Construcción sin venganza

—El miedo, y disculpe que insista en esto, alienta la obsesión por eso que llamamos el estatus social.

Si yo me creo más que los demás porque tengo un título de algo o una mejor casa o un mejor puesto de trabajo pienso que nada me puede destruir. Me la paso todo el tiempo protegiendo ese estatus que me he creado yo solo.

Pero apenas siento amenazado ese estatus, lo primero que me asalta es el miedo y la ira por lo que creo que voy a perder. Eso se da porque vivo en un estado de competencia y menospreciando a los demás, y me da miedo pensar que soy, en cierta medida, igual a los demás.

Porque confundimos igual política con igual de aptitudes, estas son cosas diferentes. Nadie puede negar eso.

Créame es así, compita.

—Pero eso es una trampa. La cosa no funciona así.

—Pero el miedo nos hace pensar de esa manera.

El miedo a perder algo nos alimenta la ira y la venganza; y pensamos que devolviendo el golpe o eliminando al otro restablecemos el control y la dignidad que nos merecemos.

Le dijo que ponerse a fomentar la ira impide toda posibilidad de llegar a algún arreglo político. Porque la ira y el miedo son el veneno que fomentan los errores en la actuación ciudadana. Y eso lo han avivado los políticos de la podredumbre.

Eso lo hemos visto y lo seguimos viendo mucho en este erial cada día. La gente no quiere abandonar esa actitud irracional de odio, que es alimentada por el discurso de la carroña política.

—Cómo usted lo ha dicho es muy cierto.

—El miedo y la ira lo que hacen es que nos precipitamos en nuestras conclusiones y arrasemos con todo antes de haber reflexionado detenidamente sobre cómo actuar adecuadamente.

El miedo y la ira lo que han hecho en estos años es cegarnos y por ello hemos culpado al vecino, a la señora que está en el consejo comunal, al dueño de la bodega, al panadero y pare usted de contar, que también son víctimas como nosotros.

¿Y qué hemos propuesto? Solo cacerías de brujas de ambas partes.

Ese es el discurso que han impuesto los lideres de quincalla de ambos bandos. La palabra líder les queda muy grande a tales desalmados.

Lo que tenemos que hacer nosotros como ciudadanos es detenernos a comprender mejor las cosas que están sucediendo. No dejarnos llevar por esos discursos de odio.

—Muy cierto, fíjese cuando lincharon a varias tipos o cuando masacraron a los muchachos en el autopista.

—El miedo ha sido el origen de todos estos enfrentamientos que empezaron en 1998.

Desde esa fecha la población se ha sentido insegura, amenazada y lo que ha hecho es enfurecerse y tratar de erradicar al bando opuesto. Eso ha sido un miedo irracional, exacerbado.

Del miedo se han aprovechado los políticos como le vengo diciendo desde días atrás.

No podemos aceptar más el discurso político que hasta ahora ha imperado y nos han impuesto los políticos de marras. Vea a ese tal Cabellos, por tomar solo un ejemplo, lo único que hace es incitar a la venganza y al enfrentamiento.

No podemos seguir siendo unos tontos para que nos lleven becerreados al matadero. Como ciudadanos tenemos el derecho y el deber de decir que no.

Hay que fomentar que la gente hable en lugares públicos, y dijo la gente, los ciudadanos no los políticos carroñeros. Que la ciudadanía exprese sus preocupaciones y sus posibilidades. Vera usted que de allí salen cosas productivas.

En esas conversas públicas, por muy disparatadas que puedan ser al principio, nos daremos cuenta que el otro no es un individuo malo, como nos lo han querido hacer ver los políticos chavistas y los de oposición (que son lo mismo).

Hay que fortalecer el espíritu de conversa, para no consolarnos con sentimientos de venganza.

Hay que tener disposición a aceptar los discursos de las otras partes —que son muchas— para sacar lo mejor que haya en cada uno de ellos. Es hora dejar a un lado por inservible el discurso chavista y el discurso de oposición. Porque esos ya no existen, no representan a nadie. Esos son solo una fachada de cartón piedra.

Lo que existe realmente es la población, los ciudadanos de carne y hueso, con hambres y necesidades. Que quieren una solución a este marasmo en que nos han hundido estos políticos de la carroña.

Hay que fomentar las intenciones reconstructivas de lo queda de este país, y solo es posible en la medida que la gente hable entre sí. Que cada quien diga lo que quiere para su sociedad. Unos querrán caviar, otros arepas. Cada quien tiene sus expectativas sociales y eso es lo importante.

Hay que dejar de lado el discurso de devolverles la mala jugada a los chavistas o a los de la oposición. La idea es que esto hay que salvarlo en el presente para poder hacer el futuro.

No podemos seguir destilando nuestro veneno porque eso es lo que les conviene a chavistas y oposición. A ellos no les interesa la población.

—Así es.

Mire, lo dejo; en un rato vuelvo para seguir con esta conversa.

Y le dijo: Por ahora, apriete.



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Obed Delfín


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