Primo universitario

—Compa ¿Qué hace ahí? Está cómo mirando a la distancia.

¿Qué le pasa? Está como encalamucao.

—Usted, sabe que el primo, el que era profesor universitario.

—¿Cómo que era? En tiempo pasado.

¿Qué sucedió ahí?

—Sí, en tiempo pasado.

Usted sabe que el daba clase en esa universidad que queda por donde tenían la embajada los gringos, después se mudaron pa´ no sé dónde.

Está ahí al frente de un centro comercial que era muy reconocido.

—Si no me equivoco, ese es el Centro Plaza.

Que casi ya no le queda nada, eso está acabao.

No lo han cerrado de milagro

—Así es como que se llamael centro comercial, y el edificio que yo dijo era de la petrolera.

Colegio no se qué universitario.

—Ya sé cuál es. No se preocupe por la precisión.

Que esos olvidos se deben al hambre que hemos pasado en estos últimos años. Gracias a la revolución preciosa.

—Bueno, el daba clase en esa guarandinga de universidad.

El cuento es que un buen día, llegó la Directora y le dijo: «Mire hombre, de ahora en adelante usted lo que va a dar en su clase es el libro azul del difunto. Estamos claro».

Esto molesto al primo y éste le dijo: «Mire profesora, cuando uno va al hipódromo es a ver correr los caballos, no los burros»

Y ahí mismo se prendió la sampablera.

El pico y pala, pues.

Le dijeron: «O usted da ese libro azul o se va pa’l cariñoso. Porque esas son las ordenes que han venido desde arriba». El primo que no se aguanta dos le replico: «Métanse su libro azul en el bolsillo y lo mismo pueden hacer con el cargo de profesor»

Y ahí mismo se largo de esa universidad.

—¿De qué era profesor el primo?

—De filosofía, me dijo. Eso fue lo que él estudió.

—Ahora en las clases de filosofía hay que dar los cuentos del arañero, válgame Dios bendito.

A lo qué hemos llegado.

La ontología de las catalinas y las paledonias. O la metafísica de las muelas del difunto.

—Así estamos. Ese es el nivel de la educación chaveca.

—Bueno, por ahí, hay una universidad que tiene la cátedra del difunto.

A lo mejor les repiten los aló presidente y comentan las sandeces.

En algo hay que justificar el sueldo.

O usted desconoce las profundidades intelectuales que encierran los cuentos del arañero. Ahí deben haber o haberá verdades muy profundas que todavía no se han revelado.

—En verdad, que eso no lo había pensado de esa manera.

Pero es muy cierto.

Ese hombre era muy profundo en su conocimiento. Un genio en la sofistica.

—¿En la qué?

—Así creo que me dijo el primo, yo repito lo que le escuché.

—¿Por qué se habrá negado el primo a meterse en esas honduras del pensamiento?

A lo mejor descubría algo que develará lo que es el socialismo del siglo XXI. Que nadie sabe que es esa mentira, pero la repiten porque se oye bien.

El primo perdió la oportunidad de hacer una verdadera filosofía del papelón con limón.

—O de la mandoca con queso de año.

—Ese creo que no comía de eso.

Pero hablando en serio, sin que lo anterior haya sido guachafita.

Yo sí creo que en los cuentos del arañero está el futuro de la filosofía de la América toda.

Es que la profundidad de los aforismos que ahí se expresan son difíciles de comprender, y se necesita un entendido para revelarlos.

—Yo le dijo, la verdad. De esas cosas yo no entiendo nada y me quedo corto.

Porque uno es un ignorante.

Pero queden la orden para que en la universidad dicten las sandeces del panfleto del libro azul deja mucho que desear. No sé, dijo yo.

Ya subió el pasaje, me voy caminando.

Y le dijo: Por ahora, apriete.


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Obed Delfín


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