El mundo los perversos

En alguna oportunidad en cierto artículo opiné que diversos rufianes durante siglos han gobernado buena parte de la Tierra, sencillamente, porque los malos hacen bien las perfidias, en cambio, los buenos, parece, no saben hacer el bien. Quizás por esta razón el capitalismo ha perdurado, a pesar del daño causado a nuestro hermoso y errabundo planeta azul.

Los faustos de la historia nos relatan, a través de libros y documentos, las vagabunderías y las trapisondas de muchas magistraturas compartidas entre reyes, emperadores, presidentes, primeros ministros, gobernadores, alcaldes o cualquier otro personaje que un momento dado manejó las riendas del poder. Si nos remontamos a la época de los imperios es fácil advertir que dichas majestades, en complicidad con militares, jerarquías eclesiásticas, nobleza, entre otros, una vez conquistadas un territorio dictaban leyes y edictos que debían cumplir los sometidos. Así lo hicieron los persas, los helenos, los romanos, los ingleses, los españoles, los belgas, los alemanes, los franceses, entre tantos totalitarios que pretendieron dominar el mundo "per secular seculorum". A maneja de ejemplo: los romanos al momento de conquistar algún territorio próximo a la costa mediterránea, en la Europa central o en África, de inmediato designaba a un gobernador romano y seguidamente elaboraban edictos redactado por los senadores imperiales. Una vez establecido en las tierras conquistadas, el gobernante escogido por el emperador se convertía en garante de la recolección de impuestos y de los beneficios provenientes de la explotación que debía llegar hasta la sede del imperio. De allí el refrán: "todos los caminos conducen a Roma". Era obligado que tales dineros y recursos lo manejaran los conquistadores.

En lo que respecta a Venezuela no es nada nuevo que sus majestades residentes en la península, durante la conquista y la colonia, dictaron leyes que beneficiaban a los reyes y a la aristocracia española. Todo el régimen administrativo de la Capitanía General eran preceptos provenientes desde ultramar. Si revisamos muchos de estos decretos nos daremos cuenta de la perversidad de las leyes impuestas a los descendientes de los pueblos originarios, a los negros y a los criollos que poblaban esta tierra de gracia. Entre una de dichas leyes destaca la prohibición del desarrollo de la industria artesanal, dado que todo lo que se utilizaba en nuestro territorio debía proceder península. Hasta quedó proscrito, mediante un edicto, la fabricación de carretas. Una manera de evitar el comercio ilegal. Como se ve los españoles dictaban leyes favorecedoras de la aristocracia que gobernaba desde el reino español. De igual manera, el imperio otorgó permiso a la compañía Guipuzcoana para ejercer el monopolio sobre todo el comercio de exportación (café, cacao, tabaco, etc..) y de importación (todo lo que se consumía en Venezuela). Sus majestades hasta tuvieron la desfachatez de entregar parte de nuestro territorio a mercaderes alemanes, los welsares, como pago de una deuda. Como se ve, el mundo de los perversos en Venezuela marchó de lo mejor hasta que llegó Simón.

Lamentablemente los perversos españoles dejaron una estirpe de mala entraña y muchos de los godos criollos aspiraron la conducción de Venezuela. Para tal fin utilizaron las mismas perversidades de sus mentores peninsulares. Comenzaron a dictar leyes que favorecían a los mantuanos, olvidándose del beneficio de los pueblos aborígenes, así mismo, fueron incapaces de abolir la esclavitud. Fue por eso que la constitución de 1811 la redactaron para complacer al mantuanaje y a la jerarquía de la Iglesia católica: se declaró la religión católica como la única y exclusiva de los habitantes de Venezuela; para ser elegido senador el aspirante debía poseer una propiedad de seis mil pesos; los electores deberán poseer bienes (en pesos) según fueran casados o solteros o según vivieran en la capital de la provincia, en la ciudad o en una villa. Ciertamente, los pendejos estaban excluidos de elegir y de ser elegidos. Como se ve los perversos mantuanos hicieron bien sus ruindades, tal como lo aprendieron de los peninsulares.

Durante muchos años los oligarcas venezolanos hicieron con el país lo que les dio la gana. Redactaban leyes y decretos, no las aprendidas de los peninsulares, sino tal como lo dictaban las grandes corporaciones energéticas y financieras del norte. Estos viles emporios financieros eran quienes decidían todo en materia energética, minera, comercial, financiera, educativa, entre tantas, convirtiéndonos en un país sumiso a las apetencias de tales intereses. Las avaras corporaciones fueron las que decidieron el precio de nuestro petróleo que a principio del siglo XX llegó a valer la minucia de 0,39 dólares norteamericanos por barril, ante el silencio entreguista de los gobernantes y la oligarquía criolla. Posteriormente los líderes políticos, subordinados al imperio yanqui, redactaron leyes para privatizar las industrias básicas y desnacionalizar todo aquellos bienes propiedad de la nación. Los malos, los oligarcas, continuaban haciendo bien su maldad, para provecho de las transnacionales extranjeras y para su propio beneficio. Solamente los buenos comenzaron hacer el bien cuando llegó mi comandante Chávez al poder.

Indudablemente, el imperio nunca ha perdió su condición perversa y redacta leyes según su conveniencia, aplicables, tanto dentro de su territorio como fuera de sus fronteras. Así la historia registra la conferencia de Berlín (1885) donde fueron convocados catorce estados, entre ellos el imperio alemán, el austrohúngaro, Bélgica, el reino de Italia, los Países Bajos, Portugal entre otros para decidir la repartición de África. Una vez conquistados y colonizados comenzaron a dictar leyes para el lucro de los imperios. Estos malvados, ricos, blancos y cristianos europeos disponían sobre la vida y la muerte de millones de seres que vivían en una cuarta parte del planeta: África. Así mismo, estos malvados declaraban la guerra y enviaban a campos de la muerte a millones de jóvenes, solamente para que las finanzas de las perversas corporaciones industriales imperialistas aumentaran sus fortunas de manera ostensible.

En la actualidad, los malos hacen bien su trabajo. Así observamos como Obama dicta leyes extraterritoriales a diestra y siniestra para ser aplicadas y obedecidas fuera de los confines estadounidenses. Así vemos como el senado de EEUU bloquea económicamente a Cuba mediante una ley, creando grandes y graves problemas de alimentación y medicina a niños, jóvenes y adultos; de igual manera, sanciona leyes para castigar a Rusia; no olvida de sus intereses en el Medio Oriente e impones legislaciones para abastecer de armas a los opositores sirios; ordena una ley antiterrorista para castigar a cualquier país que se le atraviese; certifica a los países que según el imperio se porten mal o bien en la producción, consumo y tráfico de drogas. Olvida que EEUU es el mayor productor de mariguana y el mayor consumidor de estupefacientes de cualquier producto que se puede oler, engullir, fumar, untarse, inyectarse y afines.

Mientras tecleaba este artículo mi pensadora me traicionó y se me atravesó en el cerebro el proceso de Nuremberg (1945), en el cual la acusación contra los criminales de guerra estaba dividida en cuatro puntos. En uno de ellos contemplaba que los acusados por tales delitos fueron aquellos que persiguieron a los enemigos políticos, a las minorías racistas y religiosas y los imputaron del exterminio de poblaciones enteras. Recordé a Hiroshima y Nagasaki, cuya población fue arrasada por órdenes de Truman; nadie recuerda la destrucción de la ciudad de alemana de Dresde, en la cual murieron casi 300.000 mil civiles productos de los bombardeos de la aviación aleada. Las leyes sólo funcionaron para los alemanes, italianos y japoneses. Una ley elaborada a la medida de los triunfadores, a pesar de que estos, al igual que los nazis, cumplían con el perfil de los criminales de guerra del proceso de Nuremberg.

Que mala consejera es la memoria la cual me obliga a recordar a Netanyahu. Casi estoy forzado a creer que el encumbrado sionista también cumple con el perfil de un criminal de guerra, según lo redactado en Nuremberg: el sujeto, una vez que se apodera de las tierra palestinas dicta leyes para apoderarse de los territorios ocupados, seguidamente persigue a los hijos del islam y a las minorías racistas; evidentemente, también es culpable del exterminio de una población entera.

No cabe duda, tanto Obama, el premio nobel de la paz, Netanyahu y los gobernantes aleados de la OTAN, tienen asegurado un asiento en el sector de los acusados en algún lugar de la tierra donde se realice un nuevo proceso para condenar a los nuevos criminales de guerra. Espero que los buenos algún día hagan las cosas bien hechas, tal como lo hizo me comandante Chávez, con la certeza que en futuro el mundo marchará mejor.



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Enoc Sánchez


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