La educación en la revolución

Un pueblo que no solo cambia sino que tiene como ideal un cambio que lo mejore, tendrá normas y métodos educativos diferentes de otra que no tenga otro propósito que la conservación de sus clases sociales. La diferencia entre una educación capitalista y una educación revolucionaria al socialismo radica en la calidad y el valor de la socialización de sus costumbres y propósitos, de aquí que la primera ha producido una sociedad parcial y deforme por la desigualdad y pobreza material y mental de la gente. En una educación revolucionaria la clase de vida de una familia no puede servir como norma para los intereses materiales, estéticos e intelectuales de los que todos participan.

Una explicación preliminar es que un gobierno revolucionario que depende de las elecciones no puede continuar con los cambios en el sistema a menos que el pueblo que lo reelige sea más instruido puesto que ese porcentaje de población y el gobierno repudian la injerencia cultural externa. Como explicación más profunda la educación que incide en el desarrollo de un Estado va mucho más allá que una forma de gobierno, es una forma asociada de vida que permite de mejor manera relacionar la actividad propia con la de otros que de sentido y dirección a una revolución capaz de derribar las barreras de las clases sociales, prejuicios, género y Estado nacional.

La educación en un proceso revolucionario es una función social que asegura la dirección y el desarrollo del país. La educación varía con el sistema de vida que prevalece en la sociedad. No cambiar la educación en una revolución significa tener un Estado protegido por un blindaje impenetrable en donde las teorías abundan y se vinculan con los prejuicios de que criticar es una especie de pecado y deslealtad, esta confusión y la ignorancia de estos hechos paraliza el proceso y da lugar a una actitud cultural acomodaticia y pasiva.

La diferencia entre una educación capitalista o tradicional y una revolucionaria socialista no está entre crecer y no crecer sino en los diversos modos de desarrollo adecuados a las energías dedicadas a luchar con problemas específicos en las áreas económicas, agrícolas, culturales y científicas, en donde las políticas deben estar tocadas por el interés, por la curiosidad y por el conocimiento, es decir políticas llenas de creatividad por la apertura de mente.

Los métodos pedagógicos de la educación en una revolución no pueden ser mecánicos eso significa ejercer presión sobre la misma naturaleza de la revolución, así, como, en realidad, no hay nada en la educación para su subordinación a no ser una mejor educación para reorganizar las energías que garanticen el desarrollo del país porque el fruto más sabroso de una revolución es la inclinación a aprender de la vida misma y hacer que las condiciones de esta sean tales que todos aprendamos en el curso de esta.

Cuando no se desarrolla la iniciativa para adoptar las situaciones novedosas que salen del pueblo por el burocratismo, ignorancia, sectarismo y corrupción, se frena las aspiraciones del pueblo porque las bases dibujan sus proyecciones pensando en la niñez y en la juventud preferentemente; un énfasis partidista indebido de disciplina del ejecutivo, legislativo, partido, significa imponer un ambiente político cultural adulto al niño y al joven desperdiciando la energía revolucionaria que sale de las masas.

La educación revolucionaria no es un movimiento hacia una meta que esta por llegar, esa es una falsa idea producto de la inmadurez revolucionaria por un ambiente determinado por la inflexibilidad de los lineamientos proyectados en los cambios revolucionarios con la educación como algo que tiene un fin en lugar de ser un fin.

La inmadurez revolucionaria se da porque la cultura revolucionaria tarda demasiado en llegar algo que hay que solucionar a la brevedad posible con una educación diferente para pensar en una transición al socialismo para no seguir mirando atrás o justificándonos con la IV República, pero, lo peor de todo será cuando nuestros jóvenes descubran su pasado no vean con amargura los periodos de su niñez como escenarios de oportunidades perdidas por el desperdicio de sus energías.

Cuando abandonemos la inmadurez de definir al proceso mediante comparaciones sobre lo realizado, lo que falta por hacer o que lo ya realizado no es poco, dejaremos de pensar en eso para darnos cuenta que revolución significa desarrollo y crecimiento mediante el cambio. Un pueblo vive tan real en una etapa como en otra con la diferencia de que, en una revolución los sueños y la fe se despiertan otra vez; de aquí que la educación proporciona las condiciones que aseguren el crecimiento intelectual sin tomar en cuenta la edad.

Frenar las iniciativas de los niños y de los jóvenes como la del pueblo es una política infame que es preciso suprimir porque se descuidan los instintos naturales de las bases ya que la conformidad no es una meta. Seguir así como estamos resulta apartar lo que hay de individual y distinto en un joven una joven o en un adulto mayor, se los hace completamente de lado de tal suerte que uniformamos la conformidad en toda la masa, surge la falta de interés por la creatividad y el temor a lo incierto se acentúa puesto que la transición al socialismo está mucho más allá del proceso revolucionario.

La cultura y educación revolucionaria nos permite superar la pereza indulgente o los actos superficiales que solo deben darse en una etapa inicial del proceso, es una energía no elaborada porque los métodos de educación no han producido los efectos necesarios para los diversos tipos de vida comunitaria, eso en una primerísima etapa que no puede continuar en el proceso porque la educación revolucionaria es una función social que permite la participación de la sociedad en la vida con crecimiento.

Sociedad es una sola palabra pero muchas cosas en donde los hombres y mujeres se reúnen en todas las formas posibles y para toda clase de fines, con la diferencia de que, una sociedad mejor educada es más sencilla que una petulante e ignorante bañada de apariencia.

rcpuma061@yahoo.com




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Raúl Crespo


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