Suicidio, desorientación o asesinato político en Venezuela

Caracas, 1 dic (PL) Inexplicablemente cada año decenas de ballenas se
dirigen a las costas para morir sin causa aparente, acción que los expertos
atribuyen a un intento suicida o a la perdida de orientación.

Esta semana la política venezolana presencia un espectáculo similar con la
salida de la competencia electoral y probable encallamiento de dos partidos
que dominaron la escena local durante 50 años: el socialdemócrata Acción
Democrática y el socialcristiano COPEI.

Los líderes de las dos agrupaciones argumentaron que no existen condiciones
para asistir a los comicios parlamentarios del próximo domingo para elegir
una Asamblea Nacional de 167 miembros, en sustitución de la actual, que
cuenta con dos puestos menos.

El argumento fue desmentido por observadores de la Organización de Estados
Americanos (OEA), según los cuales esas dos agrupaciones se habían
comprometido a participar luego que las autoridades electorales suspendieron
el uso de un sistema capta huellas.

Esas máquinas debían ser colocadas en los centros de votación para evitar el
voto múltiple, pero varios partidos opositores consideraron que su uso
violaría el secreto del voto.

Las autoridades estiman que, en realidad, el retiro obedeció a presiones de
Estados Unidos, parte de la estrategia para descalificar la democracia
venezolana y justificar las presiones y ataques de la Administración de
George W. Bush.

Otra explicación es que, ante el triunfo arrollador previsto para los
seguidores del presidente Hugo Chávez -a quienes los sondeos atribuyen dos
tercios de las diputaciones- la oposición decidió que era preferible una
retirada a tiempo ante una derrota aplastante.

En realidad COPEI, un desgastado partido que apenas cuenta con seis
diputados en la actualidad, es hoy en la política venezolana un remedo de lo
que fue.

AD, con 23 diputados, se jactaba de ser el principal partido de una
oposición a la que, en conjunto, los pronósticos otorgaban de 20 a 30
curules luego de las elecciones del 4 de diciembre.

Lo cierto es que esas agrupaciones, con liderazgos difusos y sin propuesta
alternativa a los programas sociales del Gobierno, no representan hoy
contrincantes de peso para el Bloque del Cambio, integrado por partidos que
respaldan a Chávez.

Otra explicación sería que, junto con la estrategia encaminada a
descalificar la democracia venezolana, Estados Unidos apoya una
reconstrucción de la política nacional en la que las viejas agrupaciones de
derecha son inoperantes.

Esta variante explicaría la salomónica decisión asumida por el partido
Primero Justicia (siete diputados) que anunció ayer su retirada de las
elecciones, pero dejó a sus candidatos en libertad de permanecer en la
contienda.

La paradoja se hace aún mayor porque Primero Justicia, una organización con
reconocida vinculación a Estados Unidos, ratificó la candidatura de su
dirigente Julio Borges para las elecciones presidenciales de diciembre de
2006.

De esta forma Primero Justicia se convertiría en la punta de lanza de una
nueva oposición de derecha desvinculada de los errores cometidos en el
pasado por AD y COPEI y de sus desgastados líderes.

Más que un suicidio premeditado o por desorientación, la estrategia implica
el sacrificio de las dos viejas organizaciones con muy pocas perspectivas en
la actualidad política venezolana, transformada con el triunfo de Chávez en
1998.

De otro lado, el Movimiento V República (MVR) de Chávez se reafirma como la
principal organización política del país, con el respaldo, entre otras, de
los partidos Podemos, Patria para Todos y Comunista.

Pero más allá de una alianza, el previsible triunfo en las elecciones del 4
de diciembre se sustenta en un respaldo mayoritario a la política basada en
una mejor distribución de la renta petrolera y programa sociales de alcance
popular.

La nueva Asamblea Nacional, según todo parece indicar, más que reflejar la
ausencia de una parte de la oposición, reflejará la correlación actual de
fuerzas, dominada por los partidos que apoyan la Revolución Bolivariana.

En este contexto, el sacrificio de AD y COPEI, sea por suicidio o asesinato,
no ofrece ninguna garantía de renacimiento de una derecha desorientada e
incapaz de hallar la ruta hacia aguas profundas.


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