Continente en revolución

El pueblo de Bolivia al fin triunfa por la vía electoral y alcanza el poder político que siempre le ha pertenecido. Evo Morales y el Movimiento al Socialismo lograron romper el muro clasista e imperial vigente en los países andinos desde la colonización española. Un triunfo popular de la magnitud del boliviano no ha sido aún suficientemente comprendido, ni por los pueblos de la región, ni por los poderosos del mundo. Los más humildes de los humildes, los excluidos del sistema económico imperante, se han unido y han desplazado cívica y democráticamente a quienes les han oprimido desde hace siglos. No obviamos, por supuesto, que la lucha de los pueblos indígenas y demás sectores populares en Bolivia contra el neoliberalismo y el neocolonialismo ha sido ardua y ha dejado dolor y sangre en el camino.

El derrocamiento del gringo-boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003 representó el clímax de esas luchas, en momentos en los que la presión popular echó del poder a un representante de Washington, momentos en los que el pueblo decidió detener la opresión y avanzar hacia la liberación, hacia el autogobierno por la vía de la soberanía y la dignidad. Los gobiernos transitorios posteriores de Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez recibieron las presiones más potentes de la oligarquía nacional y mundial, sin embargo, las presión del pueblo en las calles, en los caseríos, en las aldeas, en las ciudades, en los sembradíos de coca, fue tan poderosa que nada pudieron hacer para impedir el adelantado triunfo de un representante legítimo de los pueblos indígenas y la izquierda popular.

En Venezuela desde 1999 el pueblo se hizo gobierno por la vía electoral. En otros países de la región han llegado al poder gobiernos de carácter progresista, pero generadores de dudas por sus alianzas, estratégicas dicen, con los sectores poderosos internos y externos. Gobiernos amigos, sin duda. Es decir, después del caso venezolano con la Revolución Bolivariana , no se producía en nuestro continente una victoria popular tan contundente y transparente como la de Bolivia. No hubo fuerza económica o poder energético transnacional capaz de detener la fuerza de las mujeres y los hombres decididos a ser libres. Ante los ojos de una prensa desesperada, racista y reaccionaria, que difamó y acusó a Evo Morales de mil y un defectos y vicios, los bolivianos en silencio acudieron a las urnas el 18 de diciembre de 2005.

De un 40% que estimaban las también reaccionarias encuestadoras, Evo Morales superó ampliamente el 50% más uno que necesitaba para ser proclamado presidente, alcanzando casi un 55% del total de los votos escrutados. Las acusaciones del gobierno estadounidense contra Morales y su lucha en pro de la defensa de los campesinos cocaleros fue un absoluto fracaso. Las vinculaciones hechas con los presidentes Chávez y Castro reforzaron el arraigo de Morales entre sus compatriotas. Las estrategias exógenas se estrellaron contra una realidad social endógena inexorable.

Así las cosas, no podemos negar que el pueblo de Bolivia ha comenzado un proceso democrático constituyente que podrá considerarse, si no hay traiciones, una revolución. Proceso constituyente el boliviano que no comienza con la victoria electoral del Presidente Evo Morales, que se remonta la conquista y la infinita resistencia indígena, pero que se oficializó ante el país y el mundo con la rebelión popular contra el gobierno neoliberal en 2003. A partir del 23 de enero de este año, una vez que asuma el poder el pueblo a través la Presidencia de la República , la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente debe ser prioridad impostergable.

La Asamblea elegida por los bolivianos democráticamente constituirá la formalización legal de ese proceso constituyente originario, con poderes supraconstitucionales, que desarrolle la inclusión social de los indígenas y los pobres, que garantice la unidad territorial, la cohesión social y la posesión irrevocable de los recursos naturales por parte del pueblo a través del Estado. Las diferencias internas entre las regiones Bolivianas deben equilibrarse; los criollos de Santa Cruz y Tarija, por ejemplo, deben cesar en sus pretensiones secesionistas con la finalidad de apoderarse de los hidrocarburos. Las incitaciones desde los países económicamente poderosos para que estas regiones se independicen y les “regalen” los recursos energéticos no pueden tener incidencias en la unidad de una nación soberana y Bolivariana.

La victoria popular boliviana demuestra, por otra parte, que la revolución de las mayorías en América Latina está en marcha, que el neoliberalismo fue la dosis que desbordó la paciencia de los pueblos y que los cambios sociales y económicos estructurales son irreversibles. No olvidemos que otro pueblo andino ha venido dando señales, el ecuatoriano. El triunfo electoral de Lucio Gutiérrez en 2003, apoyado por los sectores indígenas, incluyendo el movimiento Pachacutik, representó un paso importante. No obstante, el pueblo ecuatoriano sufrió el engaño del coronel Gutiérrez. No en vano ese efímero personaje fue derrocado por los ecuatorianos en 2005, pasando a la historia como un Presidente traidor, que incumplió los compromisos de las bases sociales e indígenas, postergando la posibilidad de expresión de un pueblo con una situación de opresión e inequidad social semejante a la de Bolivia.

Recordemos que Gutiérrez viajó como presidente electo a la Casa Blanca y fue recibido por Bush al final de la alfombra roja. En alguna oportunidad, antes de tomar posesión, Lucio Gutiérrez huyó a Colombia al saber que coincidirían en su país los presidentes de Venezuela y Cuba. Cuán distinta es la realidad de Evo Morales: al emprender una gira mundial como presidente electo tuvo como sus dos primeros destinos La Habana y Caracas. Buenas, excelentes señales en el sentido de que Evo no traicionará las esperanzas y el futuro de sus compatriotas.
Ojo, veamos las coincidencias y diferencias. Las dos revoluciones que en nuestra opinión han arrancado desde 1999, es decir, la venezolana y la boliviana. Dicen los medios que el presidente Chávez no ha hecho más que exportar “su revolución castrocomunista” a otros países y que el primer fruto concreto es Bolivia. Ese es de hecho el principal argumento del Departamento de Estado de EUU para desprestigiar o subestimar cualquier tipo de movimiento progresista en Latinoamérica.

Tratan de ignorar que los nuestros, los latinoamericanos, son pueblos decididos a revertir la situación de desigualdad imperante y a practicar la verdadera democracia, es decir, aquella donde las mayorías toman las grandes decisiones y en las que las minorías son escuchadas, valoradas y respetadas. Definitivamente, tanto la Bolivariana como la Boliviana son dos revoluciones pacíficas, democráticas, cuyos objetivos es están vinculados a una transformación social profunda en y la creación de un nuevo modelo de sociedad socialista. Ambas son reflejo de las desesperadas situaciones de pueblos oprimidos por las oligarquías y el sistema económico vigente. Ambas giran en torno a la equidad y la inclusión.

Sin embargo, en el proceso venezolano está presente el Bolívar libertador y justiciero en cada idea, en el fundamento de cada política del Gobierno; el Bolívar que fundó y legisló para Bolivia. En el discurso de Evo Morales hallamos a los indígenas aimaras, quechuas y guaraníes que tanta sangre derramaron por sobrevivir bajo la égida de los imperios capitalistas español, inglés y hoy estadounidense-transnacional. La Revolución Bolivariana no se exporta, sólo sirve de referencia para que otros pueblos sepan que sí es posible.
Pronto seremos testigos de una batalla electoral interesante en el Perú, que tras los desastres autoritarios de Fujimori y la entrega sumisa del cholo-neoliberal Toledo, trata de buscar las sendas de su revolución, también de excluidos, también de indígenas, a través de la propuesta de gobierno del Coronel Ollanta Humala, quien ya ha recibido un abierto respaldo de Hugo Chávez y Evo Morales. Esperemos que Humala triunfe para seguir caminos constituyentes semejantes a los de Venezuela o Bolivia, distintos a los de Gutiérrez en Ecuador. Luego vendrá Ecuador y, así, sucesivamente esperamos que los pueblos indoamericanos alcancen el poder político para impulsar las transformaciones radicales, estructurales de sus sociedades. Esperamos ver pronto instalada, con mayoría indígena, la Asamblea Nacional Constituyente de carácter originario en Bolivia. Este es definitivamente un continente en Revolución, pueblos en incesante búsqueda de justicia para buscar la paz.


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Jorge Arreaza M.

Ex-vicepresidente de la República. Ex-viceministro de Ciencia y Tecnología, y ex-presidente de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (Fundayacucho).

 jorgearreaza@gmail.com      @jaarreaza

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