La pelea y el verdulero

—Compadre, ¿de dónde viene por ahí? Que viene todo espelucado y arrugado. —Que le dijo compadre, pasando vergüenza; me metieron preso. —Y eso, ¿acaso se metió a terrorista? —Que terrorista y que nada, vale. Me pelié con el muchacho que vende verduras.

—Imagino que sería por una mujer, por lo menos. —¡No vale! Lo que pasó fue que voy al puesto de verduras del camión que se para en la esquina; escojo dos plátanos y una rama de céleri, el vendedor de verduras los pesa y me dice que son 105 mil. En ese momento perdí la cordura compadre y me le fui encima y que va pasando, en preciso instante, el gobierno y me llevaron preso por alzao, y alterando el orden público y privado.

Tres días me estuvieron allá, en la comisaria. La mujer ni fue a visitarme porque el verdulero es primo hermano de ella. ¡Qué le parece! —Pero, por lo menos imagino que usted ganó esa pelea. —Que la voy a estar ganando, si el muchacho es más joven y mejor comió que yo; eso me batuquió contra el piso y los azules me remataron por alzado.

—Ahora le tengo que pagar los plátanos y el céleri, imagino que a precio nuevo. Es que no se gana una. —Compadre y usted que es un hombre tan comedido. —Usted sabe que yo soy un hombre pacífico, pero esto no se aguanta. Lo que da es tibiera tan cosa junta.

—Los días en la comisaría lo habrán hecho reflexionar. —Que reflexionar de nada, acaso estaba en un retiro espiritual. Mire ahí dentro conseguí al primo, ese hombre está acabaito y sin trabajo, si él no me saluda no lo llego a reconocer; ese se la pasaba todo el bendito día hablando y lo único que hacía era que se lamentaba y se lamentó.



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Obed Delfín


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