Diez millones de Chávez

Así como se proclama ufanamente la disposición que tienen personas y organizaciones políticas y sociales de lograr la reelección del Presidente Hugo Chávez con diez millones de votos y así demostrarle al mundo la voluntad inquebrantable del pueblo de Venezuela en acompañar al proceso revolucionario que éste lidera, de igual o mayor manera debiera expresarse la firme disposición en demoler definitivamente las viejas estructuras que caracterizan al Estado venezolano y, con ello, enfrentar con una determinación aún más inflexible y radical, todos los vicios de corrupción, burocratismo e ineficiencia administrativa que el mismo engendrara por espacio de cuarenta años y que se mantienen todavía vigentes.

Recordemos que el Presidente Chávez, entre el 12 y el 13 de noviembre de 2004, impartió un Taller de Alto Nivel en el cual explicara y demandara cumplir a todos los funcionarios de gobierno con los diez objetivos estratégicos que comprenden el Nuevo Mapa estratégico o Salto adelante. Sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido y del compromiso allí adquirido, una gran mayoría de los asistentes a tan importante Taller no ha querido, o no ha sabido, llevar a cabo parte de estos diez objetivos estratégicos, especialmente en el orden social y político, limitándose tan solo a darle continuidad –con relativa eficiencia- a las funciones de Estado, sin alterar esencialmente sus estructuras, no obstante la diatriba supuestamente revolucionaria. Esto ha ido configurando una fuerte paradoja que es acremente criticada por las masas populares, ya que no ven la misma vocación de Chávez entre sus seguidores en funciones de gobierno, siendo necesario que el Presidente tenga que reclamarles públicamente mayor atención a los problemas colectivos. De ahí que la percepción de las masas crea conveniente que Chávez visite regularmente cada entidad para comprobar hasta qué punto la revolución bolivariana cumple con sus cometidos.

Es imprescindible que todo el movimiento popular revolucionario impulse acciones tendentes a desbaratar ese viejo modelo de Estado heredado del pasado puntofijista y comience a delinear, de modo soberano y creador, al que lo sustituirá, teniendo como principal característica la incorporación del pueblo a la toma de decisiones, ejerciendo realmente la democracia participativa, sin que ninguna autoridad lo manipule o subordine. Si no se comprende que las diversas contradicciones, resistencias y dilaciones que ha sufrido la puesta en vigencia de un cambio estructural profundo en Venezuela tienen su origen en la existencia de este viejo modelo de Estado (diseñado para impedir el ejercicio de la soberanía popular), de nada valdrán todas las iniciativas políticas, sociales, culturales y económicas del gobierno chavista, ya que tendrán que enfrentar –necesariamente- los diques burocráticos de éste. No se trata de ordenar un cambio mecánico, de arriba hacia abajo, sino de todo lo contrario. Éste tiene que ser generado desde abajo, de un modo dinámico y constante, como rasgo distintivo de un proceso de transformación digno de llamarse revolucionario y popular.

Es por ello que deben dejarse de lado los momentos coyunturales y concentrarse en propiciar verdaderamente el cambio estructural y el ejercicio cotidiano de la democracia revolucionaria. Hay que crear, por tanto, todos aquellos espacios que hagan posible su profundización y direccionalidad revolucionaria, antes que reformista. Más que la consecución de esos diez millones de votos para Chávez, debiera imponerse la promoción y formación revolucionaria de diez millones de Chávez que tengan la suficiente intrepidez para asumir la titánica tarea histórica de hacer la revolución a tiempo completo, sin sectarismos o mezquindades de cualquier tipo. Y esto tiene que facilitarse cuanto antes, en cada comunidad, en cada asentamiento campesino, fábricas, centros de estudios, organizaciones políticas y sociales, y en todo espacio geográfico donde sea necesaria la presencia revolucionaria. Estos diez millones de Chávez constituirían, sin duda, esa vanguardia revolucionaria de la cual
carece actualmente el proceso bolivariano y reemplazaría con mayor idoneidad a la dirigencia reformista que tiene en sus manos, por ahora, las riendas del poder constituido. De ese modo, podría fomentarse el debate, la elaboración y la práctica de una teoría revolucionaria, socialista y antiimperialista que sería la base de sustentación de la sociedad de nuevo tipo que se busca construir en paz en Venezuela, como antorcha imperecedera que alumbre a los pueblos del mundo.-



¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!


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Homar Garcés


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