El letargo de las luciérnagas

En la noche más oscura de Venezuela las especies de hábitos nocturnos salen al acecho. Sobrevivir es la apremiante necesidad, para otros el apremio es mantener el estatus o nivel de vida. Cada cual hace gala de sus instintos, de su olfato, de su aguda visión, de su oído y hasta de la capacidad para captar señales o información más allá de los sentidos. Cada cual sale a buscar lo suyo, a veces un pendejo que le resuelva el día, otras veces el cazador también es acechado, pero a fin de cuentas prela el hambre de cada quien y la de los suyos.

En medio de esta noche venezolana, ese raro fenómeno de la bioluminiscencia gracias a la oxidación de la hormona luciferina, está ausente. Las luciérnagas, esos simpáticos ejemplares capaces de emitir luz, están aletargadas, como dormidas, quizá cautivadas por la oscuridad de la noche, describiéndola, zigzagueando de un lugar a otro, pero incapaces de reconocer que pueden emitir luz.

Así, la intelectualidad venezolana de esta coyuntura zigzaguea, describe formas invisibles en su vuelo, analiza, critica, pero igual que el resto de los venezolanos, no hace nada, no se involucra, se encuentra en letargo. Aquellos que por tanto tiempo han hecho gala de sus más doradas condecoraciones y premios, esos y esas que se han hecho de un nombre y una fama, a veces con proyección en los medios de comunicación, carecen de ideas y propuestas concretas para superar la crisis, no hay más allá de lo que siempre han masticado nuevas e innovadoras propuestas, pero tampoco parecen tener claridad en un destino, si acaso avizoran un rumbo. Esta es Venezuela, extraviada, perdida, entre las ramas, dando vueltas en círculo. Quiénes si no los intelectuales estarían más que nadie llamados y llamadas a ofrecer soluciones a la tragedia que vive nuestra sociedad, intelectuales que han gozado del privilegio de obtener recursos para la investigación, investigaciones que les han permitido obtener un conocimiento científico de la sociedad venezolana, años de ejercicio docente, años de ejercicio analítico y crítico de la sociedad. Pero el ejercicio crítico es siempre un ejercicio comparativo: ¿Cuál es el ideal con el que nos comparan los intelectuales venezolanos? ¿Dónde está? Habita exclusivamente en cada uno de ellos, pero no hay proyección hacia afuera de sí porque sencillamente, más allá del análisis, el ejercicio sintético es tan débil que no concreta un todo. La cultura nos gana, incluso en los espacios de mayor erudición.

Resulta insólito que los intelectuales venezolanos y venezolanas sean presas del mismo mal que habita en la conciencia del resto de la ciudadanía: No pueden ver otra salida a la crisis venezolana que no sea la salida violenta o por la fuerza, la salida por las armas, el militarismo y/o la intervención, no atinan una salida cívica más allá del oprobio que nos ha dejado más de un siglo de caudillismo militar. Con ello, todo compromiso con la racionalidad (la ciencia) se vuelve un espejismo, todo compromiso con la civilidad se diluye y seca en la arena, y peor, todo compromiso con la humanidad se vuelve una farsa. Con el éxodo de profesionales universitarios y el letargo de los intelectuales resignados a quedarse en el país, la situación es más que preocupante, porque se convierte en un problema de cantidad y también de calidad. Así, es obvio lo difícil que resulta ver soluciones no violentas para trascender la crisis.

Pero si quienes han gozado del privilegio de concluir estudios universitarios y de postgrado, si quienes se han cultivado a través de la lectura y hasta la investigación, comprenden que están llamados y llamadas a encender sus luces y volar juntos para conformar un gran faro en medio de la noche, un faro o una lámpara que guíe a la sociedad venezolana en este tránsito penoso en el que se encuentra, si son capaces de comprender que están llamados a actuar juntos y no separados porque para eso han ejercitado el raciocinio científico, si abandonan el interés en criticar y echar la culpa al otro en lugar de asumir la realidad y resolver el problema, entonces podremos encontrar como colectivo una salida a la lóbrega coyuntura en la que andamos.

Tienen los intelectuales venezolanos y venezolanas que ser foco de esperanza, tienen que vencer la cultura perniciosa de hacer por y para los míos y brindar soluciones por y para todos, sin egoísmo. Levanten vuelo, pues, modestas luciérnagas, enciendan sus luces, brillen al unísono y señalen un rumbo pacífico a seguir en el que Venezuela se levante de nuevo con inclusión, justicia y racionalidad.

sys_hot@hotmail.com



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