—Compadre viene blanco como el papel, ¿Pasó algún susto o le dio una pálida? —Lo primero compadre. Es que esta mañana me fui temprano al banco a cobrar una plática que me pagaron. —¿Y qué pasó? Lo primero fue que la mujer me dice llévate algo —¿Algo de qué? Si no hay nada en esta casa. Ni café tomé, porque de dónde. Me fui sin comer nada, con la esperanza de regresar temprano.
—Vana ilusión, compadre. El asunto es que había un gentío y no había dinero en el banco; a estas la Gerente nos dice —Estamos esperando la remesa que ya viene. Trajeron el dinero y bueno empezó a correr la cola, pero era mucha gente. En la taquilla y en los cajeros automáticos, aquello no se daba abasto. A una empleada de la taquilla le dio una pálida a eso del mediodía, seguro que no había comido nada.
Ahí seguía yo esperando mi turno, usted sabe que ahora la enumeración es diferente y uno no sabe cuánto le falta. Y entraba más gente, aquello parecía una verbena. Aquello era un regulicio. Eran como más de las dos y media y yo ya estaba frente a la taquilla esperando mi turno; cuando en eso entran unos tipos encapuchados y dicen: —¡Esto es un atraco!
Yo dije para mí —¿A quién en estos tiempos se le ocurre atracar un banco? Hay que estar loco. Como yo estaba en toda la taquilla oigo cuando el atracador le dice al cajero —Dame lo que tienes ahí. A eso responde el cajero —Con libreta le puedo dar 15 mil y con tarjeta 10 mil. Que es lo único que tengo, porque era lo que le tocaba al señor, y me miró como con lastima.
En ese banco ya no había ni una puya partida por la mitad. Los atracadores desesperados y con ganas de cobrárselas con alguien. Yo pensé aquí nos van a dar. En eso se me ocurre una idea y dijo: —Vamos a hacer una vaca, para darle a los panas para que se lleven algo, por lo menos. Pero que va, compadre. Lo que reunimos no llegaba ni a 2.500. Los atracadores de la rabia se lamentaban y el que estaba en la taquilla se lamentó.
