La guerra entre David y Goliat: Venezuela y EEUU

La historia de David y Goliat recogida en la biblia parece imaginaria. Se dice que David (hijo de Jessé y padre del sabio rey Salomón), era guerrero y un excelente lanzador de hondas de boleo (equivalente a decir en la actual disciplina deportiva, lanzador de bala), se dirigió al campo de batalla solo con su honda para pelear contra Goliat, un gigante filisteo que amenazaba a los israelitas constantemente y los retaba a encontrar un hombre que peleara, a cambio de que si ganaba los israelíes serían sus esclavos y de ser vencido, los filisteos serían los sirvientes. David se impuso con sus virtudes, mientras que Goliat "se quedó en el aparato" tratando de mostrar sus atributos físicos, para que David se asustara por su extravagante cuerpo, por su tamaño y por sus amenazas constantes contra un pueblo que luchaba por su libertad; pero no fue así, David tomó una piedra, la tiró con la honda e hirió al gigante Goliat y lo mató, sin tener espada ni protección; ganó por su agilidad, por su dominio en lanzamiento de honda, donde ya había demostrado ser un experto derribando animales salvajes. Esta historia ha sido motivo de estudio para psicólogos, sociólogos y expertos motivadores de talento humano, ya que los débiles o los previsibles perdedores no son en realidad las víctimas, sino aquellos que por sus dificultades llegan más lejos y lo que hace parecer fuerte a los indestructibles es su mayor debilidad.

La guerra no convencional que vive Venezuela es generada por los Estados Unidos y aún algunos compatriotas y ciudadanos del mundo no lo ven, porque la campaña mediática contra el país ha opacado esta realidad y los apátridas venezolanos se han encargado de negarla. Estamos a la puerta de una intervención militar dirigida por los EE.UU, seguido por algunos países de la Unión Europea y el apoyo de los integrantes del Grupo de Lima (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, uniéndose posteriormente Canadá, Guyana, Santa Lucía, avalado por Barbados, EE.UU., Granada, Jamaica y Uruguay). Logró los EE.UU. arrodillar a la mayoría de los países de Suramérica y del Caribe para atacar a Venezuela mediante técnicas de sumisión, amenazas de bloqueos económicos chantaje e instalación de bases militares. Lo que comenzó como una advertencia de EE.UU. durante el gobierno de Chávez ya hoy es una realidad: destruir el proyecto político de un mundo multipolar integracionista, representado por la UNASUR y la CELAC; extender el aislamiento de los gobiernos de avanzada o de tendencia socialista en la región; acabar con los proyectos integradores económicos del MERCOSUR, de la ALBA, PETROCARIBE. A esto se agrega los instrumentos de guerra económica generados por el imperio desde Bush, matizado por Obama y profundizado por Trump, como el bloqueo, la congelación de fondos, las sanciones a funcionarios, el boicot contra los convenios comerciales, la fuga del dinero en efectivo, el ataque al sector financiero manipulando los puntos de ventas y las transferencias bancarias, la amenaza del DólarToday y la penetración en la industria petrolera para generar caos, más recientemente el bloqueo del aluminio; entre otras tantas estrategias usadas diariamente contra el país. La guerra no es contra Maduro, ni sus ministros, la guerra es de EE.UU contra Venezuela, es del gigante Goliat contra el pequeño David, es del poder imperial contra un país que resiste ser sometido a la bota norteña ante la negativa de ser su patio trasero y de ser un cachorro más; es de la ambición del fuerte por obtener las mayores reservas petroleras, minerales y gasíferas probadas del mundo existentes, en un pequeño país que ha destinado el manejo de los mismos sin la penetración de la mano del norte.

Durante los gobiernos puntofijistas, se cometieron en el país los peores crímenes económicos y financieros, las peores violaciones a los derechos humanos, desde paquetazos económicos en detrimento de los venezolanos, la crisis bancaria (1994-1995, durante Rafael Caldera), donde quebraron casi 20 entidades financieras, financiándolos luego para que los dueños de los bancos se los robaran; es decir, se malversaron el dinero de los clientes y el dinero de la ayuda gubernamental y no hubo detenidos. Así mismo se cometieron los peores atropellos contra ciudadanos por protestar, hubo desapariciones forzosas, cierre de universidades, los alimentos eran de lujo; pero nunca se declaró una ayuda humanitaria para Venezuela, nunca se atentó contra la soberanía, ni hubo bloqueo económico, mucho menos estos gobiernos llamaron a un diálogo con la sociedad civil, y las elecciones se realizaban sin ningún contratiempo en el lapso que establecía el antiguo órgano electoral (CSE). Situaciones como éstas se viven actualmente en muchos países de la región y la OEA, la CIDH, el imperio y sus lacayos no se pronuncian; porque el centro de atención es Venezuela. Chávez pagó las cuotas balón, los créditos indexados, salvó la banca financiera, otorgó dólares preferenciales a personas naturales y jurídicas que les permitió viajar, hacer viajes de turismo, raspar cupones, pero eso también lo olvida la oposición y quienes se beneficiaron con las políticas económicas financieras de la revolución, ahora arremeten y piden una intervención militar. Quienes se atreven a pedir una intervención no se imaginan las consecuencias de una guerra contra la amada patria de Bolívar, una tercera guerra mundial estaría en puertas, pues los intereses son muchos y Venezuela no está sola. La unión de países con gran poderío bélico militar (enemigos de Trump y sus aliados), para apoyarnos es notoria. Subestimar la fuerza del Goliat Trump es un error; pero creer éste que puede vencer fácilmente al pequeño David, es también un error. Aún el imperio cavila para atentar contra la pequeña Venecia. Si el imperio pelea con armas de última generación, los venezolanos y sus aliados somos virtuosos con nuestras hondas de la paz, porque siempre hemos sido tierra de paz. Sabemos que lo que hace parecer fuerte al imperio es su mayor debilidad: no alcanzar sus objetivos fuera de sus fronteras y la destrucción de su moneda en el mundo; su fortaleza es una apariencia, prueba de ello es la derrota en Vietnam, Irak, Siria y Cuba. Si al bravucón de Trump le interesa acercarse a Venezuela cuerpo a cuerpo le costará y ante un supuesto negado, no significa que conseguirá lo que quiera, aunque aparentamos ser débiles estamos dispuestos a defender la patria de Bolívar, a juzgar a los que traicionaron nuestro suelo por antibolivarianos, a defender cualquier acción xenofóbica contra nuestro pueblo, a gritarle a los cobardes que somos un pueblo digno, que nuestras riquezas nos pertenecen; que con Maduro y con cualquier opositor que defienda nuestra soberanía para que Venezuela sea libre, estamos resteados. Como dijo Camilo Torres "si para hacer alcanzar la paz es necesario hacer la guerra, hagámosla ahora", todo antes que ser esclavos y sirvientes del gigante imperio y sus cachorros.



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Esmeralda García Ramírez

Licenciada en Administración Articulista

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