Sobresaliendo entre los tesoros que llevo en la memoria de mí niñez
están aquellas visitas sin restricciones que pude hacer a la “capilla
sixtina” del arte paleolítico: la Cueva de Altamira. Eso ocurrió años
antes que se cerrase al público; permitiéndose ahora tan solo entrada a
160 personas por semana, científicos o educadores en su mayoría.
No fueron las pinturas de bisonte, jabalíes o caballos lo que llamó mi
atención después de la primera visita… o el tamaño de las estalactitas y
estalagmitas en la cueva. No; fueron las figuras antropomórficas de
seres humanos con cabezas de animales grabadas en las paredes de la
cueva, y otros símbolos difíciles de explicar. Claro que por aquel
entonces, con solo 11 o 12 años, bastaba el poder codearse
artísticamente con hombres prehistóricos de 15.000 años atrás… esto en
una cueva-catedral que exponía las reliquias, el génesis humano de ambos
arte y narración.
El indescifrable simbolismo de quince milenios atrás sobrepasaba una
exhibición de arte, dándonos oportunidad de soñar posibilidades de
historias con colorido de arco iris, aunque pintadas y comunicadas a
nosotros en tres simples colores: negro, ocre y rojo.
Años después tuve la oportunidad de visitar “la otra” Capilla Sixtina,
no en una cueva, sino en el resplandeciente colorido del Palacio
Vaticano. Pero el simbolismo encontrado en el arte de los hombres de
Altamira también salió a relucir allí, adquiriendo vida a lo largo de
ese techo mágico de la capilla según los nueve episodios de ese Génesis
bíblico eran elocuentemente narrados por las pinceladas del genio en
Miguel Ángel Buonarroti. Afortunadamente, esta vez todo se veía más
claro… con una interpretación más simple; nada en esa obra majestuosa
aparecía primitivo u oculto, como en Altamira.
Ahora, a mediados de abril, el arte retornó a mi vida pintando a voces
un comentario socio-político, haciendo crónica una vez mas de la
inhumanidad entre los hombres. Fernando Botero, el afamado pintor
colombiano conocido por las personas rechonchas y un acento goyesco en
sus pinturas, nos hizo saber de su reciente serie de 50 óleos y dibujos,
todos bajo un titulo: Abu Ghraib. Este titulo junto con otros 120 de
sus obras se exhibirá el próximo 16 de junio en Roma.
Esa exhibición, de acuerdo con Botero, hará una gira por EEUU en el
2006… sin “los 50” de Abu Ghraib, a menos que los museos estadounidenses
los pidan. Dado el clima político en el país, apostaríamos a que esto
no ocurrirá.
Botero no odia a EEUU ni mucho menos. Pero en una reciente entrevista
hizo saber de forma clara lo escandalizado que estaba por las
barbaridades perpetradas en Irak, especialmente viniendo de una nación
que se supone es modelo de compasión. Fue el abuso cometido en la
prisión iraquí de Abu Ghraib lo que le llevó a pintar esta historia de
horror en 50 imágenes… imágenes importantes para la escrupulosidad del
mundo.
Como Picasso y su obra maestra, “Guernica”- mostrando las atrocidades de
la Luftwaffe sobre la población civil de esa villa vasca, cuna de un
pueblo extraordinario; el “Abu Ghraib” de Botero nos traerá también su
historia… una historia que ira mas allá de los actos sadistas de los
carceleros de dicha prisión. “Guernica”, la pintura, siempre traerá la
memoria de Franco, y no de la Luftwaffe o su Legión Cóndor… y “Abu
Ghraib”, pinturas 1 a 50, siempre se asociara con Bush, y no con los
proverbiales pobres diablos que ahora sirven de chivas expiatorias.
Apenas anunció Botero hace dos semanas su última creación, la
administración de Bush dio a conocer los resultados de su investigación
“concienzuda” sobre Abu Ghraib. El resultado: tal hecho fue solo obra
de un puñado de desalmados a nivel de suboficial o soldado, sin
representación alguna a lo que EEUU es, lo sacrosanto de sus líderes o
la gloria de sus filas militares. Bush, Rumsfeld, los generales Myers,
Abizaid y Sanchez… y a toda la jerarquía menor de androides en el mando
militar se les consideró virginales… envueltos no en túnica blanca, pero
lo que es aun mejor, en el rojo, blanco y azul de la bandera.
Fue un mensaje claro de EEUU al mundo. La moneda imperial
estadounidense lo dice todo: por un lado el perfil arrogante de Bush,
Imperator Dei Gratia y poseedor de toda verdad y sabiduría; y por el
otro, un águila rampante exhibiéndose sobre esa dama con los ojos
vendados que representa la justicia… confirmando de esta forma que las
decisiones tomadas por EEUU no tienen apelación.
Existe, sin embargo, un tribunal de decencia humana y moralidad al que
hasta los estadounidenses están obligados; un tribunal que no está
influenciado por poderío militar, o la insidia de la mente criminal.
La mayoría de los estadounidenses han sido, son, y probablemente
continúen siendo apologistas de la guerra en Irak, y cualesquier
criminalidad asociada con ésta. Desde que es mas fácil que el infierno
se hiele antes de que los mandatarios estadounidenses ofrezcan su mea
culpa por iniciar esta guerra injusta, el horror de este momento
histórico es posible tenga su mejor crónica en las pinceladas de un
Botero y, como hicieron hombres prehistóricos quince milenios antes, tan
solo usando los colores negro (carboncillo), ocre y rojo.
Hemos hecho un circulo completo desde que esos artistas primitivos
vagasen por la cordillera cántabra de una futura Iberia… aunque muchas
veces parezca que la civilización se haya parado en seco, la humanidad
aprisionada en la oscuridad de una cueva, refugiándose de un
interminable periodo glacial.
Demos gracias al arte, y a las pinceladas de los grandes maestros…
Botero entre ellos.