Cigarrillos y otras joyas

Las Siete Estrellas Y Los Carlos



Soy un empedernido fumador y confieso que no tengo ningunas ganas de
abandonar este vicio. Sin embargo, este paro empresarial ha estado
modificando mis gustos y he pensado seriamente comprarme alguna picadura y
desempolvar la vieja pipa que heredé de mi padre o, en su defecto, comprar
alguna marca que no tenga que ver con los señores de la Bigott. Y es que
toda esta suerte de estupidez empresarial, me ha llevado a reconsiderar
ciertas compras; sobre todo cuando descubro una serie de acciones hipócritas
que han llevado a cabo los mercaderes del templo para no seguir perdiendo
dinero en nombre de la "Libertad" y el "Anticomunismo Fanático" de los
mellizos opositores (¡Los Carlos, pues!).

En mi diario transitar de casa al trabajo y viceversa, tengo por costumbre
tomarme un marroncito en un determinado lugar. Esta costumbre obedece a una
vieja idea que me lleva a respetar un gusto determinado y a no saltar de
café en café, despotricando unos y alabando a otros; amén de mantener una
rutina que no me desvíe de mis objetivos laborales. De igual manera, mi
gusto es complementado con una ligera conversación con ese amigo que sabe de
mi preferencia por el marroncito sin azúcar y la cajetilla diaria de
Belmont, más un toque discreto de complicidad chavista que adorna esos
escasos quince minutos de relación.

Pocos días después de haber comenzado el paro, vi resentida mi sacrosanta
rutina con la falta de la tan preciada cajetilla de cigarrillos. Esto me
molesto. Soy de los que cree en esos pequeños pasos que no van a ser
boicoteados y que sufren de un corto circuito al tener que pararse
nuevamente a comprar algo que comúnmente obtengo en un solo sitio. La
mentada de madre hacia los Carlos no se hizo esperar y mi amigo de un cuarto
de hora no pudo reprimir una sonrisa de aprobación. Me señaló las neveras de
la Coca-Cola y de la Pepsi Cola, ahora repletas de KR, Green Spot y una de
tamarindo, advirtiéndome sobre las consecuencias del paro.

Seguí mi rutina diaria con ciertos tropiezos al tratar de ubicar esa marca
de cigarrillos. Pero, desde hace dos semanas, he recuperado la normalidad y
me angustiaba pensar que ese amigo diario, pudiera estar haciendo malabares
para conseguirme este producto. No pude más, y agradeciendo su diligencia,
le pregunté hoy como hacía para tener Belmont a la venta. Simple, - me
contestó - ellos los siguen trayendo. Pero ahora vienen vestidos sin el
uniforme y en carros particulares. Son los mismos, pero disfrazados de
gente.

Este episodio nos muestra descaradamente la hipocresía empresarial. En
realidad no ha habido paro. Nunca ha habido paro. Se pararon aquellos
sectores bobos que vieron su sueño americano realizado cuando le otorgaron
una franquicia; esto, con la esperanza de ser los héroes de la caída del
"dictador". Pero, han pasado los días y ese zambo, no solo se mantiene, si
no que se afianza en el poder. Así sucede con más de un tendero, zapatero,
joyero o "respetable" comerciante propietario de un local en esos centros
comerciales que se sumaron a algo que existe solo en un parte de guerra en
el que ya nadie cree. Sin embargo, donde está la macoya, la sazón, el
capital transnacional, disfrazan de camiones de baranda o vehículos
particulares, lo que otrora eran carteles ambulantes de publicidad. Lo
pudimos percibir el pasado diciembre, cuando llegaban de noche a las
licorerías para abastecerlas del espumante líquido amarillo y, acusar la
oportunidad para subirles el precio cual producto de mercado negro. Pero,
todo esto falló ¡y como!. Ciertamente, hubo más de un pendejo que compró una
caja de cerveza en veintidós, y hasta veinticinco mil bolívares para
complementar su Merry Christmas. Pero, la gran mayoría regresó a sus gustos
estudiantiles con la guarapita y la compensó con una botella de escocés
venezolano, mucho más barato que la Champaña Criolla. La matemática aplicada
por los Carlos se le complicó. No contaron con un pueblo lleno de rebeldía,
arrecho y con una imaginación del carajo. No entienden por que, en medio de
colas interminables para abastecerse de combustible, sacan su mesa, cuatro
sillas, un dominó y una botella de ron para alimentar la paciencia; cosa
contraría a lo calculado por los conspiradores.

Este paro virtual va a morir de fastidio y el pueblo que ahora si tiene
memoria, va a pasar factura. Vaticino gastos multimillonarios en publicidad
para recuperar las ventas de la Pepsi Cola, la Coca-Cola, Wendy's, Mc
Mierda, Arturo's, Harina Pan, Mavesa y demás porquería que llenaba los
espacios que ahora son ocupados por los persistentes mensajes de la
oposición. Vaticino una KR convirtiéndose en imperio y en curiosa
estadística empresarial latinoamericana. Vaticino nuevas oportunidades para
aquellos empresarios visionarios que deseen satisfacer las necesidades
culinarias y espirituosas de este pueblo bolivariano. Vaticino nuevos gustos
con sabor a rebeldía. Vaticino el regreso triunfal de la Reina Pepeada y la
recuperación de nuestro espacio cultural, severamente afectado por las
transnacionales. Por que este pueblo ha dicho ¡Basta! Y no permitirá que se
le siga engañando. Por que así salga amargo, ese vino es nuestro.

Si he de agradecerle algo a los Carlos, es haber despertado en mi pueblo las
siete estrellas de la esperanza. ¡Viva el Tabaco Manzanares!


msilvaga@yahoo.com


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Mario Silva García

Comunicador social. Ex-miembro y caricaturista de Aporrea.org. Revolucionó el periodismo de opinión y denuncia contra la derecha con la publicación de su columna "La Hojilla" en Aporrea a partir de 2004, para luego llevarla a mayores audiencias y con nuevo empuje, a través de VTV con "La Hojilla en TV".

 mariosilvagarcia1959@gmail.com      @LaHojillaenTV

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