¿Hasta cuándo joder a Judas?

 
Ningún ser, ni siquiera tratándose del reino animal, sobre la tierra ha sido víctima de tanto vilipendio como Judas Izcariote. Acusado y juzgado injustamente por los apóstoles, ha tenido que cargar con todo el peso de la cruz  donde dicen crucificaron a Jesús y también con la muerte de éste. El cristianismo, creyendo en las palabras de los falsificadores del pensamiento y obra de Jesús, hizo un principio universal el cuento de la traición de Judas a Jesús, y de esa manera lo sometió a vivir -¿no sabemos por cuántos siglos?- entre las garras de la deformación grotesca de la verdad. En contra de ésta, ha imperado el reino de la mentira.

 
No se trata, este artículo, del aprovechamiento de un nuevo escándalo que se suscita en la Iglesia con la tal aparición de un viejísimo documento donde, según el hallazgo, Jesús solicitó a Judas, cosa tampoco cierta, que lo entregara a manos de su verdugo: el imperio romano. He escrito muchos artículos anteriormente sobre el tema y en dos o más libros igual he tratado del asunto, es decir, de la no traición de Judas y que eso fue un invento para negarle su verdadera condición de revolucionario, de irreconciliable enemigo de los colonizadores de su pueblo. Nunca he encontrado un oído receptivo que tome en cuenta mi opinión ni siquiera como punto de reflexión. Ahora, seguramente, pocos o muchos lectores dirán que esto escribo por lo del documento ese que está saliendo a la luz pública.

 
De tanto quemar a <Judas> en semana santa, los creyentes, algún día, terminaran con las manos doradas de fuego y dejarán de prestarse para tanta felonía. Lo lamentable es que estudiosos de otras ideologías que chocan abiertamente contra las falsificaciones hechas por los apóstoles, papas, obispos, curas, monjas, historiadores y biógrafos religiosos, se presten para que continúe imperando el cuento de la traición de Judas a Jesús. ¿Cuántos cristianos, comunistas o lectores de otras tendencias ideológicas, han estudiado “Origen y fundamentos del cristianismo” de Karl Kautsky, considerada como la más científica obra escrita sobre la religión cristiana? ¿Acaso sea suficiente, para saber del cristianismo o de Jesús, el estudio exclusivo de la Biblia? ¿Acaso es suficiente para saber de marxismo y de Marx, el estudio único de las obras de Engels? ¿Debe execrarse todo estudio, para conocer un determinado fenómeno, que no contenga el apoyo irrestricto e incondicional al ideal que se profesa por una específica corriente del pensamiento social? Si las ciencias trabajaran bajo el rígido esquema del sectarismo político o ideológico, aún estaríamos viviendo la primera fase de la historia humana sin descubrir la más elemental de todas las razones sociales: <<La naturaleza orgánica es fruto de la naturaleza inorgánica>>. Si esto no se entiende, el mito, el dogma, la fantasía y el milagro sobrenaturales serán siempre obstáculos insuperables para el desarrollo social.

 
¿De dónde nace el cuento de la traición de Judas a Jesús?

 
Se dice que cuando Jesús llegó a Jerusalén, en tiempo de Pascua, expulsó del Templo a los mercaderes y banqueros, es decir, a los ricos, para predicar únicamente a los pobres. Ya antes en la cena había dicho a sus seguidores: “Ahora el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja, y el que no tiene, venda su capa y compre espada. Porque os digo, que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: y con los malos fue contado: porque lo que fue escrito de mí, cumplimiento tiene”. Entonces ellos dijeron: “Señor, he aquí dos espadas”. Y él dijo: “Basta”. Eso demuestra, de ser cierto, que Jesús estaba lleno de un espíritu de rebeldía. Sabía que sin el uso de la violencia revolucionaria no era posible expulsar al imperio romano de las colonias y, mucho menos, liberar a su pueblo. Posterior al combate en el Monte de los Olivos, que fue liderizado por Jesús, brotó el cuento que él se oponía al derramamiento de sangre, lo dibujan como un pacifista que nada quería saber de la violencia. Mateo, corre veloz a testimoniar la desinformación, diciendo que Jesús dijo: “Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomaren espadas, a espadas perecerán…”
 
El cuento voltea la moneda para hacer creer que los propagadores de la violencia eran los apóstoles y el gran pacifista era Jesús. Se sabe que el espíritu de la población judaica era de insurreccionarse contra sus colonizadores. Por lo tanto, Jesús como su máximo líder y enemigo irreconciliable del imperio romano, debía estar imbuido igualmente de ese estado de ánimo, porque de lo contrario el pueblo hubiera dejado de creer en él para siempre, y hoy no tendríamos a Cristo sino alguien que fue un fanfarrón que por la puerta que entró, salió sin pena ni gloria. Fue echado por la borda y el olvido aquello que, según Lucas, había dicho Jesús en sus prédicas: “No penséis que he venido para meter paz en la tierra: no he venido para meter paz, sino espadas”. Eso no significa que Jesús negara la paz, sino que para lograr ésta era necesario expulsar a los impostores por medio de la violencia revolucionaria.

 
Ahora la falacia más grotesca: la inventada traición de Judas

 
La mayoría de los editores de la vida –su obra y pensamiento- del Señor, no ha dejado, por muy corta memoria que hayan poseído sus autores, por fuera el nefasto cuento de la traición de Judas a Jesús. ¿Puede ser creíble ese cuento? Debemos partir que Jesús era el líder, el más conocido y reconocido por los creyentes y por los gendarmes del imperio romano. Este podía, ciertamente, pagar una recompensa -como también hace hoy el imperio estadounidense por Bin Laden- para que le informaran el escondite de Jesús, pero sería insólito creer que lo haría para que lo identificaran mediante un beso en la mejilla. Sería ridículo pensar que el señor Bush, por ejemplo, pagase una millonada en dólares para que algún miembro de Al Qaeda le identifique e Bin Laden dándole un beso en el bigote, cuando lo tienen retratado en todas las expresiones posibles.

 
Pudieran alegarnos, para rebatirnos, que en el tiempo de Jesús no existían cámaras fotográficas ni artistas de retratos hablados. Pero igual pudiéramos decir que Jesús nunca utilizó un pasamontañas ni un maquillaje para esconder su rostro y no lo reconocieran, ni se quitó el nombre para que no lo identificaran. Creo que nadie, hasta ahora, conoce el verdadero apellido del Señor. Todas sus prédicas las hacía de cara descubierta a la audiencia, por lo cual sus movimientos eran visibles a los gendarmes. Y si éstos no lo reconocían era, simplemente, porque jamás andaban por las calles de los pueblos o ciudades judaicas. Y eso no es creíble, ya que ningún imperio que coloniza se sostiene exclusivamente resguardándose en sus cuarteles.

 
Imaginémonos que el imperio español se hubiera propuesto comprar a Sucre para que le identificara a Bolívar dándole un beso en la mejilla, y Morillo (Pilatos) se lavara sus manos juzgándolo y condenándolo a muerte sin querer queriendo argumentando que el pueblo venezolano lo quiso de esa manera a cambio de la libertad de Boves. Eso sería una ridiculez insoportable para la historia. Imaginémonos que el imperio estadounidense se vea en la necesidad de comprar a Raúl Castro para que identifique a Fidel Castro propinándole un beso en la barba, y Bush (Pilatos) lo juzgue y lo condene a muerte alegando que el pueblo cubano así lo quiso a cambio de la resurrección de Batista. Esa chabacanería no se sostiene ni siquiera en la mente desajustada de una persona con el más elevado nivel de retardo mental. Imaginémonos lo risible que sería que la CIA pagase al doctor José Vicente Rangel para que le identifique a Hugo Chávez dándole un beso en la verruga que tiene en la frente. No jodás. Ese cuento no se lo tragaría ni el último de la fila de sus enemigos por más dopado de odio personal que esté.

 
Ahora, ¿cómo se justifica que el imperio romano se hubiera interesado en pagar una remuneración para que le identificaran a Jesús, si éste sólo predicaba el pacifismo contrarrevolucionario y los apóstoles la violencia revolucionaria? ¿Acaso no tenía gendarmes regados por toda la geografía del pueblo judaico? ¿Por qué ni siquiera molestaron a los apóstoles que pregonaban la violencia para expulsar al colonizador de su pueblo? Kautsky dice que: “En efecto, Pedro, que había arrancado a Malco la oreja sigue a los agentes y se sienta en el patio del gran sacerdote y conversa pacíficamente con ellos. Imaginemos a un hombre de Berlín oponiéndose por la fuerza al arresto de un camarada, descargando una pistola en la refriega, hiriendo de este modo a un policía, y después ¡andando tranquilamente, charlando amigablemente con la policía y sentándose en la comisaría con los miembros de ésta para calentarse y tomar un vaso de cerveza con ellos!” ¿Acaso los gendarmes del imperio son tan buena gente que premian con buen trato al que le opone resistencia armada?

 
En el tiempo de Jesús, incluso, los esenios que mostraban posiciones pacifistas se dejaban arrastrar fácilmente por el oleaje de patriotismo. Por lo tanto, la ejecución de Jesús, si viene dada por su inquebrantable espíritu de rebeldía, es entendible y hasta <justificable> desde el punto de vista de la lucha nacional contra el imperialismo. Pero si partimos de que era el más pacifista de todos los pacifistas y siendo el líder, nada justificaría el craso error del imperio romano de matarlo y dejar al pueblo bajo la influencia de los que propagaban la violencia revolucionaria para expulsar a los impostores. Ni que el emperador Herodes Antipas hubiese sido un gafo a todo dar. O nos hemos olvidado que mandó a decapitar a Juan Bautista.

 
Por otro lado, desde la muerte de Jesús hasta la destrucción de Jerusalén, los combates fueron cotidianos y, por consiguiente, se producían ejecuciones de los insurgentes, subversivos o rebeldes. Se desconoce, especialmente por la desinformación publicitada por los revisionistas del pensamiento y obra de Jesús, que Judas era un hombre virtuoso, correcto, amable, cariñoso, muy familiar y amaba con lealtad a sus parientes y camaradas, mientras que odiaba con mucha convicción a sus enemigos, es decir, a los romanos. La madre de Judas dejó un testimonio que la Iglesia se resiste a publicar y reconocer como cierto, donde ella asegura que su hijo no traicionó a nadie, porque “… amaba a los hombres de su raza -su pueblo y no se refiere a color de piel- y detestaba a los romanos. Un solo norte tenía en su vida: la gloria de Israel…”. No existe, pues, ninguna razón ni ningún testimonio creíble que pueda demostrar la inventada traición de Judas a Jesús, al cual amaba sobre todas las cosas y abandonó a su familia por seguirle sus prédicas.

 
Luego de destruida Jerusalén, es bueno conocer esto, cesó la resistencia y la oposición democrática al imperio romano. Con la <<edad de oro>> del imperio -69 d.c. al 180 d.c.- con la llamada <paz>, la sumisión y la obediencia fueron normas de principio para que no resucitara con frecuencia la rebeldía de los colonizados. Para esa <<edad de oro>> ya no era imprescindible el Mesías rebelde y hasta los mismos cristianos se vieron impulsados a rechazar la imagen del Jesús irreductible combatiente por la liberación de su pueblo. Y como tanto había calado en la conciencia de su pueblo, es entonces cuando viene ese revisionismo que lo transforma en Jesús-Dios y pacífico del Cristianismo que <<… había sido asesinado, no con motivo de una insurrección, sino simplemente por su infinita bondad y santidad, y por la naturaleza viciosa y la malicia de los envidiosos traicioneros>>, como lo dice Kautsky.

 
¿Hasta cuándo juzgamos a Judas y lo quemamos valiéndonos de la creencia que sólo se santifica en la fe y no en el conocimiento de los hechos tal cual como acontecieron, y que son la verdad verdadera? Dejen en paz a Judas si no quieren correr el riesgo de quemarse la conciencia de tanto avalar una injusticia social.
 
 
 Fedepa44@yahoo.com


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Freddy Yépez


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