—Epale compadre, tiene cara de trasnochado, ¿qué le pasó? —Nada hombre, es que anoche llamaron, después de la nueve, para decir que habían llegado las bolsas o cajas CLAP, ya no vienen ni bolsa ni en caja. Porque había que irla a buscar a esa hora y, además, pagar un flete extra. La mujer me dijo: «anda tú, que yo estoy cansada y no quiero ir a pelear». —No entendí a qué se refería con eso.
—Para allá me fui con otros vecinos, la cuadra completa agarramos ajilaítos a buscar la caja. Y le dijo, compadre, que ya están a 900 mil los cuatros productos que venden, además, hay que llevar un saco para meter las cosas que venden, porque se los dan en la mano pelada a uno.
—En una parte dicen que la misma caja cuesta 450 mil y en otra a 650 mil. Que el flete se cobra aparte y el mismo lo cobran a lo que quieren. Aquello era un gentío, porque no querían dar los productos. Porque decían que, a última hora, el camión que hizo el flete había cobrado más de la cuenta. Unos decían que había que pagar 100 mil de más y otros que 200 mil.
—La gente gritaba «revocatorio, revocatorio». ¿A quién iban a revocar no sé? Aquello era «bochinche y más bochinche» como decía el Generalísimo, Dios tenga en su gloria. La gente tenía razón porque no querían darle ninguna explicación. Y yo con hambre, porque en la noche no hubo nada que meterle a la barriga.
—Unos decían una cosa y otros otra. Del timbo al tambo. Se metieron a una casa a parlamentar, como si fuese un conclave. A una jefa de calle no la dejaron entrar porque y que tenían «culebra» entre ellas; a otra le dio taquicardia y se quedó aparte para no llegar a males mayores.
—En aquel desorden, donde nadie dejaba hablar a nadie, se iba desarrollando la cosa. Más allá de medianoche por fin una cristiana salió y dijo que mañana, (hoy) porque ya era de madrugada, iban a entregar los productos, que trajeran una bolsa grande y una pequeña, como la canción, porque las lentejas venían en saco y había que pesarla.
—La gente gritaba y pedía revocatorio. Hablaba de esto y de aquello. Lo que si es cierto es que ahí todo el mundo, sin distingo de sexo ni edad, se lamentaba y se lamentó.