Irak: fiel reedicón de la Guerra de Vietnam

El discurso del presidente Bush del pasado 28/06 en las instalaciones del Fuerte Bragg en Carolina del Norte, está lleno de lugares comunes, pues sus palabras ya habían sido escuchadas en otros momentos igualmente trágicos y en distintos confines de la tierra, además de que fue reiterativo en aquello de que la situación en Irak es difícil y peligrosa, pero que el “sacrificio que se está haciendo... merece la pena y es vital para la seguridad futura” de los Estados Unidos. Agregó que no duda que muchos se preguntarán si vale la pena ese sacrificio y “yo les digo que merece la pena hacerlo”, porque ello es lo único que “garantiza la seguridad de nuestras vidas”. Más adelante añadió que calificaba como una locura pretender retirar las tropas ahora, así como insinuar un cronograma para hacerlo, pues sería un “mensaje negativo para nuestras propias tropas”, así como y he aquí las ironías de la vida, lo decimos nosotros, una deslealtad para con el pueblo iraquí que lucha junto a nuestras tropas por su libertad plena y por la garantía de un país que pueda transitar el futuro aferrado al derecho soberano que debe tener para manejarse conforme a sus propias decisiones. Ya para finalizar, el jefe de la Casa Blanca dijo que los “terroristas pretenden quebrantar nuestra determinación como lo intentaron hacer el 11 de septiembre de 2001. Pero fracasaron. Los terroristas no comprenden a Estados Unidos. Los estadounidenses no ceden a las amenazas y no dejaremos que nuestro futuro lo decidan otros atentados con carros bomba y asesinos...La mejor manera de honrar las vidas perdidas es completando la misión".

Pero además de lo irónico del mensaje, Bush no perdió la ocasión para falsear la realidad acerca de los responsables de los actos terroristas ocurridos con las torres gemelas de Nueva York, en los cuales nada tuvo que ver Sadam Hussein, ni su gobierno, pues como lo ha sido del conocimiento general, la inteligencia norteamericana determinó, si lugar a equívocos, que esos actos bestiales se fraguaron en territorio afgano y sus autores tanto intelectuales como materiales eran súbditos del reino de Arabia Saudita y algunos muy pocos de Paquistán, muchos de los cuales completaron su adiestramiento en pilotaje aéreo en academias prestigiosas del estado de La Florida.

Pero más allá de advertir la falacia hecha palabra en los albores de este siglo veinte, para el que muchos presagiamos como los excelentes tiempos para construir un mundo de paz y armonía entre los pueblos, luego de que dejáramos ese siglo repleto de conflictos atroces, donde murieron millones de seres humanos por las ansias de poder y predominios absolutistas y colonialistas a troche y moche, vemos con enorme tristeza que seguimos en las mismas, pues la voracidad del capital se hace evidente y no se detiene en la búsqueda de nuevas y apetitosas oportunidades de negocios, lo cual les impone a los países que lideran la influencia hegemónica mundial, la “desagradable tarea” de verse “obligados” a ocupar más y más países del tercer mundo productores de materias primas, para acrecentar y consolidar cada día el inmenso poder económico que tienen.

Hemos estado rastreando algunos documentos de episodios trágicos del siglo precedente y cual no ha sido nuestra sorpresa al ver que discursos como el que acaba de pronunciar Bush no tienen nada de novedoso. Se los ha pronunciado similares para otras tragedias como las que se viven hoy en Irak y nos hemos encontrado al revisarlos sin mayor rigurosidad, porque realmente no se hace necesario, que los hechos se repiten en eso de las guerras de agresión y nada concluye conforme a lo que se había planificado. Tal es caso paradigmático de Vietnam y veamos seguidamente su paralelismo con estos sangrientos episodios que se escenifican hoy en los que fueron las tierras de los maravillosos jardines colgantes de Babilonia:

Lindon B. Johnson, a pocas semanas de iniciarse la escalada bélica en el sudeste asiático, desde el paraninfo de la Universidad de Johns Hopkins, en abril de 1.965, dijo lo siguiente (se copia textualmente): “Esta noche norteamericanos y asiáticos están muriendo por un mundo en el que todas las naciones puedan elegir su propio camino del cambio...Este es el principio por el que nuestros antepasados lucharon en los valles de Pensylvania. Es un principio por el cual nuestros hijos luchan esta noche en las selvas de Vietnam...¿Por qué debemos andar este doloroso camino? ¿Por qué tiene esta nación que comprometer su tranquilidad, sus intereses y su poderío por el bien de un pueblo tan alejado de nosotros?....Luchamos porque tenemos que luchar para poder vivir en un mundo en el que cada país pueda elegir su propio destino y porque sólo en tal mundo nuestra propia libertad estará finalmente segura. Esta clase de mundo nunca se construirá con bombas o con balas. Pero las debilidades de los hombres son tales que la fuerza debe preceder a menudo a las razones y la destrucción de la guerra a la construcción de la paz. Quisiéramos que no fuera así. Pero debemos tomar al mundo tal cual es, para que un día llegue a ser como queremos que sea... ¿Por qué estamos en Vietnam del Sur? Estamos allí...para ayudar...en la defensa de su independencia...abandonarla a sus enemigos y al terror que vendrá después es un crimen imperdonable...”

No hay algo dicho antes tan parecido a lo que sostuvo Bush en el Fuerte Bragg para un evento equivalente. Quizás un tanto mejor elaborada la jerga, pero en definitiva esa ha sido la cantaleta histórica invariable que han llevado a donde quiera que han ido con sus cañones a “liberar pueblos oprimidos”, para justificar sus aberrantes políticas belicistas. Pero lo sorprendente de todo esto es la inmensa capacidad para engañar a su pueblo que tienen los gobernantes de los Estados Unidos. Hoy asesinan de nuevo en nombre de una libertad que nadie entiende a millares de afganos e iraquíes y paralelamente sus soldados caen abatidos por la resistencia de los pueblos y mientras tanto el Secretario de Defensa Donald Rumfeld, dos días antes de que Bush pronunciara su discurso para apaciguar las protestas, ha dicho que esa guerra no terminará antes de los doce años.

En absoluto dudamos de que el jefe del ejército invasor esté en lo cierto, además de que resulta espeluznante, por decir lo menos, que en esa declaración se olvida el descalabro que sufrió el imperio luego de diez años de intensos bombardeos y el uso masivo de napalm y otras armas químicas para intentar doblegar al pueblo vietnamita a fuerza de provocarle la muerte bárbara a doscientos mil de sus hombres, mientras que más de cincuenta mil soldados de la US Army retornaron a sus casas envueltos en bolsas negras de polietileno y una cifra no menor de cien mil entre mutilados y enfermos con graves afectaciones psicológicas, en muchos casos irremediables.

Hay que recordar que ese conflicto llegó a su fin, más allá de haber sido determinante para ello la indeclinable decisión del pueblo Vietnamita a vencer en la contienda, entre otras razones de mucho peso, por las intensas y permanentes movilizaciones del pueblo estadounidense que tuvo el coraje y la valentía de protestarlo en constantes y multitudinarias concentraciones y marchas en las calles y plazas de todas las ciudades y pueblos de su extenso país.

¿Será acaso que un mil setecientos veinte soldados de su ejército muertos en el conflicto hasta el momento y un poco más de doce mil heridos, son todavía pequeñas cantidades como para ordenar el retiro de las tropas de Irak? ¿Habrá que llegar a la mortandad a la que se cuantificó en el sudeste asiático para ponerle término a tanta salvajada?

La revisión de algunos documentos de esa espantosa guerra contra el pequeño pueblo de Vietnam, el que para entonces no pasaba de los diez millones de habitantes, nos hicieron recordar las pancartas que entonces el pueblo de los Estados Unidos exhibió en sus protestas por esa agresión que, de paso, es bueno no olvidarlo, se quiso justificar con acontecimientos que nunca ocurrieron (el ametrallamiento de dos patrulleros norteamericanos en la bahía de Tonkín), como lo determinó a los pocos años de iniciada la guerra el propio congreso americano: NO A LA GUERRA...! VIVA LA PAZ...! FUERA DE VIETNAM...! NUETROS HIJOS QUE RETORNEN A CASA YA...!

Es que hasta en la mentira el ataque a Irak es similar al de Vietnam con el cuento de las armas químicas que jamás fueron encontradas y es por ello, además, que la resistencia irreductible iraquí al agresor es la más palmaria demostración de que los pueblos no toleran que se les pretendan vulnerar sus soberanías y menos aún sobre la base de falsas y ridículas acusaciones. Allí se ha estado reeditando la tragedia vietnamita y a ojos vista todo apunta a que las tropas invasoras saldrán huyendo de la antigua Persia como tuvieron que hacerlo desde los amplios espacios y techos de la embajada norteamericana en Saigón aquél histórico día lluvioso de abril de 1.975.

Ciertamente, la resistencia del valeroso pueblo iraquí es la mayor expresión de la indoblegable decisión del movimiento internacional de oponerse con todas sus fuerzas a la globalización neoliberal apuntalada en el poderío de las armas. No solamente está logrando la desmoralización de las tropas ocupantes a fuerza de propinarles descalabros y bajas cada día más crecientes, sino que es ya un ejemplo de dignidad y como bien lo ha señalado el periodista Angel Guerra de la Jornada de México, “los iraquíes y su resistencia merecen toda la solidaridad internacional.”

oliverr@cantv.net


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Iván Oliver Rugeles


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