De la mengua política al señorío sin sentido

La mengua política ha sido acelerada e indetenible. La misma se ha producido por la ineficiencia gubernamental. La soledad que ha venido caracterizando al gobierno mesiánico cada día se agudiza. Ellos que esgrimieron la tesis de polarización política, ahora se encuentran en un solo polo y bastante frío por lo que se percibe.

La apatía política era fácil de predecir después del líder político. La indiferencia que ha ido reinando también. La incompetencia estaba en germen desde el inicio, por esa particularidad de siempre querer inventar el agua tibia. El discurso cada día más agotado y repetido. Ahora no tienen rivales políticos, se han quedado solos.

Para echarle la culpa al otro han sido muy eficientes. Pero eso tiene un límite, como es el caso actual. La oposición ha desaparecido, momentáneamente, por sus propias torpezas. Queda el imperio y otros países a los cuales es fácil hacerlos autores de los desastres que hace la administración actual.

Todos los poderes los han ocupado, por las buenas o por las malas. A nadie parece interesarle semejante situación. Al quedarse políticamente solos, se ha podido ver cuan poquitos son o cuan poquitos van quedando. Están en una forma lastimera y de la mengua han llegado a ser una monarquía. Uno solo gobierna. Uno solo para todo y para nada.

Cometiendo un exabrupto se podría decir que actualmente somos una república-monárquica. Lo de república está en entre dicho por los desmanes a las leyes. Pero una república donde gobierna uno solo es más que una destemplanza, es una aberración. Ahora que lo lograron se le ven las costuras por todos lados.

Buscan a quien echarle la culpa, miran para todos lados y solo se ven a ellos solos. La monarquía de un socialismo malo es lastimosa. Dejarlos solos fue una estrategia que la oposición no supo hacer, de allí parte de su fracaso. Sin embargo, a medida que ésta ha ido difuminándose, y ellos han persistido el gobierno del partido único se ha hecho realidad. Pero tal realidad es su propia aniquilación.

Como no hay quien los critique. Cada vez que la situación se hace muy aguda buscan uno de sus adalides y lo hacen hablar en contra de las acciones gubernamentales, esto le ofrece un respiro. Porque entre ellos mismos pasan días haciendo especulaciones de la necesidad de ser críticos. Están en estado o modo (como dicen ahora) masturbatorio.

Se dan placer a ellos mismos, ni siquiera entre ellos mismos. Es el gobierno de uno solo. Del único vencido. Se han enredado en su propia trampa, se han mordido la cola, y ahora no pueden soltarse. Inventan atentados, golpes de estado; parece que lo desean fervientemente para ver si salen del atolladero en que se han metido. Pero nada sucede, para su desgracia.

Se ha llegado a la inanidad política. Algo que estaba en el horizonte desde hace rato. Y no es para menos con los actores políticos que hacen vida en el circo nacional. Esta es monarquía sin rey, ni vestido ni desnudo. Es un gobierno de uno, de un discurso repetitivo y obtuso; al cual nadie atiende ni quiere atender, el hablante se dirige a una corte de sordos.

Chachara agotada por inservible. La población anda por su lado y la monarquía en su fantasía. La población resuelve como puede el día a día, siempre lo ha hecho. Cada día los agentes políticos son más espurios, más desangelados. Son meras almas en pena, perros hambrientos tras un hueso.

Hacen toda clase de moriquetas para ver si llaman la tención, pero nada. Son tan ignorados que casi dan lastima. La penuria política se ha venido como una avalancha, y como tal crece en su caída arrastrándolos con ella. Todo les sale torcido. No dan píe con bola, dice el dicho.

Están escasos de todo. Cada día van quedando más solos, irremediablemente solos. Nadie los quiere y si los quieren es para otra cosa. De esta mengua parece que no salen, y en esta monarquía parece que perecerán. Todo el mundo ve los toros desde la barrera esperando el desenlace, aunque ya no importa cuándo.



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Obed Delfín


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