Me hace falta Cipriano


La “cultura” en Venezuela es un término asociado a varias actividades creativas, que no a todas. Si se fijan bien se ha intentado ensalzar o destruir la gestión del ministro de la actividad mencionada, a partir de lo que se conoce como “la mega exposición”. Voy a tratar de explicarme.

En mi caso, si la cultura son los museos, galerías, etc. les confieso que soy y seré una redomada inculta, pues en muchas oportunidades he tratado de ir militantemente a inauguraciones de exposiciones, de “acercarme” a la cultura, sin mucho éxito. Según esta máxima tengo un solo amigo culto. A través de Cipriano y por ver las obras de Cipriano he ido una que otra exposición y a uno que otro “salón”. Pero Cipriano vive en Inglaterra y en Venezuela desde hace tiempo, lo cual ha limitado mi contacto con la “cultura” prácticamente a cero. O a cuando viene Cipriano.

Hace unos añitos fui a una de las ediciones del Salón Pirelli. Que es una especie de “mega” pero impulsada por una empresa privada. Por lo menos eso parece. Vale decir que Pirelli no me conecta para nada con la cultura sino con la lujuria. Recordemos que esa “marca” llegó al país de la mano de una cuña de cauchos en la que una despampanante mujer intentaba seducir a un cura. Yo pienso en Pirelli y me acuerdo del cura (que no de un curador) por supuesto.

¿Y por qué yo fui “al Pirelli”? Porque exponía nada más y nada menos que mi pana Cipriano Martínez. Y muchos artistas más. Fue una experiencia impresionante para mis ojos. La creatividad de los expositores me pareció infinita. Algunas obras me provocaban risa. Y otras horror. A partir de ver esa “mega exposición” de obras en el Museo de Arte Contemporáneo sentí que cada vez era más inculta. A pesar de mis esfuerzos por entender aquella amalgama de creaciones fueron pocas las que “me gustaron”. O soy muy inculta o soy lo contrario.

¿Y porque les cuento todo esto? Si Cipriano hubiera expuesto en la Mega farruquiana, les hablaría con más propiedad porque hubiese tenido que ir. Por lo tanto me disculpan la osadía de “terciar” en esta “culta” polémica. Pero por los comentarios, los artículos, los reportajes sobre “la Mega”, me atrevo a decir que es un salón Pirelli democrático. A Cipriano le costo mucho “entrar” al fulano salón. “Entrar” al Pirelli, era, entre otras cosas, contar con la venia de la máxima “curadora” (¿o marchante?) de este país. Yo informaba al resto de la “patota” “Cipriano entró al Pirelli” y me sentía muy orgullosa. No por Pirelli, sino pro Cipriano, claro.

Y es que más allá de la polémica generada por la “Mega chavista” siempre me quedará la duda de mi grado de “cultura”. Lo más espontáneo de mi contacto con la misma fue una visita que hice un día (hace bastante tiempo) a ver la Colección Permanente del Museo de Arte Contemporáneo. Y Cipriano no exponía.

No tengo “criterio cultural” para decir si la idea Pirelli o la idea Farruco (sólo observo una “pequeña diferencia” de patrocinio) es buena, mala o regular. Las dos me parecen intentos de “democratizar” la cultura (¡ay Dios que digo!). Ahora, si tengo criterio para afirmar que no se puede evaluar la gestión de un ministro de cultura por su accionar en los museos del país. Sobre todo porque tendemos a defender o destruir, a partir de “la Mega”, que además me acuerda a una emisora de radio. Me hace falta Cipriano.

*Periodista


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Mercedes Chacín*


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