La invasión y la clase média

   En una entrevista realizada hace poco por Venezolana de Televisión en sectores de la clase media de Caracas, el reportero del canal le preguntó a una muchacha de unos 20 años acerca de la amenaza que los Estados Unidos mantiene contra nuestro país. "A mí no me importa eso, porque yo pertenezco a la clase media y a nosotros no nos van hacer nada", dijo.

 
Bueno, eso cree la pobre y los que como ella pertenecen a ese sector de la sociedad. Porque al contrario de lo que piensan, en un conflicto armado los que más pierden son precisamente los que pertenecen a ese estrato de la sociedad. ¿Por qué? Sencillamente, porque son los que más tienen que perder. Los sectores populares lo único que podrían perder son sus ranchos y sus modestos enseres domésticos. En cambio, la clase media podría perder sus casas, sus carros, sus plasmas, sus computadoras, sus aires acondicionados, cosas que si no son destruidas por las acciones bélicas, quedarían entonces a merced de los saqueadores. Ya que debe saberse que en una invasión no hay compasión con el país invadido y los saqueos, violaciones e incendios estarán a la orden del día.  
 
   ¿Pero por qué esta gente tendría necesariamente que perder estos bienes? La razón es muy simple- Porque para ponerse a salvo de los combates y evitar que las bombas, las granadas, los morteros disparados indiscriminadamente por los bandos en pugna les arrebaten la vida, tendrán que huir. Abandonar sus hogares y todo lo que lograron adquirir durante una vida de trabajo y esfuerzos. Es decir, tendrán que convertirse en refugiados, que dicho sea de paso, les aseguro que no tiene nada que ver  con la vida a la que están acostumbrados.
 
   Los casos de Irak y Libia -para no mencionar Siria- países invadidos por los Estados Unidos, son un trágico ejemplo de lo que estamos diciendo. En esas destrozadas naciones, cuyos habitantes disfrutaban de un envidiable nivel de vida, la devastación de la infraestructura, esto es, edificios,  casas, escuelas, hospitales, puentes, carreteras, acueductos, electricidad, etc., fue total y completa. Sólo ruinas quedaron de lo que habían sido emporios de prosperidad y progreso. Y esto, con el agravante, doloroso, por lo demás, de que la inmensa mayoría de los muertos, que sobrepasaron los 2 millones y medio, fueron civiles inocentes, incluyendo, por supuesto, niños, mujeres y ancianos, a los que Estados Unidos llama, como si fueran simples objetos desechables, "daños colaterales".  Esta es la guerra, la guerra, y especialmente de conquista como la que nos quieren imponer, es dolor, destrucción y muerte, y pocos son los que pueden escapar a sus fatales y terribles consecuencias. 
 
   Por otra parte, hace una o dos semanas atrás, un organismo dependiente  del mismo gobierno colombiano hizo una grave denuncia. Dijo que los soldados gringos de las bases militares norteamericanas estacionadas en ese país, habían violado 56 niñas menores de edad. Algo realmente indignante. Pero si esto es indignante, igual de repudiable es que esos aberrados gocen de una especie de inmunidad diplomática, que los exonera de responder por cualquier atrocidad cometida contra los bienes y las vidas de las personas. 
 
   En efecto, en los acuerdos firmados por Uribe y los Estados Unidos se estableció que el personal militar de la nación del norte quedaban libres de responsabilidad por sus acciones, sin importar las índole y gravedad de las mismas. Y así, estos bandidos pueden robar, destruir y asesinar, como han hecho en otros países, sin que les pase absolutamente nada. De allí que el horrendo delito cometido por esta bestias uniformadas contra las mencionadas niñas, lamentablemente quedará impune. Es decir, sin el correspondiente castigo, para vergüenza de quienes concedieron esa inmunidad y escarnio de la justicia.  
 


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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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