El último set de Papelón…

Mi amigo, Oswaldo Papelón Borges, no pudo driblar los designios de esa insuficiencia renal que en poco tiempo acabó con la vida de ese potencial de buen amigo, buen hombre de familia, dirigente, guía… un pana pues, que afortunadamente en su apasionado paso por el mundo del deporte supo sembrar inspiración para seguir adelante.

Hoy nos duele su adiós pero lo asumimos como parte lógica del proceso.

Tuvimos la suerte, la fortuna, de ser sus alumnos, sus aprendices, sus subalternos y hasta sus compañeros de trabajo. Un recorrido en el que descubrimos los ángeles que se impusieron sobre los inevitables (y pocos) demonios de ese ser extraordinariamente excepcional.

A pesar de estar cerquita de convertirse en octogenario, nunca evidenció vejez; por el contrario, siempre irradió júbilo y espíritu indómito, porque decía que "envejece todo aquel que se encierra y se vuelve sedentario".

Quizás por ello, y basado en su tesón y honestidad, supo estar a la altura de cada uno de sus respectivos compromisos.

Como toda figura pública, estuvo en la vitrina de la opinión, pero pasó el examen porque su indoblegable constancia en la aplicación del "fair play", en todas las instancias de su vida, lo sacó adelante y el balance al día indica que esta convocatoria de familiares, amigos, atletas, entrenadores, dirigentes, medios de comunicación, allegados, de acá y de afuera, que lo extrañan, que lo lloran, lo hacen por aprecio, por compromiso real, por amor al amigo y no por mero trámite. A todos nos duele de verdad su último set. Acá se ven las caras y también el corazón, porque en el deporte, aunque con las lógicas diferencias, existe el código inviolable de familia. De eso también nos enseñó.

Quién puede restarle los méritos a su gestión durante los Panamericanos del 83, su período presidencial en el IND, su impulso por el volibol y el tenis de mesa (las disciplinas de su vida), su apertura al crecimiento e internacionalización del deporte en general.

De sus poros brotaba salsa y sandunga como buen catiense de pura cepa, de rumba y son, de esfuerzo, sacrificio y disciplina, armas con las que labró un camino que fue traduciendo en logros, medallas, placas y trofeos, a los que siempre colocó en un sitial importante, aunque siempre por detrás de su familia y de sus amigos, porque fue eso, un dirigente exitoso, familiar, consejero y gran amigo.

El liceo Luis Ezpelosín de Gato Negro fue uno de esos escenarios de sus pasos como docente, donde sirvió como fuente de inspiración a muchas generaciones que hoy lo recuerdan y lo lloran, aunque a la vez lo gozan por las enseñanzas dejadas.

De varias conversaciones privadas puedo decodificar (sé que él me autoriza) algunos pasajes:

1.- Le quedé en deuda porque me pidió que escribiera un libro sobre su vida… me basaría en sus cuentos y anécdotas; ahora aumenta el compromiso aunque faltará su voz orientadora, correctora y guía. A investigar pues! (Recibo con mucho agrado el apoyo que deseen aportar)

2.- A inicios de los años 90, junto a Guillermo "El Indio" Arrioja, me montó en un avión para mostrarnos su sueño de masificación deportiva, que estaba aplicando como asesor del director de deportes de Falcón (Alepsi -con p- Herrera). Nos explicó afanosamente sus planes, estrategias y acciones. Hoy su experimento, con apoyo de Cuba, se disemina por todo el país. Y aunque él no lo inventó siempre nos decía: "Luisito, un pueblo que hace deporte, es un pueblo sano que viva más y mejor, por lo tanto le sale más barato al Estado. Menos médicos y menos medicinas…"

3.- De los innumerables viajes aéreos (esto lo podrá refrendar gran cantidad de amigos con los que quizás aplicara el mismo ritual) cuando el avión tomaba impulso, sacaba un librito y de él una foto de su familia, encabezada por su amada Tocha, Petronila Rivas, su inseparable. Comenzaba a besar esa foto. A rezar. A pedirle al Supremo que guiara a ese piloto… hasta que el avión tomaba su rumbo. Ese fue un acto repetido y constante, que además hablaba de su lógico miedo a la muerte y de la importancia que le dio siempre a su núcleo familiar.

4.- Supo ganarle a las adversidades: cuando La Tocha se le fue, rendida ante un cáncer agresivo, nos confesó con "la tranquilidad del desesperado" que por fin ella descansa, "pero ahora qué hago yo". Pero con su aplomo se repuso, y con su cruz por dentro, así como bajó también subió, asumió nuevos retos y siempre salió airoso.

5.- Un día de esos, ya a finales de los 90 se me acercó en la oficina de prensa del IND, su casa, y me dijo: "Me voy a Cuba a operarme otra vez este juanete. Esa vaina sí duele, pero más me duele no poder bailar bien por esta pata hinchá"

…así era él. Un tipo de pueblo. Un échale bolas de a pie, que a pesar de haber recorrido el mundo, llevando el nombre de Venezuela y su ejemplo como dirigente, la sencillez y la humildad arroparon su personalidad. ¿Serán generaciones irrepetibles?

En momentos de alegría destacaba por su inocultable sonrisa, y en momentos de solidaridad y de dolor, también destacaba, porque sabía sobreponerse y explicarnos a nosotros, cómo hacer para entender las pérdidas.

En serio, juntos vimos partir a seres profundamente apreciados y queridos: su esposa, mi papá, Ildemaro Rosales, Jesús Eduardo Lizarraga, Camagüey Espinoza… y otros y otras, que marcaron huella. Siempre estuvo su palabra de sabiduría que te daba aliento para apaciguar el dolor.

Cómo no recordar ese infausto 15 de mayo de 2003, cuando interrumpió una entrevista que le hacíamos con motivo de los juegos nacionales de Cojedes 2003. Tomó una llamada que le hicieron a su celular. Se apartó. "¡No!" Exclamó con gesto de incredulidad, sorpresa y dolor. Lloró. Y me dijo, dosificado o no, "Acaba de pasar una tragedia. Debes aceptar esto que te voy a decir. Me acaban de avisar que murió Paqui…to". Llanto, quejas, inconformidad, desconsuelo. Hasta confirmar ese triunfo vacío de la muerte, que se llevaba esa vida en plena flor. Un dolor que aún sentimos y que jamás entenderemos esas decisiones del destino. Eso lo viví con mi pana Papelón, que como hombre de volibol y de tenis de mesa salió al escenario y jugó su último set.

Papelón, gracias por las enseñanzas en la asunción de retos, en el tesón y la disciplina para cumplirlos y en la aplicación de la aceptación constante porque la conciliación es base de vida.

luiskarlosmartin@gmail.com

 



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