La Última Cena de Barrabás

Con la Verdad ni ofendo ni temo, pues sólo ella nos hará Libres. Allá los que neciamente se aferran a un dogma distorsionado y anquilosado que además nos fue impuesto a la fuerza por seres venidos de tierras extranjeras. Y pensar que algunos se sumergen en él para justificar una revolución “pacífica” hoy en día.

No hay mejor señal que algo viejo está muriendo y algo nuevo está naciendo que el derrumbe de los mitos, leyendas, tradiciones y creencias, es decir, de las “verdades absolutas”.

El año pasado los fervorosos creyentes vieron sacudida su endeble alma con la revelación de los Evangelios según Judas Iscariote y María Magdalena a través de un documental del canal National Geographic, que Jesucristo tuvo un hijo con esta última en el libro más vendido titulado “El Código Da Vinci” del escritor norteamericano Dan Brown, y su respectiva versión cinematográfica.

Cuando todavía la confusa feligresía y sus incapaces pastores se recuperaban de semejante golpe a la fe preestablecida mediante torpes réplicas, este año el cineasta estadounidense James Cameron (director de Terminator, Mentiras Verdaderas y Titanic) los remata con un documental a ser transmitido por el Discovery Channel, muy publicitado en todo el mundo (menos aquí), en el que se revela el descubrimiento de la “Tumba Perdida de Jesús”, en la que supuestamente estaría enterrado su hijo, de nombre “Judá”, al lado de la tumba de María Magdalena.

¿Fraude mediático o preparación de las mentes de los “creyentes” para la implantación de una nueva religión desde los centros de poder hegemónico? En todo caso, el cristianismo católico romano tampoco necesitó de muchas pruebas científicas irrebatibles para ser impuesto como una de las principales religiones del mundo, como le están exigiendo a estos personajes los “expertos” y líderes de la mencionada iglesia. Como ya lo dije, las tradiciones religiosas que el pueblo venezolano defiende tan apasionadamente fueron inyectadas en las mentes de los habitantes originarios de estas tierras, los esclavos traídos del África y los mestizos previa degradación moral y pauperización económica por parte de los conquistadores españoles, con lo cual produjeron las condiciones de miseria, nula autoestima y desesperación típicas y necesarias para la consiguiente “adopción” de una ideología religiosa que ofrecía la “salvación” y el “perdón de los pecados”.

Ese mismo método es el que las clases dominantes corporativas altamente tecnificadas tienen preparado para la introducción de su nueva religión para su nuevo proyecto de sociedad “post-industrial” (¿el Proyecto para un Nuevo Siglo Norteamericano de los neoconservadores de EE.UU. en Santa Alianza con la Iglesia de la Cienciología?) mediante sus guerras nucleares genocidas, sólo que previamente necesitan borrar de nuestras mentes toda esa paja caduca y fraudulenta monopolizada por El Vaticano, y por ello la campaña inmisericorde de “revelaciones” y “descubrimientos”, como si ellos no supieran de estos hechos desde hace tiempo; sólo que ahora las coreografías y disfraces de Benedicto XVI y su teatro globalizado ya no les hacen falta y más bien estorban.

Navegando en la atea autopista de la información nos encontramos que justo antes de la recogida Semana Santa cristiana católica se ha publicado un libro por el escritor madrileño Francisco Galván titulado “El evangelio de Barrabás”, personaje bíblico asociado a los últimos hechos en la vida de Jesucristo y sobre el cual se ha echado una sombra desprecio y condena, al estilo que se ha hecho con Judas Iscariote, en el que se agregan más datos y dudas a la mencionada polémica, que esperamos algún día sean respondidas y se incluyan en nuestro importante debate interno sobre el socialismo del siglo XXI, en virtud que nuestra sociedad es profundamente creyente y no se puede negar la influencia que la religión cristiana católica tiene sobre ella, y últimamente sobre la discusión de temas meramente políticos.

Pero ya que la historia y las tradiciones nos imponen esa realidad y en vista que algunos líderes del proceso se han empeñado en mezclar ambas cosas, no nos queda más remedio que añadirnos a la receta pero no para seguir pasivamente la corriente, sino para estudiar seriamente y llamar al pan, pan, y al vino, vino. En este sentido, entre los datos que uno puede encontrar en Internet nos enteramos con asombro y suspicacia que el nombre Barrabás es un término contemporáneo del arameo original “bar-Abbas”, que significa “hijo del Padre”, y que según otros textos utilizados por el teólogo Orígenes en el siglo III d.C. y algunos manuscritos sirios del Evangelio de San Mateo traducidos al griego antiguo (y luego al latín y de allí a las diversas lenguas modernas, lo cual nos da una idea de las múltiples interpretaciones y distorsiones a las que se ha podido someter el texto original a conveniencia de sus traductores e intérpretes) nombran de hecho a Barrabás como “Jesús bar-Abbas”, es decir, Jesús el Hijo del Padre, o “El Hijo de Dios” o “El Hijo del Hombre” como aparece en algunas versiones de la Bilbia. Esta tesis es sostenida por famosos eruditos como Hyam Maccoby, Benjamín Urrutia y Guy Davenport, quienes al respecto han escrito varios libros en los que fundamentan muy bien sus argumentos.

Esta referencia gramatical, que fue resaltada hace décadas (sólo que aquí en Venezuela es sólo hasta ahora que nos enteramos que tal polémica existe debido al velo impuesto por los jerarcas de la Iglesia, en complicidad con nuestros complacientes medios de “comunicación” tan prestos a revelar algunas verdades y a ocultar muchas otras, como esta) es la que ha llevado a muchos a preguntarse si tal vez “Jesús de Nazareth”, al que todos veneran como un ser divino, santo y pacífico y “Jesús bar-Abbas” alias “Barrabás”, al que todos denigran como un ser mundano, pecador y violento son acaso la misma persona, respuesta que tendría implicaciones trascendentales para la religión “mayoritaria” en Venezuela y le cambiaría el tono al debate acerca del “socialismo cristiano” y los “cristianos socialistas”.

Todas estas especulaciones se ven reforzadas por referencias previas de los relatos bíblicos que todos conocemos mediante el catecismo oficial que nos fue impartido y por medio de las versiones oficiales de la Biblia que circulan públicamente en las que se nos enseña que “Barrabás” fue un bandolero y asesino que practicaba la lucha armada contra el Imperio Romano invasor y ocupante de Palestina y que fue hecho preso y fue “canjeado” por “Jesús de Nazareth”, “el hijo de Dios” nacido de madre virgen, que entró a Jerusalén a predicar pacíficamente el amor al prójimo y a mostrar la otra mejilla, ante el clamor del pueblo por parte del gobernador romano Poncio Pilatos. Pero esas mismas referencias dan cuenta de un “Jesús de Nazareth” iracundo sacando a los mercaderes del templo con un látigo o proclamando “yo no vine a traer la paz, sino la espada, ¡ojalá que ya arda!”, lo cual nos lleva a hacernos estas cruciales preguntas, a la luz de las manipulaciones que han hecho los jerarcas de la Iglesia cristiana católica a lo largo de los siglos, con lo cual han contribuido a oscurecer la verdad antes que revelarla:

¿No serían Jesús y Barrabás la misma persona y sus atributos, cualidades y facultades diversas, diferentes, disímiles, unas veces mansos, pacíficos, tolerantes, redentores, y otras veces rebeldes, guerreros, inmisericordes, justicieros, personificadas cada una de ellas en dos individuos diferentes, es decir, no será que “Jesús de Nazareth” encarna la parte pacífica y “Barrabás” la parte violenta de la misma persona?

Siendo así, ¿no será que Pilatos, al momento de enfrentarse al pueblo de Palestina, tenía a “Jesús bar-Abbas” y a otro preso todavía no identificado por la versión oficial (cuyo nombre reposa en los celosamente resguardados archivos de El Vaticano y que algún día saldrán a la luz pública) y el pueblo le pidió que lo liberara, en vez de la ahora dudosa versión oficial en la que el pueblo dijo: “libera a Barrabás”?

¿Qué sabemos realmente sobre este personaje llamado “Jesús”, sobre el cual curiosamente no hay ningún registro histórico que confirme la versión bíblica?

¿Qué hay de los “años perdidos” entre su vida en Nazareth (que por cierto no existía en la época en que Jesús vivió ahí, según datos geográficos e históricos) y su entrada a Jerusalén? ¿No será que andaba oculto en las montañas organizando guerrillas y la lucha de resistencia contra el Imperio Romano, ganándose el apoyo abrumador del pueblo y este apoyo le permitió entrar a la ciudad santa sin ser arrestado inmediatamente?

¿Acaso, como buen líder político, no combinaría la lucha armada violenta con la enseñanza pedagógica tácticamente implementada dependiendo de la situación y la logística del movimiento en un momento dado? Después de todo, nadie es 100% violento o 100% pacífico durante toda su vida.

Aun dentro de Jerusalén, rodeado de discípulos y curiosos “Jesús el hijo del Padre” tenía que andar escondiéndose en casas de amigos, aun cuando predicaba religión y cuando se sabe que los romanos no obligaron a los palestinos a renunciar a sus creencias y adoptar las del Imperio, por lo cual no tendrían motivo para perseguirlo, encarcelarlo, torturarlo y crucificarlo. Sí lo tendrían su hubiera sido un tipo conspirador y violento, como al parecer ocurrió.

La versión oficial no nos lo ha contado todavía, pero no es difícil imaginar cómo habría sido la última cena de “Barrabás”: temblando de frío en una sucia y maloliente mazmorra, comiéndose una rata flaca a pedazos, en medio del dolor producido en su cuerpo por los azotes de los centuriones y las cadenas atadas a sus miembros, bebiendo su propia orina, en vista que sus desalmados captores le negaron una vasija de agua una y otra vez. Una cena digna de un verdadero enemigo del Imperio, como lo vemos hoy en día en Abu Graib, Guantánamo y las “cárceles secretas de la CIA”.

En cambio, según esa misma versión, “Jesús el perseguido” cenó tranquilamente con sus fieles discípulos, bebió vino y se dio el lujo de lavarle los pies, echar unos cuentos, dar las últimas instrucciones, despedirse y tirar sus últimas predicciones, entre las cuales estaba el nombre del que lo traicionaría, proporcionando fecha, hora y lugar del evento. Una cena digna de un verdadero aliado del Imperio, que le proporciona el chivo expiatorio perfecto y las condiciones necesarias para justificar todos sus desmanes y atrocidades y después se ve abundantemente recompensado, como lo vemos hoy en día con personajes como Posada Carriles (“mártir de la democracia”), Augusto Pinochet (quien murió “acosado” por sus “enemigos”) y Carlos Andrés Pérez (“injustamente exiliado” pero gozando los placeres terrenales de la vida).

Algunas de las personas que han estudiado el tema afirman que “Jesús” fue dividido entre el “Nazareno” y “ Barrabás”, vilipendiando a este último en el texto bíblico, para que los romanos aceptaran la nueva fe, la cual giraría en torno al Jesús “compasivo, tolerante y bueno” y no en torno al que asesinó a algunos soldados romanos, en medio de su lucha por la liberación del pueblo palestino.

Viéndolo bien, parece que el verdadero socialista, si es que realmente fueron dos personas distintas, fue “Barrabás”, quien tuvo bien claro desde un principio que un Imperio despiadado, sanguinario y bien organizado se enfrenta con armas, organizando al pueblo y sin concesiones de ningún tipo, al menos mientras dura la batalla decisiva.

Algo a tomar muy en cuenta si de verdad queremos rescatar las enseñanzas “cristianas” de las deformaciones de la jerarquía eclesiástica o, al contrario, demoler todas sus mentiras y producir nuestras propias enseñanzas y descubrir nuestras propias verdades, para liberarnos de las cadenas virtuales viejas o nuevas.


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Jesús María Nery Barrios


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