El accidente gasífero de Las Tejerías: el eterno drama de lo público y lo privado

El anuncio de mi hijo, Jorge Luis, de una posible entrevista para un trabajo universitario de la Escuela de Artes de la UCV, me puso en alerta sobre el tema del fatal y poco recordado accidente en el gasoducto, que por momentos nos acompaña cuando transitamos en la hoy Autopista Regional del Centro, de Caracas a Maracay, pasando por la encrucijada de Las Tejerías, hoy capital del Municipio Santos Michelena del Estado Aragua, (cuyo nombre se debe, supuestamente, a que existía en el sitio, una alfarería donde fabricaban tejas, ladrillos, adobes, etc.), desde el inicio de su fundación, en julio del año 1904, pero este hecho ocurrió el 28 de septiembre del año 1993 en las cercanías de la población de Paracotos del estado Miranda, limítrofe de este conocido sector llamado de Las Tejerías, bello lugar de montañas y valles intramontanos de la serranía de la Costa, exactamente 13 días antes de consagrar mi unión matrimonial con mi actual compañera, su querida madre Naghieli, en el Amazonas venezolano.

Fue como una clarinada, como un primer aviso lo ocurrido años antes a muchos padres de familia que como trabajadores laboran en esos espacios donde funcionan esos enormes yesqueros, representados por las estaciones y subestaciones de los gasoductos, los obreros viales que trabajan en esta materia. La reflexión va porque el pasado día del padre en el mes de junio, comercialmente y mediáticamente conocido, coincidió para realizar la mencionada entrevista, que sirvió para recordar mi pasaje por la Gerencia de Gas Doméstico de la para entonces Corporación Venezolana del Petróleo que fusionada con Llanoven, pasaría a ser CORPOVEN, luego Petróleos de Venezuela-PDVSA-, desde donde me tocó promover la diferencia gerencial entre el gas doméstico y el industrial, de igual manera la comercialización del gas licuado (LPG) en contraposición al gas natural (LNG), entre otras, también pude recordar la figura de mi padre, quien además de ser operador de máquinas pesadas, era un excelente buldocero (bulldozer, tipo de maquinaria que se utiliza principalmente para el movimiento de tierras, de excavación y empuje de otras máquinas) y haber trabajado en los cortes de muchos de los taludes de la antes llamada autopista Coche-Tejerías, que me hizo recordar de anteriores, similares y parecidos accidentes laborales.

La primera vez aun siendo funcionario de la CVP- Gas Doméstico, en una mañana sabatina entre los años 1976 y 1979 cuando transitaba en dirección a Charallave, donde actualmente se encuentra la estación de servicio La Peñita y la ferroviaria (IFE) Charallave Norte, a la altura del peaje del ramal de la Autopista correspondiente al sector de Arichuna, se acababa de interrumpir en ese momento, el tránsito, debido a que un tractor tipo bulldozer acababa de perforar una tubería de gas, donde aun se encontraba esta maquina sin su operador y al lado de ella fluía una elevada columna blanquecina, que se parecía a un géiser (Geyser. es un tipo especial de fuente termal que emite periódicamente una columna de agua caliente y vapor al aire), ello significaba la salida a una gran presión, del gas natural de petróleo proveniente de los pozos petroleros de la cuenca petrolera de oriente, cercana a la población de Anaco, Edo. Anzoátegui, cabecera junto a otras del estado Guárico de la importante Red de Distribución de Gas a nivel nacional. Esta situación de choque tractor-tubería, permitió al operador salir a tiempo y no tener víctimas que lamentar, excepto la muy pequeña fisura en esas grandes tuberías con un diámetro aproximado de entre 20 y 40 pulgadas, con presiones que oscilan entre 16 y 72 atmosferas. En una segunda oportunidad en esa misma ruta pasando el sector de La Bonanza, donde se encuentra el botadero de basura o relleno sanitario, hubo un accidente con una de estas tuberías superficiales cercanas a este ramal de la autopista hacia Los Valles del Tuy, donde se produjeron algunos daños, un incendio y creo recordar que mediáticamente no se reportaron víctimas.

El caso del accidente de Las Tejerias, con la tubería del gasoducto que produjo 56 afectados, 42 victimas fallecidas y 14 lesionadas, hoy a casi 24 años de ocurrido este episodio fatal, es un caso donde lo público y lo privado se diluye entre dos empresas públicas de la talla de PDVSA y la CANTV, ambas recuperadas o nacionalizadas y por otra parte unas empresas privadas (—AT&T Andina y Telefónica de España—, Abengoa y la empresa mixta INVIALTA) que como contratistas actuaron y como casi siempre pasa, los afectados, siempre quedaron inconformes, al punto de que algunas de las victimas fallecidas, no obtuvieron sus certificados de defunción al ser enterrados sus restos en fosas comunes, por la otra a partir del año 2003 algunos de los afectados que continuaron insistiendo en lograr algunas indemnizaciones, se creó una fundación, algunos quedaron como demandantes individuales ante toda la complejidad burocrática que opera en estos casos, pese a recibir algunos apoyos esperanzadores por parte de algunos altos funcionarios de la triunfante quinta república, no existen responsables institucionales, ni personales, por lo tanto no se ha logrado hacer justicia completa en este caso. Se estableció en una sentencia cercana a la fecha de cuando hubo algunos detenidos, que fueron puestos en libertad, lográndose dejar el juicio abierto para esperar una oportunidad en que tal vez, solo la justicia divina pueda decidir el asunto.

Sin embargo, el 6 de junio de 2006, el Tribunal Supremo de Justicia dictaminó error humano en la operación de la máquina durante los trabajos de instalación de la fibra óptica y responsabilizó a la empresa Elinsa -sucesora de Abengoa Venezuela-, que fue conminada a pagar la suma de Bs. 86.125.231,46 por concepto de indemnización a la infraestructura de PDVSA Gas -ex Corpoven-. Curiosamente, los bienes materiales fueron indemnizados y lo correspondiente a las responsabilidades humanas en este accidente, fueron atribuidas al operador de la máquina excavadora y otros trabajadores que según declaraciones de una de las personas interesadas, manifestó que dado el volumen y peso de esta máquina, performante para la época, no debió haber sido autorizada para estos trabajos en este lugar de tan importante arteria vial, que de paso también coincidía con el cierre de uno de los canales de circulación por motivos de repavimentación, logrando que dicha tragedia alcanzara la cifra que alcanzó, incluyendo un transporte colectivo con personas de la localidad que habitualmente se trasladaban a esa hora de la mañana (7:30 a.m.) en lo que sería para ellos, un viaje sin retorno a la ciudad de Caracas, otro caso fue el de un sobreviviente expulsado por los aires en un recorrido involuntario de unos 30 metros y otros igualmente afectados según el caso, con una responsabilidad compartida entre todos los involucrados a nivel público y privado.

El transporte y los servicios básicos en un país como el nuestro, en proceso de revaloración de múltiples y complejos componentes, tampoco escapa a esa característica de diluir o desestimar el valor del componente humano, como en este caso donde se trata de concesiones que otorga el Estado para el bien común, donde se benefician en mayor grado quienes poseen cierto poder económico e influencias, pero no para el caso de quienes continuaron insistiendo en obtener reparaciones, responsables y reconocimiento de las pérdidas tanto materiales como humanas. Asi ocurre cuando se trata de tragedias o fracasos a pesar de la valoración de tipo técnico, resultan ser huérfanas como lo señaló en una oportunidad el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy al decir:

"El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano"

Esta frase tiene una amplia validez en muchos de nuestros países, los más recientes tratándose de las pérdidas de vidas humanas, aunque por otras razones; como los estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en México, desaparecidos en Honduras, Guatemala, Colombia y Perú por conflictos armados internos, desde la dictadura de Pinochet en Chile y hasta en Argentina. Ahora los desaparecidos se hacen evidentes mediáticamente en Venezuela, buscando culpables oficialistas, haciéndoles aparecer como falsos positivos y a los terroristas como héroes en afiches tipo poster, para confundir a quienes desde el extranjero reciben nuestras noticias.

Desde antes de la tragedia de Vargas en el año 1999 a la fecha, se han asumido, en muchos casos la pérdida de vidas humanas en accidentes, sin responsables con nombre y apellido, pero el pueblo sabio y paciente espera su hora con una nueva Asamblea Nacional Constituyente que sea capaz de restituir los derechos del pueblo soberano, en estos 17 años con sus altibajos y la situación que hoy afrontamos, es el gran reto que debemos asumir quienes hemos decidido dar la batalla desde nuestro propio país, con el legado de nuestros libertadores, partiendo se nuestras culturas constitutivas de la venezolanidad. Asumiendo el principio rector de la interculturalidad y el respeto por el auto reconocimiento, es lo que nos permitirá consolidar nuestra identidad como pueblo Nuestroamericano.

Recientemente, el día 20 de mayo del 2017 en la localidad de Chacao, Orlando José Figuera, de 21 años, como nunca había ocurrido en nuestro país y pocas veces en nuestro continente, excepto algunas comunidades estadounidenses hacia personas afrodescendientes, ni en tragedias como esta, reseñada como desapariciones físicas producto del fuego, donde no se han establecido claramente responsables , ni algún tipo de indemnización o reparación, que sabemos humanamente imposible, pero a estas alturas, insisto en que un joven rodeado por una multitud enloquecida, golpeado salvajemente, rociado con gasolina y quemado vivo, solo por ser chavista, quien posteriormente fue apuñalado y lo seguían golpeando con el cuerpo todo quemado, es único en el mundo. Por ello Venezuela ha condenado en esta y en diversas ocasiones el injerencismo de EE.UU. en los actos de violencia en curso en el país, provocados por la oposición que busca derrocar al presidente Nicolás Maduro. SI el fracaso es huérfano, las derrotas también dejan victimas, huérfanas y huérfanos.



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César Quintero Quijada


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