A Rey muerto Rey puesto

Raudo transcurre el reloj de la historia, y las generaciones hipnotizadas ni tan siquiera pueden advertirlo, vivimos en un bucle generacional conservador donde solo las mentes privilegiadas se dan cuenta del ritmo de la danza del tiempo marcando su insoslayable paso hacia la consecución de su magno propósito. Un reloj mayor encierra a uno menor, y ese menor encierra a otro, y así sucesivamente. Pocos ven el reloj mayor dentro de la gran manada que habita en esta realidad ilusoria, y por consiguiente son terriblemente

impactados, al extremo de verse caminando por el filo de la navaja, donde por un lado tenemos la locura mientras que del otro está el olvido.

Ese hilo de seguridad por el cual caminan los cuerdos o lo que sería lo mismo los despiertos, es la única certeza con la que contamos para marcar cada paso que damos acorde al pulso divino que constantemente recibimos desde nuestro nódulo sinoidal de la poderosa bomba biológica del corazón en el cambiante fluir holográfico de esta realidad. Pero no es una tarea fácil de llevar a cabo, se torna difícil la asimilación de los armónicos precisos que en el gran universo que actuamos nos comunican la frecuencia certera a la que debemos sintonizarnos en todo el devenir de nuestras existencias a nuestro paso por el mundo, para así no perdernos.

Del mismo modo que en el espectro de radio frecuencias que navegan por los aires solo podemos sintonizar una para ser escuchada, así la verdadera frecuencia a la que debemos sintonizarnos en el océano radio eléctrico tiene que abrirse paso en ese mar de confusión, de igual modo los receptores de la frecuencia de la verdad han de esforzarse para conquistarla, "porque en la resurrección ni se casaran ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo", Mateo 22, 30; "He aquí os digo un misterio: No todos dormiremos pero todos seremos transformados". 1 Corintios 15, 51. Yo le agrego, acorde a cada frecuencia en la que nos encontremos sintonizados cuando el Reloj del Padre Creador marque la media noche.

Con la asunción del Presidente Luis Abinader el reloj divino avanza, los que antes fueron ya no serán más, y un poderoso torrente de luz continua revelándose por la línea delgada, y verán los dominicanos como ese poderoso pulso de luz dado por vía de Juan Pablo Duarte y Diez, y los trinitarios, se conjugará con la verdad del eterno, tal como está consignado en nuestro escudo nacional. "Generación va, generación viene; más la tierra siempre permanece". Eclesiastés 1, 4.

Los dominicanos estamos siendo testigos del más grande cambio de épocas que hayamos vivido antes en toda la historia de esta humanidad, naciones desaparecerán unas muy pocas lograran mantenerse de pie, el sello Divino en nuestro escudo sirviendo como estandarte hará caer ejércitos poderosos delante de nuestro pueblo: "Y temerán desde occidente el nombre de YHVH, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río, más el Espíritu de YHVH levantará bandera contra él". Isaías 59, 19.

Un ejército de ángeles aguarda delante de la presencia del Rey Soberano sus órdenes, porque nunca seremos siervos de las naciones ni seremos como las naciones, porque hemos nacido bajo pacto perpetuo con nuestro Dios, quien por nuestro mesías Ieoshua redime a los que en El creen, "y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo". Jeremías 31, 33. No cometeremos la terrible maldad de esa casa rebelde pastoreada por DIOS mismo, eligiendo ser como las naciones y rechazando la supremacía de YHVH: "Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará". 1 Samuel 8, 19-20.

En el bucle de la realidad que vivimos el cambio es la única ley que no cambia, vamos camino al perfeccionamiento constante, Dominicana entre las naciones que se mantendrá de pie en el fin de los tiempos con el poder de La Fuerza Divina: "Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella". Apocalipsis 21, 24. Presidentes van Presidentes vienen, hasta que ese sistema sea transformado en uno regido por la eternidad de la verdad que nunca pasa: "El cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras no pasarán". Mateo 24, 35.



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Rafael Guillén Beltre


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