Con mis pelotas (de golf) no te metas

En ausencia del factor Chávez, ese elemento que le dicta pauta al periodismo venezolano y prácticamente le llena la agenda informativa, la semana que transcurre y la anterior se han visto plenas del factor Barreto. A los chavistas nos insultan por Globovisión 24 horas al día y sin derecho a defendernos, y nadie en el sistema privado de medios ha hecho gárgaras de kerosén por ello; el alcalde metropolitano le dedicó tres minutos de su tiempo a decirles unas verdades (y unas exageraciones) amargas en su cara a dos niños malcriados, hijos de la derecha más repulsiva de Caracas, y para allá torció el rumbo el glorioso periodismo de investigación y el otro, el sacrosanto periodismo de opinión, cuna y pedestal de parlanchines de primera, analistas políticos de segunda y escribidores de tercera y cuarta categoría. Llamar comemierda al hijo de Natividad Canelón, vendedora de empanadas en San José de Guaribe y ex mujer del camionero Ezio Duque, es un ejercicio sin trascendencia, una nadería, incluso un chiste si el insultador lo hace con la suficiente destreza; uno llama feo a Capriles López y la cosa se convierte en un delito horrísono, en una herejía que la “gente de bien” de esta acera y la otra no perdonará jamás. ¿O es que sólo hay antichavistas pitiyanquis en el saco aquel de la clase media putrefacta? Sigan creyendo.

O sea, sigan agarrando por el mango equivocado el sartén del discursito ese: “El derecho de propiedad se garantizará sin ambigüedades”.

Para ambiguos, los que llaman “oficialista” al chavismo pero al momento de la coñacera pelan por la letra constitucional (epa Leopoldo, cómo está la verga). Y también los que nos invitan a hacer una Revolución pero a la hora de la coñacera no quieren tocarle los intereses a la seudoaristocracia, a los Amos del Valle: saludos por allá, redactores y firmantes de la Constitución y su Exposición de Motivos.
¿Soy escuálido y golpista porque cuestiono el contenido de la Constitución? Ah coño, me jodí entonces. Mis respetos a los constituyentes y rrrrevolucionarios Luis Miquilena (presidente), Alfredo Peña, Brewer Carías, Ángela Zago, Carlos Tablante, William Ojeda, el Alvarenga, el más gordo de los Escarrá, Pablo Medina y demás próceres que no quiero seguir enumerando para no bajarle la autoestima a tanto oficialista de verdad-verdad, de esos que piensan que todo cuanto lleve sello y firma es palabra sagrada así su contenido sea golpista y reaccionario.

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A pesar de lo pueril y lo artificial de la agitación que originaron aquellos madreos y aquel salivazo nunca confirmado, el episodio sirvió para sacar a la superficie un tema crucial para entender lo venezolano actual, el momento presente de una Caracas en el momento crítico de su transformación como espacio humano.

Sucede que Barreto amenazó con expropiar los campos de golf y destinar esas sabanas a la construcción de viviendas; unos días después de la amenaza dio un paso adelante, al emitir un decreto de expropiación de tres campos de golf. La argumentación para hacerlo parecía no tener ninguna grieta: llenar de casas un lugar destinado por los ricos de abolengo al solaz y el esparcimiento de ese cogollo de bobos de alcurnia y por lo tanto intocables, más que un acto de justicia parece un homenaje a la lógica: el golf no califica como asunto de interés nacional en este país ni en ningún otro. Por mucho que El Universal, en un arrebato clasista que yo en lo personal le agradezco mucho por sincero, porque quitarse la careta y mostrar sus llagas de clase siempre les viene de maravilla a ese emporio de lenguaradas racistas y defensoras de privilegios, se haya atrevido a decir que “cuatro generaciones de venezolanos han vivido (en el Country Club) momentos de diversión, deporte y cultura”: guao, qué caché.

Dice también que el Country es un “ícono” de la ciudad porque, en sus espacios, algún cura burgués de sangre azul se tomó el primer guayoyo en los tiempos de la Colonia, y ello lo convierte en un campo de golf sagrado, demasiado egregio y sacrosanto como para que sobre su grama se desplace un pobre que no sea sirviente, mayordomo, chofer o caddy, es decir, la chusma buena, la que les hace la vida más fácil a esos señores de apellidos impronunciables (A ver: Behrens. Listo, ya debo unos reales, tan sólo porque pronuncié ese apellido con esta sucia boca, de cuyo fétido abismo sólo bullen herejías y blasfemias i-na-cep-ta-bles contra la gente de bien).

Por ejemplo, esos trabajadores del Country que salen declarando, ahí mismo en El Universal del miércoles 30: “Nos sentimos impotentes y preocupados”. Ya está: El Universal cumplió con la defensa clasista de su lector promedio (y sus anunciantes, y sus propietarios) pero, para no quedar mal con la palabra “democracia”, escogió a dos pelabolas explotados y pisoteados por los señores jugadores de golf, y los puso a decir lo que ellos creen que el pueblo quiere oír: que el golf es bueno porque contrata pobres para poder sostenerse. Unos pobres que si no doblan la cerviz en presencia del amo recibirán como castigo un patadón por el culo que ha de regresarlos desempleados a sus ranchos.

En nuestro próximo episodio: ¿en qué se equivocó Barreto y en qué se equivocó José Vicente Rangel?
No se lo pierdan, después de los asteriscos aquí abajo.

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Pues yo creo, mi amor, que la pregunta correcta es: ¿en qué se equivocan quienes piensan que el decreto de Barreto, la llorantina de las clases pudientes y los desclasados, y el parao del Ejecutivo, fueron tan sólo un match cuyos protagonistas son Barreto, el Gobierno nacional, Capriles, Leopoldo y la “sociedad civil decente y trabajadora que todo lo que tiene se lo debe a su estudio y a su trabajo”?

1) Se equivocan por no haber leído el Discurso del Oeste, ensayo excelso e irrebatible según cuyo autor la invasión del Este recatado, conservador y decadente, por parte del Oeste bravío, irrefrenable y multiforme, a) es irreversible, b) no necesita de ningún decreto para proceder a invadir lo que históricamente es espacio proclive a ser recuperado por el pueblo oprimido, heredero de aquel al cual le fue arrebatado por las malas. ¿O es que antes de llegar los invasores europeos ya el Country Club era un campo de golf con prohibición de entrada para los indígenas, zambos, negros, mulatos y demás gentes indeseables para el blanco culto y sifrino?

2) La propiedad privada está garantizada por la Constitución y a ésta hay que respetarla si queremos seguir siendo un país y no una fiesta de cuchillos, tripas y pólvora, cómo no, para qué dudarlo. Pero ¿y qué hay del derecho natural de la gente a reacomodar las leyes y los espacios según le convenga a la mayoría y no exclusivamente a doña Margarita Zingg de Blohm y sus amigos íntimos? Ah verga, no se me ofendan, es nada más una pregunta. Una pregunta hecha además por un indio de mierda a quien sólo leen 150 personas, y a veces 170 cuando la pelea está buena.

3) Se equivocan, porque cuando Barreto lanza su primer anuncio de expropiación se cuida de decir que en los terrenos expropiables han de construirse viviendas “PARA LOS SECTORES MEDIOS”. Es decir, que triunfando o no la moción de la Alcaldía metropolitana los vencedores (en la batalla oficial, se entiende) no iban a ser las clases populares sino la clase media, putrefacta o no.

Se equivocan, en dos platos, porque el Country y sus alrededores van a ser invadidos con o sin decreto de por medio, con Chávez o sin Chávez en el Gobierno, con Barreto o sin José Vicente en escena, porque una cosa es el Gobierno y la aristocracia, todos ellos respetuosos de las leyes (y por lo tanto oficialistas de corazón) y otra cosa es la Misión Boves, la cual viene caminando despacito, pero viene.
Pongan oídos alertas cuando pasen por el centro San Ignacio: ¿les parece casual o intrascendente el que ya se escuche allí más reggetón que cualquier otra cosa? Ay, mi amigo. Una lecturita al Ortega y Gasset no les vendría mal.



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Jose Roberto Duque


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