Los venezolanos somos los millonarios más pobres del mundo

Petra Caicedo vive en uno de los barrios más pobres de Caracas. La aguda crisis que atraviesa Venezuela ha reducido su menú a lentejas, arroz, yuca y otros tubérculos que anteriormente solo utilizaba como complemento de su dieta cotidiana; en los días buenos ella y su familia se dan el lujo de comer dos veces, pero regularmente tan solo son capaces de cubrir una de las tres comidas diarias. Antonio Gómez, el marido de Petra, ha perdido alrededor de 20 kilos en el último año, de ser un hombre alto y robusto, ha pasado a convertirse en una larguirucha figura esquelita. En sus raídos trajes sobra tela, y a su cinturón ha tenido que abrirle hasta 3 huecos adicionales para que el efecto de la gravedad no termine por dejarlo desnudo en la calle.

Petra también ha perdido lo suyo, el espejo le revela una imagen desconocida de ella misma; ha envejecido sustancialmente en un reducido espacio de tiempo, su rostro flácido luce poblado de arrugas, y en los brazos raquíticos la piel le cuelga como jirones. La grasa desapareció de su abdomen, comprar carnes, mantequilla, aceite o queso, se ha constituido en un anhelo imposible de cumplir; al parecer, ni siquiera la virgen de Coromoto, el niño Jesús, José Gregorio Hernández, o los espíritus de la Sabana serán capaces de hacerle el milagrito. En Venezuela, alimentarse adecuadamente es ahora una proeza, los hijos de la tierra de gracia sucumben a la tentación de hurgar en los basureros para llevar algo a la boca, en una cruda interpretación del instinto de sobrevivencia prefieren esa humillante alternativa antes que perecer de hambre, antes que la inanición les robe el último aliento.

Millones de venezolanos se enfrentan diariamente a la locura hiperinflacionaria, el alza descontrolada de los precios hace que los salarios parezcan una broma de mal gusto, una bufonada orquestada por algún mediocre comediante para quitarle la sonrisa a un pueblo históricamente alegre y locuaz, un truco para tomarle el pelo a todo un país que cuenta con las mayores reservas de recursos naturales del mundo entero. Pero, lamentablemente, como en muchos casos, la realidad supera a la ficción, y en Venezuela, la terrible tragedia económica que padece en los últimos años solo es el resultado de las disparatadas políticas de un gobierno ineficiente como pocos, un régimen destructivo que está dispuesto a pulverizar a toda una nación con tal de preservar un poder que ya no les pertenece, un presidente ilegitimo habitante de un universo paralelo, totalmente ajeno a la realidad que sufrimos el resto de los 32 millones de venezolanos, una cúpula engreída y arrogante que es capaz de cualquier cosa con tal de seguir disfrutando de su opulento estilo de vida. El hambre, para ellos, es solo otra leyenda urbana, una fábula producida por la calenturienta imaginación de los enemigos de la patria.

Las cuentas bancarias de los venezolanos se llenan de números, a partir del incremento presidencial que elevo el ingreso integral mínimo a 2.5 millones se podría decir que todos somos millonarios, inclusive los que sin tener un salario fijo reciben los bonos implementados por el gobierno nacional a través del carnet de la patria. Esos humildes compatriotas también manejan cantidades de 7 dígitos o más; esto, en cualquier país del mundo puede ser sinónimo de riqueza y abundancia, o por lo menos suele ser garantía de un nivel de vida digno, en Estados Unidos y Europa poseer un millón en ingresos te convierte en parte de un grupo privilegiado, lo mismo en la mayoría de países de nuestra América Latina, sin embargo, en nuestro país con una cantidad similar cuando mucho podrás obtener un artículo de la cesta básica, y dentro de poco tiempo tal vez solo te sirva para adquirir un caramelo. De ese tamaño es la dimensión de nuestra tragedia, hoy tenemos la inflación y la devaluación más altas del planeta, y al paso que vamos muy seguramente batiremos todos los records imaginables en estos dos indicadores negativos, resultando totalmente factible que para finales del año percibamos salarios equivalentes a 100 millones de bolívares, pero, con el agravante de que, un producto cualquiera podría superar con creces ese monto, convirtiéndonos cada día en ciudadanos más pobres. De no darse un cambio de gobierno es posible que muchos venezolanos como Petra y Antonio desaparezcan físicamente, ultimados por el hambre y la falta de medicinas, doblegados por la miseria impuesta por un gobierno criminal e irresponsable.

Por ahora somos como Jeff Bezos, Bill Gates o Mark Zuckerberg; disponemos de millones, pero a diferencia de estos magnates tecnológicos nuestro dinero no vale nada, con nuestros millones no podemos ni siquiera comer decentemente un par de días continuos. Las abultadas cifras que manejamos representan una sola cosa, el colapso total de nuestra economía y del país en general. Los venezolanos somos los millonarios más pobres del mundo, con una moneda que tiene menos valor que el papel donde está impreso.

Leisserrebolledo76@gmail.com



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