Vociferando inquietudes filosóficas de voces del pasado

Las revoluciones sociales, al igual las erupciones volcánicas, obedecen a un proceso de larga duración. Para hacer un estudio de ellas es preciso romper la corteza de las apariencias y bucear en las entrañas de los diversos problemas que abarcan. No se improvisa una revolución como se puede hacer eructar un volcán a capricho. Es preciso haber recorrido paulatinamente todas las fases de ese proceso para que surja el cataclismo. Es, ni más ni menos, que un proceso biológico. Es el mismo fenómeno de la causa natural que produce la tormenta por diferencia de temperatura en las distintas capas atmosféricas. Se podrá biológicamente hablando, por este o aquel procedimiento, lograr una precipitación de los acontecimientos en determinadas cosas y hacer que la madre aborte, pero no por eso desvirtuaremos la ley natural que existe, que está allí en el vientre de la hembra, palpitante, respondiendo a los fines para lo que fue creada. Las revoluciones no surgen, pues, espontáneamente; tienen, repito, su proceso biológico. ¿Podría determinarse en qué momento preciso se inicia el engendro de una revolución, de la misma manera que un ginecólogo calcularía la fecha en que una mujer quedara en cinta? He aquí el intríngulis. Acaso comenzaron las revoluciones a fraguarse en el mismo momento en que la sociedad hubo de organizarse sobre un concepto disparatado de la propiedad y el derecho. Quizás la palabra bíblica del creador: ¡Caín! ¡Caín! ¿Qué has hecho de tu hermano? Porque no siempre ha de hacer la revolución el mal; alguna vez tenía que llegar el turno al bien. Sin embargo, ¡es tan complejo el tema! Al hablar de los tiempos, o mejor dicho, de las épocas pretéritas, solemos comparar y decir con gratitud: ¡Qué tiempos aquellos!, otorgando al pasado preferencia. Ya lo dijo el poeta: "Cuan presto se va el placer, como después de acordado. Da dolor. Como a nuestro parecer, Cualquiera tiempo pasado. Fue mejor." Pero conviene tener en cuenta que aquellos tiempos que nosotros recordamos hoy con nostalgia. Pudieran ser los fraguadores de estas revoluciones que en el presente vivimos. Por eso no hay que añorar con pena el pasado, sino estudiarlo a fondo con el corazón, para que nuestros yerros de antaño nos sirvan en el futuro de experiencia y de práctica, y así únicamente podremos alcanzar la perfección social que el hombre hogaño en vano busca, y que habría de ser además la puerta de salida del circulo vicioso en que nos hallamos, en el cual necesariamente han de fracasar sistemas y medidas. Yo quiero colocarme en esta divagación por encima de los problemas políticos; no defiendo ni a tirios ni a troyanos, porque sólo voy en busca de la verdad. Para la política, solamente podre tener palabras de condenación, frases duras para derechas e izquierdas sin distinción de matices, por cuanto la política sirve a un partido, y lo que realmente interesa en estos momentos al bienestar del mundo es la colectividad. La política es farsa, manejos ilícitos, componendas monstruosas, carteles de soles, repeticiones de pablo escobar gavidea en Venezuela, sin otra finalidad que la de medrar a la sombra de ideas que no se sienten ni se respetan. Por eso todo aquel que quisiera hacer un estudio serio de los problemas sociales y conservar su integridad espiritual intacta, ha de remontarse por encima de este lodazal inmundo que es el mundillo político, para de esta suerte poder mirar cara a cara los problemas de la sociedad humana, sin influencias perniciosas ni tácticas impuestas. Y así, frente a frente con la vida, luchando noblemente con sus vicisitudes, viviendo la amargura y la miel de sus alternativas, es como puede adquirirse un concepto claro de la realidad de las cosas. Todo lo demás es mentira. Ya he podido comprobar, y sirva esto que voy a referir de diminuto botón de muestra, como unas señoritas, a las que tuve el grato honor de acompañar en su humanitaria labor de recaudación del plato único, exclamaban asombradas, luego de haber visitado las viviendas sórdidas de los humildes. ¡Cuánta miseria hay en este pueblo! ¡Oh! Respondí yo. En este pueblo y en todos los pueblos, tal vez en este menos que en cualquier otro. Como una no sale de los sitios más céntricos. Pues, conviene les dije que no olviden ustedes esto. Tales reflexiones de no estar la sensibilidad humana en vías de atrofia, podrían constituir el principio de la labor de neutralización que la sociedad está pidiendo a voces. Porque si hay miseria, nadie más que los opulentos la han creado. Con su avaricia, con su ambición, con su cerrilismo, venda oscura que les ha cegado los ojos del espíritu, no dejándoles ver que con su conducta funesta alimentaban poco a poco el monstruo que un día habría de devorarlos. ¿Sería alguien capaz de negar que el capitalismo pudiera haber puesto remedio a los estragos del hombre, sin que ello representara además un sacrificio inmenso para sus dominios? ¿Es que no pudieron crearse a tiempo instituciones benéficas donde todos los menesterosos tuvieran su pan asegurado? ¿Es que nos hemos acordado en Nochebuena o en Reyes de los niños desvalidos que dormían en los portales? ¿Es, acaso, que no hemos invertido en vicios y gastos superfluos mucho más de lo que otros necesitan para comer? Pues entonces, si ello es así, y nadie podrá sostener lo contrario, vamos a hacer acto de contrición y aprestarnos a solucionar con el corazón lo que hoy, por disposición especial de las circunstancias, estamos dilucidando a dentelladas. Nos encontramos, sin duda alguna, ante un problema universal. Ya no es una cuestión política la que en el mundo se ventila, no; es puramente una lucha de clases; una lucha entre el que nada tiene o tiene poco, y el que tiene mucho o demasiado, como nuestros actuales gobernantes de este perverso madurismo militarista de soles. Hemos, pues, de procurar que todos tengan algo, y desechar de una vez para siempre la hipótesis absurda de los que pretenden demostrar que la tierra sólo ha de producir para unos cuantos. En el atolladero en que nos debatimos no vemos otra salida que la humanización del capital: que el dinero cumpla su función social de un modo perfecto, y que se establezca un concierto equitativo entre los factores básicos para la vida y engrandecimiento de los pueblos; a saber: el capital y el trabajo. Y es que la sociedad universal vive de espaldas a la Naturaleza, sin darse cuenta de que ella es fuente de verdad. Siguiendo los principios sabios de la naturaleza, desembocamos en la solución armónica de los problemas. Imitemos la armonía de los astros, y habremos conseguido la perfección de la Humanidad. Fijemos nuestra atención en la conjunción armónica que existe entre estos dos elementos naturales: el agua y la tierra; observemos cómo cantando, cantando el río que discurre vertiente abajo (aguas abajo), fecundiza los campos, haciendo brotar de las entrañas de la Naturaleza el fruto sano que es nuestro sustento; veamos cómo la tierra agradece esta generosidad, devolviendo al que la cultiva ciento por uno. Prescindid ahora por un momento del agua. ¿Qué tendréis? El desierto, el desierto con sus llanuras inhóspitas, de muerte. Si suprimís la tierra, tendréis el mar con su egoísmo inmenso y sus tesoros inaccesibles. Es preciso, pues tal es la formula vital, que exista una combinación proporcionada de ambos elementos para que haya vegetación. Y ¡ay de aquél que intente alterar lo que en la Naturaleza es principio y es sabiduría! Esta mismo combinación proporcionada ha de existir entre el capital y el trabajo para lograr el restablecimiento del equilibrio social que tantas desdichas nos ha creado. El capital y el trabajo han de vivir a toda costa buenos amigos, porque los pueblos en donde estos factores se han declarado la guerra son, no muy a la larga, pueblos perdidos. Esta ha de ser la antorcha salvadora que ilumine el sendero de tinieblas por donde la Humanidad a tientas camina. Para terminar, concluyo con un anécdota, que puede ocurrir en cualquier fortaleza de un pudiente directo del gobierno, chavismo, madurismo, corrupción constitucionalizada, cartel de soles, total da igual: A la puerta de una lujosa mansión llamó una noche un niño hambriento pidiendo pan. Desde dentro una voz imperiosa respondió con actitud y sin abrir la puerta: ¡No hay! El niño desamparado alejóse de la mansión lujosa llorando su miseria. En aquella casa, desde luego, había pan. Había también servidumbre para los cuidados de un Lulú, de un Terranova y de un Foxterrier. Muchos años después, en aquella suntuosa mansión de los perros de lujo cometiose un robo. La alarma cundió en los alrededores como era natural. Vino la policía; se practicaron pesquisas; se hizo toda clase de indagaciones. Misterio, enigma. ¿Quién pudo ser? Se hicieron conjeturas y comentarios diversos… Todo en balde. Nadie pensó en aquella criaturita hambrienta que una noche fría llamara a la puerta pidiendo pan. A PROPOSITO DE LA POLITICA, CITO ALGUNOS CONCEPTOS: Alguien ha definido la política diciendo que es el arte de gobernar a los pueblos. Música celestial. Está demostrado hasta más allá de la sociedad que los pueblos lo que necesitan para ser gobernados, son gobernantes. Entre un gobernante y un político existe una gran diferencia. El mejor político es el peor gobernante. Yo definiría la política diciendo que es el arte de crear complicaciones en la vida de los pueblos con toda impunidad. En política, todo es político; nada obedece a un fundamento lógico. Buscar lógica en política produce el mismo efecto de tomar un baño turco. Sale uno sudado. Tengo amigos políticos y parientes políticos. Les auguro a todos un mal fin. En política siempre es de noche; nunca amanece; porque de noche todos… los políticos son pardos. En política todo tiene un sentido especial. Cuando un político dice: "¡Esto es intolerable!" Quiere decir: "¡Esto es bueno!" Cuando dice que sí, quiere decir que no. Y cuando afirma: ¡Todo marcha bien! Entonces hay que pensar en tomar el primer vuelo de la madrugada para abandonar el país, porque la catástrofe es inminente. El parlamento es el lugar donde los políticos se reúnen para ponerse de chupa de dómine. (Se insultan, se echan puños, se empujan, se sacan a sus madres, etc.) Tiene mucho de circo romano y poco de parlamento. Mirándolo de cerca se da cuenta uno que tienen hasta fieras. Es triste, pero tradicional. Es histórico que Demóstenes, el gran orador de la antigüedad, acostumbraba a pasear por la orilla del mar oponiendo su declamación a las olas enfurecidas. Lo hago solía decir para habituarme a las borrascas del parlamento. Esto data de más de 300 años antes de Cristo. La mala fama del régimen parlamentario se pierde, pues, en la noche de los tiempos. El parlamento tiene también mucho de teatro. El público a veces se emociona; cree lo que allí se dice, y hasta llega a derramar una lágrima. También nos emocionamos en el teatro, y todo, al fin, farsa; un modo de ganarse la vida como otro cualquiera. Esto en cuanto a teatro se refiere; pues en lo concerniente a la política tengo que decir, a fuer de sincero, que ese modo de ganarse la vida como otro cualquiera. En los pasillos los diputados cuchichean; ríen algunos a mandíbula batiente. El diputado X, comunista enragé, refiere cuentos verdes a Y…, el diputado derechista más recalcitrante de nuestro pueblo. ¿Has estado alguna vez, lector, en pos de alguna aventura galante entre bastidores de un teatro? ¿Y no has visto al Alcalde de Zalamea en amena charla con don Álvaro, el cínico seductor de su hija? ¿O a Juan Tenorio departiendo tranquilamente entre sorbos de manzanilla con su rival? ¿Y no has experimentado, al tornar a tu butaca, una sensación de pobreza de efecto en la representación, que defrauda? Esto mismo ocurre en política. Para dejarte por ese morbo, has de olvidarte de que todo es comedia. De lo contrario, te vuelves a casa decepcionada y con mal sabor en la boca. Salgamos, no obstante, de los bastidores de este teatro que es el parlamento y vayamos a instalarnos en nuestros asientos respectivos, la función va a empezar. El presidente agitando la campanilla: Queda abierta la sesión. El diputado Y: Señores diputados, quiero deciros que hemos de afrontar con una firmeza inquebrantable este problema de internacionalismo intruso que va minando nuestro suelo el comunismo ruso… El diputado X (interrumpiendo): Su señoría es un mastodonte. El diputado Y: Mas mastodonte es quien llama. Un diputado: Cállese su señoría si no quiere que le digamos cosas más gordas…El diputado Y: Decidme lo que queráis ¡so cafres! Un diputado: ¿Cuanto se trago su señoría en el asunto de los tabacos?(Grandes rumores en el pulpito). El diputado Y: Señor presidente creo que me están insultando. El presidente agitando de nuevo la campanilla: ¡Orden, señores diputados! Luego con énfasis: ¡Que estamos en el parlamento! Una voz ¿Qué va! Otra voz: Su señoría es muy bromista. Más campanillazos, más gritos, más insultos. Un tintero cruza el espacio que alguien lazó. El escándalo es ensordecedor. Es la efervescencia que produce el proceso químico de la ley al fraguarse en los cristales parlamentarios. Volvamos a los pasillos. El diputado comunista X continúa al diputado de las derechas Y la narración de un chascarrillo que dejara a medias al levantarse el telón.



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Ysaac Jacobo Mosqueda

Representante de la Fundación Por La Dignidad de Aragua. Luchador Socialista. Militante del PSUV. Miembro de la vieja vanguardia del MBR (Paracaidista 76-86).

 yjmosqueda@gmail.com      @ysamosqueda

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