¡Pana! Defiende el suelo que te levanta (II)

Un determinante aspecto destacado en la primera parte de este ensayo fue el rol servil que desempeño Francisco Fajardo para la corona española, aun cuando esto significaba traicionar a sus semejantes y hasta pisar con sus propias botas la sangre derramada por sus degollados y ahorcados hermanos originarios. Hay que ser indolentemente inerte para pisar la misma sangre que corría por sus venas, es por ello que no puede quedar duda en que el tiempo y su devenir misterioso llamado destino, ajustaría cuentas con el mestizo: la justicia por la traición, humillación y negación de sus raíces era una sentencia que ya estaba aprobada.

Después de la muerte del Cacique Paisana junto a integrantes de su tribu, Francisco Fajardo se dedicó a explotar las riquezas de dichas tierras con su gente, fue entonces cuando los españoles con el Gobernador de la Provincia de Venezuela a la cabeza, le realizan una artimaña a Fajardo que termina aprisionándolo en El Tocuyo, al cabo de un tiempo fue liberado y asignado a la Villa del Collado, territorio ubicado en El Litoral donde construye un fuerte de madera para soportar los asaltos indígenas.

Es importante resaltar que en paralelo al aprisionamiento, posterior liberación y reasignación de Fajardo, la corona española encomendó a Juan Rodríguez Suarez, fundador de Mérida, a que reconquistase los territorios del Valle de Los Caracas. Al tiempo de asignarse dicha encomienda este colono logra infiltrarse en tierras caraqueñas y levantar campamentos que eran constantemente atacados, es entonces cuando decide dirigirse al antiguo asentamiento abandonado por Fajardo, y funda la Villa de San Francisco, donde construye defensas para resistirse de los ataques y destinada equipos de trabajo para las minas, dicha Villa y proyectos emprendidos pronto serían arrasados.

Los incesantes ataques de la furia Caribe eran liderados y dirigidos por el Cacique Guaicaipuro, con una coalición conformada por guerreros y guerreras de la talla de Apacuana, Baruta, Naiguatá, Chacao, Aramaipuro, Guaicamacuto, Paramaconi, Terepaima, Chicuramay entre otros guerreros, quienes vencieron por medio de ataques sorpresivos, simultáneos y sistemáticos al propio Juan Rodríguez Suarez; también derrotaron a Luis de Narváez, quien venía a reforzar las huestes españolas desde El Tocuyo; y lograron expulsar a Francisco Fajardo de la Villa del Collado a pesar de las defensas erigidas, es en este escenario cuando Fajardo se embarca con la mayoría de su gente rumbo a la isla de Margarita y otro reducido número se dirige hacía Borburata.

Esta situación configuró un tablero político y militar que permitió a la alianza indígena defender el Valle de los Caracas y los Teques durante un lustro, en ese mismo tiempo el destino encaró al mestizo quien fue juzgado, apresado y sentenciado en Cumana por la corona española; dicha condena contemplaba la ejecución sumaria y como tal fue cumplida, sellando de esa manera la vida de un actor polémico de la historia venezolana. Extraño papel desempeño Francisco Fajardo en el ocaso de su vida, seguro no vislumbró que la mano que lo arrancaría de la existencia fue la misma a quien él le había consagrado su existir.

Esto demuestra que el acto indigno de mancillar el suelo donde te levantas a cambio de conseguir buenos tratos y oficios de cualquier agente externo, es una cuestión tan indignante como absurda, ya que al negar tus raíces, niegas tu origen, es decir: la existencia misma, te condena a perecer lentamente cuan eslabón perdido, que aunque eslabón es prescindible e incómodo para cualquier cadena. Triste situación esa en la que el Bravo Pueblo y el arrogante colonizador, ambos con intereses yuxtapuestos coinciden en señalar al mismo ser con la misma sentencia: un despreciable personaje de corazón traidor de manos que solo pueden ser utilizadas para ruines acciones que sirven al opresor sin menoscabar en mancillar al hermano.

Por ello se debe ratificar que la principal vía del Valle de los Caracas, del sagrado suelo regado con la sangre de nuestros orígenes caribes, como también mestizos, negros y blancos que conforman el crisol cultural de la nación venezolana, es por ello que no puede tener el nombre de quien en vida ofendió la pluriculturalidad y el suelo de Caracas, porque esta Ciudad ante el concierto del mundo es reconocida por ser sinónimo de libertad, rebeldía, justicia y solidaridad, pero también de resistencia estoica y disciplina inclemente para vencer lo inhumano, lo injusto y lo incorrecto, en síntesis: la cuna del Libertador.

Las ideas contenidas en este ensayo componen un importante trabajo de investigación y reflexión, evidentemente redactado en el lado de las mayorías que históricamente han sido ocultadas por lo oficial, aquellos que en los libros son invisibles o salvajes, borrados con mentiras sumisas y beneficiosas a la dominación. Aquí es donde los pueblos se alzan reafirmando su identidad multiétnica, transmitida heroicamente de boca a boca y generación en generación, enarbolando nuestro acervo de pueblo insurrecto, libertario, trabajador y solidario en claro y opuesto contraste con una oligarquía floja, traidora y antipopular.

Por eso el Bravo Pueblo es el único capaz de reconocer la heroicidad y los altísimos méritos del Cacique Guaicaipuro, Apacuana, Paramaconi, Terepaima y Tiuna; de Los Toromaimas para renombrar la vía que une el Valle de los Caracas. Es claro que las luces que guían la semántica popular están imbuidas del reconocimiento permanente a la dignidad del pueblo, configurada por hechos, actores y actrices que enorgullecen y elevan la moral patria, de colofón vale acentuar en este ensayo, la inagotable fuente de hijas e hijos caraqueños que aún se deben reconocer, como también de hijas e hijos consagrados por el destino al haber entregado sus esfuerzos e incluso vidas en elevar el nombre de Caracas. Por esta razón Francisco Fajardo debe ser una de las últimas personas en endilgarse si quiera en alguna pequeña vía de esta ciudad.

davidmlb1994@gmail.com



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