Ratificado el rumbo popular

Los resultados electorales en Venezuela sorprendieron a muy pocos. Se trata de la reafirmación de la vanguardia izquierdista latinoamericana en la figura del Presidente Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana. Basta con visitar los sectores populares de cualquier estado del país para constatar, no sólo la presencia y trascendencia de las políticas sociales y económicas del Gobierno Bolivariano, sino la satisfacción de los ciudadanos y su incorporación en las Misiones Sociales. “La única manera de acabar con la pobreza, es dándole poder al pueblo”: esas palabras de Hugo Chávez son fácilmente comprobables. A través de la organización social son cada día más los venezolanos que protagonizan el destino de sus comunidades y que avanzan incluso hacia el autogobierno en algunos y esenciales ámbitos y decisiones. Bien claro y determinante fue el Presidente al afirmar a lo largo de toda su campaña electoral que los ciudadanos que votasen por él, en realidad votaban por ellos mismos y, a su vez, votaban por el proyecto socialista de país. Un nuevo socialismo en construcción, en elaboración teórica y práctica, profundamente latinoamericanista, indigenista, e innovador. Un socialismo de pirámide invertida, en el cual las comunidades organizadas manejarán los factores de producción, con la facilitación e intervención del Estado, respetando todas las variantes económicas y de pensamiento. En un reciente estudio de opinión de la empresa Consultores 30.11, se determinó que más de un 42% de los encuestados considera positiva la vía del Socialismo del Siglo XXI y que, aunque no hay claridad en su definición, lo asocian con dos términos básicos: solidaridad y cooperación. Esto nos indica que efectivamente el proyecto alternativo de sociedad, fundamentado precisamente en la solidaridad, la igualdad, la cooperación y la organización le está llegando limpiamente a las mayorías, a pesar de las distorsiones que muchos medios privados de comunicación han provocado.

La novedad de estas elecciones, en consecuencia, no fueron el resultado, ni la consolidación de la Revolución Bolivariana y el proyecto socialista. La novedad fue, sin duda, el que la oposición venezolana, confesa y comprobadamente golpista en los últimos años, se haya encarrilado por la vía democrática y haya aceptado los resultados sin rechistar. La diferencia entre el ganador y el candidato de la derecha fue tan abismal, que podemos decir que el pueblo los obligó a reconocer lo innegable. Sin embargo, hace dos años, la diferencia fue casi la misma, algo menos holgada, y la oposición tuvo el tupé de gritar fraude y ofrecer unas pruebas que jamás mostraron, ni tuvieron. Ni hablar del retiro en masa de la derecha venezolana de las elecciones parlamentarias de 2005, argumentando desconfianza en el sistema electoral, el mismo sistema que hoy dicen respetar. Al desconocer los resultados de 2004 y al tratar de deslegitimar el sistema con su retiro de las elecciones parlamentarias, apostaron al cuestionamiento generalizado de los triunfos electorales de Hugo Chávez, al desprestigio internacional del gobierno y a las acciones intervensionistas y desestabilizadoras que tomarían sus socios (¿jefes?) de la administración Bush. Agotaron así todos los cartuchos de su ametralladora antidemocrática: manipulación de los medios, golpe militar, sabotaje energético, instigación a la violencia, desconocimiento del Poder Electoral. El creciente aumento de la popularidad del Presidente Chávez los dejó con una sola opción, al menos por ahora: entrar en el juego democrático. Y así vimos a un candidato opositor, Manuel Rosales, quien hace cuatro años apoyaba con su presencia y firma el golpe de Estado, reconocer la paliza recibida el 03 de diciembre, a pesar de las presiones de los grupos fascistas para que gritara fraude y buscara un absurdo enfrentamiento en las calles. Vemos como un claro representante del capitalismo, quien incluso trató de comprar las conciencias de los electores poniendo en sus manos una tarjeta de débito que habría de traducirse en ingresos mensuales que superan el doble del salario mínimo en caso de que él triunfara, tuvo que reconocer la victoria socialista e incluso comenzó a hacer propuestas hacia la reforma constitucional que promueve el Presidente Chávez.

Ahora bien, que la oposición haya hecho lo que es natural en toda democracia, reconocer una amplia derrota; el hecho de que la oposición haya aparentemente abandonado los caminos de la violencia y la insurrección; el hecho de que la oposición haya respetado por vez primera en cinco años la opinión de la mayoría, no les da derecho alguno a considerarse en igualdad de condiciones y a exigir su presencia política en escenarios que torpemente perdieron como la provincia y el parlamento venezolano. Así como la izquierda luchó democráticamente sin grandes espacios en los años 70, 80 y 90, hoy le toca a la derecha hacerlo; con diferencias: la izquierda de entonces fue perseguida, vetada, disminuida, satanizada y no contaba con medio de comunicación alguno, mientras que esta derecha actúa con libertad, tiene a todos los medios de comunicación privados a su favor y, por supuesto, todo los recursos del mundo a través de los grandes empresarios dueños de monopolios y oligopolios criollos y el caudal de dólares que con gusta les da el imperio. Solicitan que se hagan nuevas elecciones parlamentarias, que se libere a quienes atentaron contra las instituciones en 2002 y 2003. Nadie les obligó a ser golpistas, nadie les obligó a gritar fraude, nadie les obligó a retirarse de las elecciones para el Parlamento. En el debate de la reforma constitucional que se avecina en Venezuela la oposición tendrá el mismo espacio que tienen todos los venezolanos para aportar sus ideas, que serán escuchadas y evaluadas. Igualmente, tendrán la oportunidad y el derecho de oponerse al proyecto de reforma que se someta a referéndum nacional llegado el momento.

Existe, sin duda, una coincidencia entre el accionar de la oposición y la nueva política que Washington parece haber emprendido hacia Venezuela. Un informe muy reciente titulado “Viviendo con Hugo Chávez”, del Council on Foreing Relations, un centro de investigación y “Think Tank” con gran influencia en la política exterior de Washington, se recomienda que el gobierno estadounidense en el corto plazo cese en su retórica contra Caracas y que se asuman ciertas negociaciones pragmáticas, reconociendo la inutilidad de las medidas que se han tomado en el pasado y la incapacidad de la oposición venezolana para “salir de Chávez por vías legales o inconstitucionales”. En el largo plazo, mientras tanto, plantean fortalecer la presencia de Washington en la región, para supuestamente atacar los problemas sociales que le dan popularidad a Chávez e ir conformando alianzas con otros líderes para planificar las acciones a tomar cuando, según ellos, Hugo Chávez “cruce la línea roja, bien sea en asuntos domésticos o exteriores”. Es decir, al igual que la oposición interna, Washington plantea un repliegue táctico, mucho pragmatismo e ir minando las bases de la Revolución Bolivariana en el mediano y largo plazo. Por supuesto, ese absurdo argumento de Condoleeza Rice afirmando que “Hugo Chávez fue elegido democráticamente, pero no gobierna democráticamente, ha quedado neutralizado con los resultados electorales, pues sería una inexplicable paradoja y un complicado trabalenguas el insistir en que un Presidente elegido democráticamente, no gobierna con democracia y sin embargo lo reeligen democráticamente. El pueblo venezolano los ha dejado sin argumentos y los ha obligado a transitar por métodos legales. El mismo pueblo que debe permanecer alerta pues bien sabemos que la derecha imperialista no tiene palabra y en cualquier momento puede optar retomar lo que hoy dicen haber abandonado.

Y es que hasta vergüenza ajena siente uno al ver a los dirigentes opositores pedir perdón hoy por los errores cometidos: golpe, sabotaje, supuesto fraude, manipulación mediática, retiro de elecciones. A la vez piden indultos para quienes ejecutaron esas acciones delictivas, piden que confíen en ellos y que les abran los espacios institucionales que perdieron. Por supuesto que el pueblo venezolano no caerá en semejantes chantaje. Sin embargo, debemos estar atentos a la nueva estrategia “institucional” de los opositores y sus amos de Washington. Si se mantienen en la esfera democrática, contraponiendo ideas, fomentando el debate sincero, proponiendo su proyecto de sociedad capitalista como opción, bienvenidos. Si piensan violentar la reglas del juego y volver a arremeter contra la mayoría, se encontrarán con un Gobierno consolidado y con un pueblo que con aun mayor fervor que en 2002 impedirá que hagan de las suyas. A la premisa de que sólo dándole poder al pueblo superaremos la pobreza, la derecha contrapone la suya: sólo dándole libertad al mercado y rienda suelta a la globalización se alcanzará el crecimiento económico. Esa fusión indisoluble entre la derecha venezolana y el imperio debe ser siempre vigilado, jamás subestimado. El pueblo venezolano desde 1998 ha optado por empoderarse, por creer en el proyecto colectivo . El apoyo a Hugo Chávez se ha más que duplicado nominalmente y ha subido en más de 10 puntos porcentualmente. El despertar de los pueblos latinoamericanos es evidente, en Venezuela se consolida la vanguardia, la sociedad alternativa, el otro mundo posible está en inexorable construcción en la Patria Grande.


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Jorge Arreaza

Ex-vicepresidente de la República. Ex-viceministro de Ciencia y Tecnología, y ex-presidente de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (Fundayacucho).

 jorgearreaza@gmail.com      @jaarreaza

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