Nosotros no podemos callar, no vamos a hacerlo, aunque tal vez terminemos ganándonos famas de fastidiosos, de obsesivos, de empecinados. Pero es que hay cosas que creemos están mal hechas y tenemos que señalarlas. Vamos a poner un ejemplo fresco, a riesgo de que se nos vea como aguafiestas.
El miércoles estábamos en pleno desarrollo de nuestro programa La Talanquera por ANTV, quizá a mitad de programa, cuando fuimos interrumpidos por una cadena limitada a los medios del SiBCI. Se comenzó a transmitir un consejo de ministros, con el Presidente Maduro al frente, como debe ser. Error, sí señor, error. Por supuesto que un consejo de ministros es de importancia fundamental para el país y generalmente allí se emiten conceptos políticos, y se anuncian planes y decisiones de alta relevancia. Esto quizá es lo que lleve a la decisión mecánica, automática, de encadenar a los medios públicos para uniformar sus pantallas y micrófonos con este acto de Gobierno. Esto lo hacía mucho Chávez, lo que no quiere decir que era, necesariamente, siempre conveniente. Ahí había además la ventaja de que estaba Chávez al frente, un gran comunicador, un mago de la palabra. Esa virtud no la tiene Maduro, tiene otras virtudes nuestro Presidente actual, pero esa no. No al menos en la dimensión en que la ostentaba Chávez, eso se sabe.
¿Qué podemos imaginar que ocurre cuando se da ese encadenamiento forzoso de los medios masivos del SiBCI para transmitir un consejo de ministros durante al menos hora y media (hasta donde lo vimos)? La pluralidad de medios públicos nos da la cualidad de la diversidad, la posibilidad para el público de escoger. Al encadenarse todos con una emisión uniforme, esa cualidad se pierde. Ahora bien ¿a quién va dirigida esa cadena de los medios del SiBCI? Unos de los grandes errores que se generan en la inexistencia de una estrategia comunicacional, es que se trata al público como gatos en un mismo saco. No hay segmentación, no hay diferenciación ¿Qué clase de público va a consumir completa la transmisión de un consejo de ministros? Muchos chavistas convencidos, por supuesto. Lo hacen con responsabilidad, para enterarse de cómo marcha y qué planifica su Gobierno. Eso es algo bueno, eso hay que satisfacerlo, aunque creemos que no de la forma en que se hace. Otro público son los comunicadores, de cualquier bando, para nutrirse de información, y también lo que podemos llamar los “políticos profesionales”, los militantes dirigentes, tanto de la Revolución como de la contrarrevolución. Todo ello constituye un público importantísimo que hay que atender. Pero hay otro público que en este momento cobra una relevancia especial y al que también hay que entender, quizá de manera más dedicada y concentrada: el que conforma la votación opositora y la legión de confundidos que, habiendo votado por Chávez el 7 de octubre, votaron por Capriles o se abstuvieron el 14 de abril, “gracias” a los cuales resultó esa diferencia estrecha que significó, quién lo duda, un sensible golpe político para nosotros. Los manipulados, los decepcionados, los inconformes, los engañados. Permítasenos la duda, pero dificultamos que ese público se quede en las pantallas del SiBCI para ver un consejo de ministros. Tienen el control de sus televisores, por lo que es casi seguro que la mayoría de ellos emigrarán a otros canales de señal abierta o de suscripción, quienes los tengan. Son gente de trabajo, muchos de ellos han hecho largas colas para tomar los transportes que los llevan a sus casas, algunos han tenido que usar más de un medio para trasladarse, estarán agotados, a veces hartos de pasar dificultades de diverso tipo durante todo el día, gran parte de ellos se sentarán ante el televisor con la intención de entretener las cortas horas de ocio que les deja el tráfago de la vida y la ciudad, al menos para quienes viven en las más grandes ciudades, que son muchísimos.
Ahora bien, todos estos públicos que hemos mencionado son importantes para nosotros ¿Cómo atenderlos a todos? Ahí es donde tiene que entrar la creatividad, la flexibilidad, dejar a un lado la tiesura, la rutina, lo que parece más fácil, la solución cómoda. Aquí se trata también de un problema de eficiencia. También en la comunicación: eficiencia o nada. Nosotros, por supuesto, no nos quedamos en la crítica, como los criticones de oficio, sino que hacemos propuestas.
¿Qué tal si lo hacemos del siguiente modo o de alguno parecido? ¿No podemos al menos pensarlo, antes de desecharlo? A ver: 1) Se designaría un canal que transmitirá completo el Consejo de Ministros, VTV por ejemplo, que es el de mayor cobertura. Y una emisora de radio, Radio Nacional, por señalar una; 2) Se haría el anuncio durante el día por los diferentes medios. Si no se pudo, al momento de iniciarse el Consejo, se anunciaría la transmisión de VTV en todos los medios del sistema. La mención permanecería en generador de caracteres (un kroll, como lo denominamos en la televisión), y se repetiría por lapsos en las emisoras de radio, mientras los otros medios continuarían su programación regular; 3) Todo el que quiera o considere necesario ver el Consejo completo, se pegaría a VTV. Quien prefiera otras opciones (noticias, análisis, entrevistas) en los medios públicos, tendría el derecho de escoger; 4) El resto de medios públicos haría avances de noticias en momentos específicos del Consejo de Ministros, cuando haya anuncio de decisiones, por ejemplo, o parte de temas políticos de especial relevancia; 5) Equipos de producción ad hoc prepararían micros con los segmentos más relevantes del Consejo de Ministros, que serían trasmitidos en los medios públicos durante las próximas 24 horas después de la sesión y también en medios privados, aprovechando los espacios de inserción obligatoria de mensajes del Gobierno; 6) Se haría un resumen del Consejo, de entre 10 y 15 minutos, que sería transmitido en cadena nacional en horario estelar el mismo día y/o el día siguiente; 7) Las grandes decisiones del Consejo de Ministros se publicarían en avisos de prensa, creativos, llamativos.
De este modo, o alguno parecido, atenderíamos a todos los públicos y estaríamos haciendo comunicación, no solo propaganda.
Nosotros somos como el novio que se sentía sobrado, con la novia rendida a sus pies. De pronto, un matón que anda por ahí ha comenzado a guiñarle el ojo, y ella lo mira de vez en cuando. Todavía nos quiere, pero se ha ido desenamorando, y el matón quiere aprovecharse para levantársela. Ella se está cansando poco a poco de la rutina, de la repetición, de las promesas que no le hemos cumplido, en parte porque el matón se mete en el medio y busca la manera de hacernos daño. La novia nos ha dicho varias veces que cambiemos, pero no lo hacemos, y ella, un tanto decepcionada, sigue volteando hacia el matón, que trata de aprovecharse de sus debilidades, de sus decepciones ¿Qué podemos hacer? Ya no basta con promesas de cambio, tenemos que cambiar de verdad. Seguir siendo nosotros mismos, por supuesto, no somos ni seremos el matón, pero renovar un par de camisas, no seguir llevando a la muchacha a la misma pollera de siempre, prestarle más atención, comenzar a hablarle de otra manera. Parece que ya no estamos sobrados, pero podemos recuperar todo el amor de la novia, si tenemos el coraje, la valentía de cambiar de verdad.