde 1947 el Estado de Israel ha utilizado los tres recursos (aunque esta historia comenzó en 1878, con el primer asentamiento sionista en Palestina que dio paso a sucesivas migraciones masivas de gente de fe judía para “poblar” Palestina a fuerza).

Lo llamativo es que más de medio siglo de aplastamiento generalizado, con apoyo total de los más grandes imperios del mundo, no han logrado derrotar la resistencia nacional de los palestinos.

Cuando resuelvan ese dilemita se podrá hablar de “solución” al conflicto, lo que no significa definir a quién beneficia y a quién sacrifica.



Palestina S.A.


Todos recordamos el día soleado cuando un malhumorado Rabín tuvo que darle la mano a un sonriente Arafat en Camp David. El presidente norteamericano, que apadrinaba el impensable apretón, acotó una frase oportuna para salir del trance: “Los pactos de amistad se hacen cuando existe enemistad”. Y ambos se miraron de reojo.

Una de las novedades que trajeron los planes de paz, desde los Acuerdos de Oslo (1993), es que los dirigentes del gobierno palestinos y del gobierno sionista, ya no se miran de reojo. Se las arreglan para compartir sociedades comerciales y políticas.

A falta de Estados reales, y territorios sin guerra, negocian de gobierno a gobierno mediante redes electrónicas, contactos ocasionales y delegaciones, siempre y cuando la plata de cada uno se pueda tocar en la parte de Palestina que les toca habitar.

Entre el 80 y el 90 por ciento de las maquilas establecidas en los Territorios Ocupados, pertenecen a capitales de Israel, pero administrados por gerentes palestinos. Los ministros y funcionarios de rango de la ANP controlan el tráfico de los casi 30 productos básicos que se comercian en Gaza y Cisjordania.

Khaled Salam, el primer asesor económico de Yasser Arafat en la ANP, maneja el monopolio petrolero. Desde 1993, al calor de los acuerdos de Oslo, firmó negocios con la empresa israelí Dor, para el suministro de combustible a Gaza y Cisjordania. El gerente de Dor es Shumel Goren, ex jefe militar de los Territorios Ocupados en 1987 y 1988, fecha clave de la resistencia palestina porque dio nacimiento a la Intifada.

Salam, el experto económico del actual gobierno palestino de Mahmoud Abbas, controla el monopolio del cemento, en sociedad con la compañía Nesher, de Israel. El que provee de computadoras, software y hardware a la Autoridad Nacional Palestina es su propio ministro de Planeamiento Internacional, Nabil Sh´ath, desde su empresa radicada en Egipto, donde está a salvo de los misiles y las bombas.

La más grande empresa de construcción civil pertenece Jamil Tarifi, Ministro de Asuntos Civiles, que antes se había especializado en el diseño y construcción de los asentamientos adonde el gobierno de Israel ubicó a los “colonos” que desplazaron a los palestinos.

Uno de los principales establecimientos edificados en la milenaria ciudad santa de Jericó es un Casino, si, un Casijo de lujo espectacular, que hoy es como el símbolo de la ciudad. Está ubicado frente a un campo de refugiados y es mantenido y protegido de las piedras de la Intifada (y se supone que también de la ira de Dios) por ambos gobiernos.

¿Y quién es Mahmoud Abbas, el actual jefe del gobierno palestino, sucesor de Arafat y firmante del “Pacto de Aqaba”, ese que se extingue en las llamas de los últimos días? Es dueño de la compañía Sky, la única que factura todo el mercado publicitario de Gaza, Cisjordania y sus alrededores.

Sobre esta red de relaciones comerciales, políticas y burocráticas, entre el Estado de Israel y el gobierno palestino autónomo, ha comenzado a probarse la última solución al conflicto palestino-isralelí: la asociación de la burguesía nacional palestina con el Estado que los expulsó en 1948. La tercera solución.

Si esta “solución” se consolida y le da permanencia a algún tipo de “convivencia” con el Estado de Israel, estaríamos en presencia de una derrota del pueblo palestino y su resistencia de 56 años.

Mientras tanto, vayámonos acostumbrando a ver por medio siglo más las dos noticias más viejas de Palestina: Se cayó otro acuerdo, la guerra continúa.






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Modesto Emilio Guerrero/ especial para Argenpress.info

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

 guerreroemiliogutierrez@gmail.com

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