No existe en el diccionario, ni con zeta ni con ese. Definitivamente no es un verbo, pero se lo merece. Lo más cercano encontrado es ASNO, a lo que se le da por sinónimos: necio, obtuso, mentecato, simple, memo, lerdo, etc.; con lo que podríamos invocar el derecho a asignarle verbo, como al primero de la lista: necear (DRAE: –porfiar neciamente en algo -), con lo que cobraría, por extensión, un significado, hoy, de referencia histórica: ASNAR.
Sí señor Aznar, lo que usted ha hecho no ha sido más que hacer el asno. Se vio usted exasperadamente ridículo tratando de sostener su posición, sobre el caso Irak, ante el parlamento español con argumentos que, por su expresa turbidez, hieren al más insensible e irredento espíritu.
¿No se ha detenido a pensar en las consecuencias que pudiera traer para su pueblo tal posición?. Fíjese que ni siquiera le pregunto por las consecuencias para su figura política; ya usted fue claro cuando expresó su intención de no postularse a la reelección. Ni siquiera me atrevo a pensar ¿a qué precio se puede exponer una carrera por la que se ha luchado, supuestamente, en pos del bienestar de la patria?.
Retomo, señor Aznar, un pueblo que vive expuesto a los horrores del terrorismo por diferencias internas, ¿está dispuesto a intensificar y prolongar en el tiempo esta condición por un objetivo ajeno, sin logros propios?. ¿Es justo sumarle a España las culpas por las nuevas heridas del pueblo musulman?. Y digo musulman y no Irakí, porque recuerde que los países árabes, a pesar de sus peleas internas, son capaces de mantener ante el infiel una posición cerrada e inflexible.
Señor, ASNAR no es la mejor actitud para conducir a un país por los derroteros del progreso y la paz.
¿Progreso?, si progreso, ese que pudiera verse comprometido, como comprometida está la Unión Europea, o al menos la participación de España, ante los impredecibles resultados de la destrucción de Irak.
Siéntese un instante y medítelo, Asnar lo es el camino, señor Aznar.